Humo yespejos

La razón por la cual algunos librecargadores —consumidores de Recarga por diversión— parece que envejecen con normalidad, mientras que otros no dan se?ales de envejecer en absoluto es algo que tiene intrigados a los científicos. Algunos afirman que el segundo grupo en realidad está envejeciendo a nivel celular. Otros sostienen que es demasiado pronto para percibirlo y que nadie sabe nada con certeza.

 

Recargarse no invierte el proceso de envejecimiento; no obstante, hay pruebas de que, en algunas personas, puede detenerlo. Muchos miembros de la generación mayor, que hasta ahora se han resistido a recargarse por placer, empiezan a tomarlo a menudo, recargándose, tanto si tienen una condición médica que lo justifica como si no.

 

XI.

 

El dinero suelto ahora se conoce como calderilla o, en ocasiones, metálico.

 

Al proceso de hacer diferente o de alterar suele llamársele variar.

 

XII.

 

Rajit se está muriendo de cáncer de próstata en su apartamento de Río. Tiene poco más de noventa a?os. Nunca ha tomado Recarga; ahora la idea le aterroriza. El cáncer se le ha extendido hasta los huesos de la pelvis y a los testículos.

 

Toca el timbre. Sigue una espera corta para que el enfermero apague la telenovela de cada día y deje la taza de café. Al final, el enfermero entra.

 

—Llévame fuera, al aire libre —le dice, con voz ronca. Al principio el enfermero finge no entenderle. Rajit lo repite, en su portugués rudimentario. El enfermero dice que no con la cabeza.

 

Consigue levantarse de la cama —una figura consumida, tan encorvado que casi es jorobado y tan débil que da la sensación de que una tormenta se lo llevaría volando—, y empieza a andar hacia la puerta del apartamento.

 

Su enfermero intenta, y no lo consigue, disuadirle. Entonces, le acompa?a hasta el pasillo y le sostiene el brazo mientras esperan el ascensor. Rajit lleva dos a?os sin salir del apartamento; ni siquiera salía antes del cáncer. Está casi ciego.

 

El enfermero le acompa?a hasta el sol abrasador, al otro lado de la calle y abajo, a la arena de Copacabana.

 

La gente que está en la playa se queda mirando al anciano, calvo y podrido, con un pijama antiguo, que mira a su alrededor con ojos sin color que antes fueron marrones a través de gafas de montura oscura con cristales de culo de vaso.

 

él les devuelve la mirada.

 

Son dorados y hermosos. Algunos duermen sobre la arena. La mayoría están desnudos o llevan el tipo de atuendo de ba?o que realza su desnudez y la hace destacar.

 

Rajit les conoce, entonces.

 

Más tarde, mucho más tarde, hicieron otra película biográfica. En la secuencia final el anciano se cae de rodillas en la playa, como hizo en la vida real, y un hilo de sangre le sale de la bragueta abierta del pantalón del pijama, empapando el algodón deste?ido y dejando un charco oscuro en la arena blanda. Los mira a todos, observándoles de uno a otro sobrecogido, como un hombre que al final ha aprendido a mirar el sol.

 

Dijo sólo una palabra cuando murió, rodeado de la gente dorada, que no eran hombres, que no eran mujeres.

 

Dijo, ?ángeles?.

 

Entonces la gente que estaba viendo la película biográfica, tan dorados, tan hermosos, tan cambiados como la gente de la playa, supo que todo había acabado.

 

Y, en algún sentido que Rajit habría comprendido, así era.

 

 

 

 

 

LA HIJA DE LOS BúHOS

 

 

De The Remaines of Gentilisme & Judaisme[8]

 

de John Aubrey, R.S.S. (1686-87), (págs. 262-263).

 

Esta historia me la explicó mi amigo el Sr. Don Edmund Wyld, a quien se la explicó el Sr. Farringdon, que dijo que ya era antigua en su época. En el Pueblo de Dymton un ni?a recién nacida fue abandonada una noche en las escaleras de la Iglesia, donde el Sacristán la encontró a la ma?ana siguiente. La ni?a tenía en la mano una cosa curiosa, a saber: la bolita de excremento de un Búho, que al desmenuzarla mostraba la composición de costumbre de la bolita de excremento de un Autillo, es decir: piel y dientes y huesos peque?os.

 

Las ancianas del Pueblo dijeron lo siguiente: que la ni?a era hija de Búhos y que debería morir abrasada, porque no había nacido de mujer. No obstante. Cabezas de familia y Ancianos más sabios prevalecieron y llevaron al bebé al Convento (ya que esto ocurría poco después de la época Papista y el Convento había quedado vacío, porque la gente del Pueblo pensaba que era un lugar de Demonios y cosas por el estilo, además de que Autillos y Lechuzas y muchos murciélagos se habían instalado en la torre) y ahí la dejaron y una de las ancianas del Pueblo iba cada día al Convento y daba de comer al bebé &c.

 

Se pronosticó que el bebé moriría, cosa que no hizo: sino que creció a?o tras a?o hasta ser una doncella de xiiii veranos. Era la cosa más bonita que se había visto jamás, una muchacha excelente, que pasaba sus días y noches tras altos muros de piedra sin nadie a quien ver, excepto a una mujer del Pueblo que venía cada ma?ana. Un día de mercado la buena mujer habló demasiado alto sobre la hermosura de la chica & también dijo que no sabía hablar porque nunca había aprendido la manera de hacerlo.

 

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