Humo yespejos

—No. Aquello. Ya sabes. Batracios. Eso es. Significa que parecían ranas.

 

—Espera un momento —dijo Wilf—. Yo creía que era, digamos, una especie de camello.

 

Seth negó rotundamente con la cabeza.

 

—Eran ranas, segurísimo. No eran camellos, sino ranas.

 

Wilf sorbió su Shoggoth haciendo ruido. Ben sorbió la suya con cuidado, sin placer.

 

—?Y…? —dijo Ben.

 

—Tienen dos jorobas — terció Wilf, el alto.

 

—?Las ranas? —preguntó Ben.

 

—No. Los batracios. Mientras que el típico camello dromederario tiene sólo una. Es para el largo viaje a través del desierto. Eso es lo que comen.

 

—?Ranas? —preguntó Ben.

 

—Jorobas de camello —Wilf le clavó un ojo saltón y amarillo a Ben—. Escúcheme bien, jovencito campechano. Después de llevar tres o cuatro semanas en un desierto inexplorado, un plato de joroba de camello asada empieza a parecer muy apetitoso.

 

Seth puso cara de desdén.

 

—Tú nunca te has comido una joroba de camello.

 

—Podría haberlo hecho —dijo Wilf.

 

—Sí, pero no lo has hecho. Ni siquiera has estado en un desierto.

 

—Bueno, pero suponte que hubiera hecho una peregrinación a la Tumba de Nyarlathotep…

 

—?Te refieres al rey negro de los antiguos que vendrá de noche desde el Este y al que no conocerás?

 

—Por supuesto que me refiero a él.

 

—Sólo me quería asegurar.

 

—Una pregunta estúpida, por si quieres saberlo.

 

—Te podrías haber referido a otra persona con el mismo nombre.

 

—Bueno, no es que sea precisamente un nombre común, ?verdad? Nyarlathotep. No va a haber precisamente dos, ?verdad? ?Hola, me llamo Nyarlathotep, qué casualidad encontrarte aquí, quién hubiera dicho que éramos dos?, no, creo que no. Bueno, así que estoy recorriendo con gran dificultad esas extensiones inexploradas, pensando para mí mismo, qué no daría por una joroba de camello…

 

—Pero, ?a que no lo has hecho? Tú nunca has salido de la bahía de Innsmouth.

 

—Bueno… no.

 

—Ves —Seth miró a Ben triunfalmente. Entonces se inclinó y le susurró—, se pone así cuando se ha tomado algunas copas, me temo.

 

—Lo he oído —dijo Wilf.

 

—Bien —dijo Seth—. En fin. H. P. Lovecraft. Pues escribía una de sus malditas frases, como, ejem, ?La luna gibosa flotaba a poca altura sobre los habitantes ominosos y batracios del escamoso Dulwich?. ?Qué quiere decir, eh? ?Qué quiere decir? Yo os diré lo que quiere decir, joder. Lo que quiere decir, joder, es que la luna estaba casi llena y que todos los que vivían en Dulwich eran malditas ranas extra?as. Eso es lo que quiere decir.

 

—?Qué hay de esa otra cosa que ha dicho? —preguntó Wilf.

 

—?Qué?

 

—Escamoso. ?Y eso qué significa?

 

Seth se encogió de hombros.

 

—No tengo ni idea —reconoció—, pero lo usaba muchísimo.

 

Hubo otra pausa.

 

—Soy estudiante —dijo Ben—. Voy a ser metalúrgico —de algún modo había logrado acabarse su primera pinta de Vieja Peculiar de Shoggoth, que era, se dio cuenta agradablemente escandalizado, la primera bebida alcohólica de su vida—. ?Y ustedes a qué se dedican?

 

—Nosotros —dijo Wilf—, somos acólitos.

 

—Del Gran Cthulhu —dijo Seth, con orgullo.

 

—?Ah, sí? —dijo Ben—. ?Y eso en qué consiste exactamente?

 

—Ahora invito yo —dijo Wilf—. Esperad —Wilf fue hasta la camarera y regresó con otras tres pintas—. Bueno —dijo—, ahora, técnicamente, consiste en poca cosa. La verdad es que el acolitar no es lo que se podría llamar un empleo laborioso en plena temporada de mucho trabajo. Eso se debe, por supuesto, a que él está dormido. Bueno, no está exactamente dormido. Sino más bien, si se quiere poner un matiz más sutil, muerto.

 

—?En su morada de R’lyeh, Cthulhu muerto sue?a? —interpuso Seth—. O, como dice el poeta, ?Que no está muerto lo que puede yacer eternamente…?

 

—?Pero tras incontables eones…? —salmodió Wilf.

 

—…y por Incontables quiere decir muchísimos…

 

—Exacto. No estamos hablando de los típicos evos en absoluto.

 

—?Pero tras incontables eones, incluso la muerte puede morir.?

 

Ben se sorprendió un poco al descubrir que parecía estar bebiéndose otra pinta con cuerpo de la Vieja Peculiar de Shoggoth. No sabía por qué, pero el sabor a cabra fétida era menos desagradable en la segunda pinta. También estaba encantado de descubrir que ya no tenía hambre, que los pies ampollados habían dejado de dolerle y que sus compa?eros eran hombres encantadores e inteligentes, cuyos nombres le estaba costando mantener separados. No tenía la suficiente experiencia con el alcohol para saber que ése era uno de los síntomas de estar con la segunda pinta de la Vieja Peculiar de Shoggoth.

 

—Así que ahora mismo —dijo Seth o tal vez Wilf—, el negocio es más bien ligero. Consiste principalmente en esperar.

 

—Y rezar —dijo Wilf, si no era Seth.

 

—Y rezar. Pero muy pronto todo eso cambiará.

 

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