Humo yespejos

?Ascendí con mis alas, volé hacia arriba hasta que me acerqué a la parte alta del chapitel del Salón de la Existencia. Había una ventana y entré.

 

?Saracael estaba allí trabajando, poniendo un maniquí sin alas en una cajita. En un lado de la caja había una representación de una criatura peque?a y marrón con ocho patas. En el otro lado había una representación de una flor blanca.

 

?“?Saracael?”

 

?“?Uhm? Ah, eres tú. Hola. Fíjate en esto. Si te murieras y tuvieran que, digamos, ponerte bajo tierra en una caja, ?qué querrías que te colocaran encima, esta ara?a o este lirio?”

 

?“El lirio, supongo.”

 

?“Sí, yo opino lo mismo. Pero, ?por qué? Ojalá… —se llevó la mano a la barbilla, miró los dos modelos, primero puso uno encima de la caja, luego el otro, experimentalmente—. Hay tanto que hacer, Ragüel. Tanto que debe salirnos bien. Y sólo tenemos una oportunidad para hacerlo, ?sabes? Sólo habrá un universo, no podemos ir intentándolo hasta que nos salga bien. Ojalá comprendiese por qué todo esto es tan importante para él…”

 

?“?Sabes dónde está la celda de Zefquiel?”, le pregunté.

 

?“Sí. Es decir, nunca he estado allí, pero sé dónde está.”

 

?“Bien. Ve allí. Te estará esperando. Te veré allí.”

 

?Negó con la cabeza. “Tengo trabajo que hacer. No puedo…”

 

?Sentí cómo mi función se apoderaba de mí. Le miré y dije, “Estarás allí. Ahora ve”.

 

?No dijo nada. Se alejó de mí, hacia la ventana, mirándome; entonces se dio la vuelta y batió las alas, y me quedé solo.

 

?Caminé hasta el pozo central del Salón y me dejé caer, rodando por el modelo del universo: relucía a mi alrededor, colores y formas desconocidas que bullían y se retorcían sin significado.

 

?A medida que me iba acercando al fondo, batí las alas, haciendo que mi descenso fuera más lento, y pisé suavemente el suelo plateado. Fanuel estaba entre dos ángeles que intentaban reclamar su atención.

 

?“Me da igual lo agradable que sería estéticamente —le explicaba a uno de ellos—. Sencillamente, no podemos ponerlo en el centro. La radiación de fondo impediría que cualquier forma de vida encontrase un punto de apoyo para el pie; y, de todos modos, es demasiado inestable.”

 

?Se volvió hacia el otro. “Vale, veámoslo. Uhm. Así que esto es Verde, ?eh? No es exactamente como yo me lo había imaginado, pero… Mm. Déjamelo, ya te diré algo”. Cogió un papel del ángel, lo dobló con decisión.

 

?Se volvió hacia mí. Su actitud era brusca y desde?osa. “?Sí?”

 

?“Necesito hablar contigo.”

 

?“?Mm? Bueno, que sea rápido. Tengo mucho que hacer. Si es sobre la muerte de Carasel, te he dicho todo lo que sé.”

 

?“Es sobre la muerte de Carasel, pero no hablaré contigo ahora. Aquí no. Ve a la celda de Zefquiel: te está esperando. Te veré allí.”

 

?Parecía que estaba a punto de decir algo, pero sólo asintió y se dirigió a la puerta.

 

?Me disponía a marcharme cuando se me ocurrió algo. Paré al ángel que tenía el Verde. “Contéstame a una pregunta”.

 

?“Si puedo.”

 

?“Esa cosa —se?alé el universo—. ?Para qué será?”

 

?“?Para qué? Pero si es el universo.”

 

?“Sé cómo se llama. Pero, ?para qué servirá?”

 

?Frunció el ce?o. “Es parte del plan. El Nombre lo desea; él requiere que se haga esto y aquello, con estas dimensiones y que tenga tales propiedades e ingredientes. Es nuestra función crearlo según Sus deseos. Estoy seguro de que él sabe su función, pero no me la ha revelado”. Su tono era de ligera reprimenda.

 

?Asentí y dejé aquel lugar.

 

?Por encima de la Ciudad, muy alto, una falange de ángeles revoloteaban, daban vueltas y bajaban en picado. Cada uno de ellos llevaba una espada llameante que dejaba atrás una estela de un resplandor ardiente que deslumbraba los ojos. Se movían al unísono por el cielo rosa asalmonado. Eran muy hermosos. Era… ?sabes cuando en las tardes de verano se ven bandadas de pájaros bailando en el cielo? ?Zigzagueando y volando en círculos y agrupándose y separándose otra vez, de manera que justo cuando crees que entiendes sus pautas, te das cuenta de que no es así y de que nunca las entenderás? Era así, pero mejor.

 

?Por encima de mí estaba el cielo. Debajo, la Ciudad brillante. Mi hogar. Y fuera de la Ciudad, la Oscuridad.

 

?Lucifer se mantenía inmóvil en el aire un poco más abajo del Ejército, observando sus maniobras.

 

?“?Lucifer?”

 

?“?Sí, Ragüel? ?Has descubierto a tu malhechor?”

 

?“Creo que sí. ?Me acompa?as a la celda de Zefquiel? Hay otros esperándonos allí, donde lo explicaré todo.”

 

?Hizo una pausa. Luego dijo: “Desde luego”.

 

?Alzó su rostro perfecto hacia los ángeles, que en aquel momento estaban realizando un giro lento en el cielo, cada uno de ellos moviéndose por el aire siguiendo el ritmo del siguiente de forma impecable, sin que ninguno se tocase jamás. “?Azazel!”

 

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