Humo yespejos

?“Está bien. Es Su voluntad. Yo sólo he desempe?ado mi función.”

 

 

?Se secó las lágrimas con el dorso de la mano. “No”, dijo, cansinamente. Movió la cabeza, despacio, de un lado a otro. Luego dijo, “Tengo que pensar en esto, ahora me iré”.

 

?Fue hasta la ventana, salió al cielo y desapareció.

 

?Zefquiel y yo estábamos solos en su celda. Me acerqué a su silla. él me hizo una se?al con la cabeza. “Has desempe?ado bien tu función, Ragüel. ?No deberías regresar a tu celda y esperar hasta la próxima vez que se te necesite?”

 

El hombre del banco se giró hacia mí: sus ojos buscaron los míos. Hasta aquel momento había parecido, durante casi todo su relato, que apenas era consciente de mi presencia; había estado mirando hacia delante, susurrando el relato en una voz poco menos que monótona. Entonces fue como si me hubiera descubierto y me hablase sólo a mí, más que al aire o a la Ciudad de Los ángeles. Y dijo:

 

—Sabía que tenía razón. Pero me hubiera sido imposible marcharme en aquel momento, ni siquiera si hubiese querido. Mi aspecto no me había abandonado totalmente; mi función aún no había terminado. Entonces todo se aclaró; vi el cuadro completo. Y, como Lucifer, me arrodillé. Toqué el suelo plateado con la frente. “No, Se?or —dije—. Aún no”.

 

?Zefquiel se levantó de la silla. “Ponte en pie. No es digno de un ángel actuar así ante otro. No es correcto. ?Levántate!”

 

?Negué con la cabeza. “Padre, Tú no eres un ángel”, susurré.

 

?Zefquiel no dijo nada. Por un momento, mi corazón vaciló. Tenía miedo. “Padre, se me encargó que descubriera quién era el responsable de la muerte de Carasel. Y ahora lo sé”.

 

?“Ya has infligido tu Venganza, Ragüel.”

 

?“Tu Venganza, Se?or.”

 

?Entonces suspiró y se sentó otra vez. “Ay, peque?o Ragüel. El problema de crear cosas es que actúan mucho mejor de lo que jamás habías planeado. ?Te puedo preguntar cómo me reconociste?”

 

?“Yo… no estoy seguro, Se?or. No tienes alas. Esperas en el centro de la Ciudad, supervisando la Creación directamente. Cuando destruí a Saracael, no apartaste la mirada. Conoces demasiadas cosas. Tú… —hice una pausa y pensé—. No, no sé cómo te he reconocido. Tal como dices, me has creado bien. Sin embargo, sólo entendí quién eras, y el significado de la obra dramática que habíamos representado aquí para ti, cuando vi a Lucifer que se marchaba.”

 

?“?Qué es lo que entendiste, hijo?”

 

?“Quién mató a Carasel. O, al menos, quién movía los hilos. Por ejemplo, ?quién se encargó de que Carasel y Saracael trabajasen juntos en Amor, sabiendo de la tendencia de Carasel a entregarse demasiado a su trabajo?”

 

?Me hablaba con dulzura, casi en broma, como un adulto fingiría conversar con un ni?o diminuto. “?Por qué tendría alguien que ‘mover los hilos’, Ragüel?”

 

?“Porque nada ocurre sin motivo; y todos los motivos son Tuyos. Tú le tendiste una trampa a Saracael: sí, él mató a Carasel. Pero le mató para que yo pudiera destruirle.”

 

?“?E hiciste mal en destruirle?”

 

?Le miré a los ojos viejísimos. “Era mi función, pero no creo que fuera justo. Creo que quizá era necesario que matase a Saracael para demostrarle a Lucifer la Injusticia del Se?or”.

 

?Entonces sonrió. “?Y qué razón tendría yo para hacer eso?”

 

?“Yo… no lo sé. No lo entiendo, como tampoco entiendo por qué creaste la Oscuridad o las voces de la Oscuridad. Pero lo hiciste. Tú hiciste que todo esto ocurriese.”

 

?Asintió. “Sí, lo hice. Lucifer debe meditar sobre la injusticia de la destrucción de Saracael, lo que, entre cosas, le empujará a cometer ciertos actos. Pobre y dulce Lucifer. Su camino será el más duro de todos mis hijos; porque hay un papel que él debe cumplir en el drama que ha de venir, y es un gran papel”.

 

?Me quedé arrodillado frente al Creador de Todas las Cosas.

 

?“?Qué harás ahora, Ragüel?”, me preguntó.

 

?“Debo regresar a mi celda. Ya he cumplido con mi función. He infligido Venganza y he revelado quién fue el autor. Es suficiente. Pero… ?Se?or?”

 

?“Sí, hijo mío.”

 

?“Me siento sucio. Me siento manchado. Me siento infecto. Quizá es cierto que todo sucede según Tu voluntad y, por consiguiente, es bueno. Pero a veces, dejas sangre en Tus instrumentos.”

 

?Asintió, como si estuviese de acuerdo conmigo. “Si lo deseas, Ragüel, puedes olvidar todo lo que ha sucedido hoy” —y entonces—: “Sin embargo, no podrás hablar de ello con ningún otro ángel, tanto si eliges recordarlo como si no”.

 

?“Lo recordaré.”

 

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