Humo yespejos

Han pasado veinte a?os y estamos en un apartamento diminuto en Nueva Orleans (aunque también podría ser Moscú o Manchester o París o Berlín). Esta noche va a ser la gran noche y Juan/a estará despampanante.

 

Tiene que elegir entre un vestido de salón francés del siglo XVIII estilo miri?aque para polonesas (polisón de fibra de vidrio, escote con estructura interior de alambre en corpi?o carmesí bordado con encaje), o una reproducción del traje de salón de Sir Phillip Sydney, de terciopelo negro e hilo de plata, con gorguera y bragueta y todo. Al final, después de sopesar las opciones, Juan/a se decide por escote frente a polla. Quedan doce horas: Juan/a abre la botella de las pastillas rojas, cada pastillita roja marcada con una X, y se traga dos. Son las 10 de la ma?ana y Juan/a se va a la cama, empieza a masturbarse, tiene el pene semiduro, pero se duerme antes de correrse.

 

La habitación es muy peque?a. Hay ropa colgando de todas las superficies y una caja de pizza vacía en el suelo. Juan/a suele roncar fuerte, pero cuando hace una carga libre no hace ningún ruido en absoluto y podría estar en una especie de coma.

 

Juan/a se despierta a las 10 de la noche, sintiéndose tierna y como nueva. Cuando empezó con la movida de las fiestas, cada cambio provocaba un autoexamen riguroso, en el que inspeccionaba lunares y pezones, prepucio o clítoris, y descubría qué cicatrices habían desaparecido y cuáles se habían quedado. Sin embargo, Juan/a es ahora un veterano y se pone el polisón, las enaguas, el corpi?o y el vestido, con los pechos nuevos (altos y cónicos) muy juntos y las enaguas arrastrando por el suelo, lo que significa que puede ponerse debajo las botas de Doctor Martens de hace cuarenta a?os (nunca se sabe cuándo habrá que correr o andar o dar patadas y las zapatillas de seda no le hacen ningún favor a nadie).

 

Una peluca alta y empolvada completa la imagen. Y unas gotas de colonia. Entonces Juan/a hurga bajo las enaguas, se mete un dedo entre las piernas (no lleva bragas, reivindicando un deseo de autenticidad que las Doc Martens desmienten) y luego se da unos toques detrás de las orejas, para que le den suerte, quizá, o para ayudarle a ligar. El taxi llama a la puerta a las 11:05 y Juan/a baja y va al baile.

 

Ma?ana por la noche Juan/a se tomará otra dosis; su identidad laboral durante la semana es estrictamente varón.

 

VI.

 

Rajit nunca vio la acción de transformación de sexo de la Recarga como algo más que un efecto secundario. El premio Nobel fue por el trabajo contra el cáncer (se descubrió que la recarga funcionaba para la mayoría de los cánceres, pero no para todos).

 

Para ser un hombre inteligente, Rajit era sorprendentemente corto de miras. Había algunas cosas que no había previsto. Por ejemplo:

 

Que habría gente que, muriéndose de cáncer, preferirían morir a experimentar un cambio de sexo.

 

Que la iglesia católica se declararía en contra del catalizador químico de Rajit, comercializado en esos momentos con el nombre de marca Recarga, principalmente porque el cambio de sexo hacía que un cuerpo de mujer reabsorbiera la carne de un feto cuando se recargaba: los varones no podían estar embarazados. Unas cuantas sectas religiosas más se declararían en contra de Recarga, la mayoría de ellas citando el Génesis, 1:27, ?y los creó macho y hembra?, como motivo.

 

Las sectas que se declararon en contra de la Recarga incluían: el islamismo, la ciencia cristiana, la iglesia ortodoxa rusa, la iglesia católica romana (con un número de voces discrepantes), la iglesia de la unificación, los trekkies ortodoxos, el judaísmo ortodoxo y la alianza fundamentalista de los EE.UU.

 

Entre las sectas que se declararon a favor del uso de la Recarga cuando un médico titulado lo consideraba el tratamiento apropiado se incluían la mayoría de los budistas, la iglesia de Jesucristo de los santos de los últimos días, la iglesia ortodoxa griega, la iglesia de la cienciología, la iglesia anglicana (con un número de voces discrepantes), los nuevos trekkies, el judaísmo liberal y reformista y la coalición de la nueva era de América.

 

Las sectas que al principio se declararon a favor de utilizar la Recarga de forma recreativa: ninguna.

 

Aunque Rajit se daba cuenta de que la Recarga haría que la operación de cambio de sexo resultara obsoleta, nunca se le ocurrió que alguien quisiera tomarlo por razones de deseo o curiosidad o evasión. Por lo tanto, nunca previo el mercado negro de Recarga y catalizadores químicos similares: ni tampoco que, a los quince a?os de la puesta en venta de Recarga y de la aprobación de la FDA[7], las ventas ilegales de las imitaciones de Recarga de dise?o (carga pirata, como se las conoció pronto) venderían, gramo a gramo, más de diez veces que la heroína y la cocaína.

 

VII.

 

En varios de los Nuevos Estados Comunistas de Europa del Este la posesión de cargas pirata traía aparejada la pena de muerte.

 

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