Humo yespejos

Se me quedó mirando con ojos que relucían como dos pipas de crack.

 

?Que me largue? Mierda, tío. ?Quién me va a echar?

 

Yo, bromeé. Yo lo haré.

 

Soy guardia para largo.

 

Se le veía perplejo y herido y un poco confuso, y por un momento casi me dio lástima.

 

Entonces la luna salió de detrás de una nube y yo empecé a aullar.

 

él tenía la piel pálida como la de un pez,

 

los dientes afilados como los de un tiburón, los dedos palmeados y con garras,

 

y, gru?endo, se lanzó contra mi garganta.

 

Y dijo, ?Qué eres?

 

Dijo, Auh, no, auh.

 

Dijo, Eh, mierda, esto no es justo.

 

Luego no dijo nada en absoluto, nada,

 

ninguna palabra más,

 

porque le había arrancado el brazo

 

y lo había dejado,

 

con los dedos agarrando el vacío espasmódicamente, en la playa.

 

El Gran Al corrió hacia las olas y yo troté tras él.

 

Las olas eran saladas: su sangre apestaba.

 

Notaba su sabor, negro en mi boca.

 

Nadó y yo le seguí, más y más abajo,

 

y cuando sentí que me iban a estallar los pulmones, que el mundo me aplastaba la garganta y la cabeza y la mente y el pecho, que los monstruos venían para asfixiarme.

 

llegamos a los restos de una plataforma petrolífera costera que se había venido abajo, y ahí era donde el Gran Al había ido a morir.

 

ése debía de haber sido el lugar donde fue desovado, esa plataforma oxidada abandonada en el mar.

 

Estaba muerto tres cuartas partes cuando llegué.

 

Le dejé morir: habría sido comida con gusto a pescado raro, un plato de priones perdidos. Carne peligrosa. Aun así, le di una patada en la mandíbula, le robé un diente como de tiburón que le había dejado flojo de un golpe, para que me trajera suerte.

 

Fue entonces cuando ella cayó sobre mí, todo colmillos y garras.

 

?Por qué habría de ser tan extra?o que la bestia tuviera una madre?

 

Somos tantos los que tenemos madre.

 

Retrocede cincuenta a?os y todo el mundo tenía una madre.

 

Lloraba por su hijo, lloraba y se lamentaba.

 

Me preguntó cómo podía ser tan cruel.

 

Se agachó, le acarició la cara y luego gimió.

 

Después hablamos, buscando puntos en común.

 

Lo que hicimos no es asunto vuestro.

 

No fue más de lo que vosotros o yo hemos hecho antes, y tanto si la amé como si la maté, su hijo estaba más muerto que la bahía.

 

Revoleándonos, piel contra escamas,

 

su cuello entre mis dientes,

 

mis garras ara?ándole la espalda…

 

Lalalalalala. ésta es la canción más antigua.

 

Más tarde, salí de entre las olas.

 

Roth esperaba al amanecer.

 

Dejé caer la cabeza del Gran Al en la playa, la arena blanca y fina se pegó en terrones a los ojos mojados.

 

éste era tu problema, le dije.

 

Sí, está muerto, dije.

 

?Y ahora?, preguntó.

 

El tributo, le contesté.

 

?Crees que trabajaba para los chinos?, preguntó.

 

?O para la mafia eurisraelí? ?O para quién?

 

Era un vecino, dije. Quería que no hicieras tanto ruido.

 

?Tú crees?, preguntó.

 

Lo sé, le dije, mirando la cabeza.

 

?De dónde venía?, preguntó Roth.

 

Me puse la ropa, cansado por el cambio.

 

Carne y sustancias químicas, susurré.

 

él sabía que mentía, pero los lobos han nacido para mentir.

 

Me senté en la playa para ver la bahía,

 

me quedé mirando el cielo mientras el amanecer se convertía en día y so?é despierto con un día en que al fin podría morir.

 

 

 

 

 

SE LO PODEMOS HACER AL POR MAYOR

 

 

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