?“No —le dije—. Me temo que no lo sé.”
?En el centro de la Ciudad de Plata había un parque, un lugar de recreo y descanso. Encontré al ángel Lucifer allí, junto a un rio. Estaba de pie, mirando cómo corría el agua.
?“?Lucifer?”
?Inclinó la cabeza. “Ragüel. ?Estás avanzando?”
?“No lo sé. Tal vez. Tengo que hacerte algunas preguntas. ?Te importa?”
?“En absoluto.”
?“?Cómo encontraste el cuerpo?”
?“No lo hice. No exactamente. Vi a Fanuel de pie en la calle. Parecía consternado. Pregunté si pasaba algo y me mostró el ángel muerto. Y fui a buscarte.”
?“Ya veo.”
?Se inclinó, metió la mano en el agua fría del río. El agua salpicó y dio vueltas alrededor de la mano. “?Eso es todo?”
?“Aún no. ?Qué estabas haciendo en esa parte de la ciudad?”
?“No creo que sea asunto tuyo.”
?“Lo es, Lucifer. ?Qué estabas haciendo allí?”
?“Estaba… paseando. A veces lo hago. Simplemente paseo y pienso. E intento comprender”. Se encogió de hombros.
?“?Paseas por el límite de la Ciudad?”
?Un latido y luego, “Sí”.
?“Eso es todo lo que quiero saber. De momento.”
?“?Con quién más has hablado?”
?“Con el jefe de Carasel y su compa?ero. Los dos creen que se suicidó, que acabó con su propia vida.”
?“?Con quién más vas a hablar?”
?Miré hacia arriba. Los chapiteles de la Ciudad de los ángeles descollaban sobre nosotros. “Tal vez con todo el mundo”.
?“?Con todos?”
?“Si es necesario. Es mi función. No podré descansar hasta que entienda lo que ocurrió y hasta que haya infligido la Venganza del Nombre a quienquiera que fuera el responsable. Pero te diré algo que sí sé.”
?“?Y qué es?”. Gotas de agua caían como diamantes de los dedos perfectos del ángel Lucifer.
?“Carasel no se suicidó.”
?“?Cómo lo sabes?”
?“Soy Venganza. Si Carasel hubiese muerto por su propia mano —le expliqué al Capitán del Ejército Celestial—, no me habrían necesitado. ?Verdad?”
?No contestó.
?Volé hacia arriba a la luz de la ma?ana eterna.
??Tienes otro cigarrillo?
Saqué el paquete rojo y blanco y le pasé un cigarrillo.
—Gracias.
?La celda de Zefquiel era más grande que la mía.
?No era un lugar de espera. Era un lugar para vivir y trabajar y ser. Estaba cubierto de libros y pergaminos y papeles y había imágenes y representaciones en las paredes: cuadros. Nunca había visto un cuadro.
?En el centro de la habitación había una silla grande y Zefquiel estaba allí sentado, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás.
?Cuando me acercaba a él, abrió los ojos.
?No ardían con más fuerza que los ojos de los otros ángeles con quien me había encontrado, pero por alguna razón daba la impresión de que habían visto más. Había algo en su modo de mirar. No estoy seguro de poder explicarlo. Además, no tenía alas.
?“Bienvenido, Ragüel”, dijo. Sonaba cansado.
?“?Tú eres Zefquiel?”, no sé por qué se lo pregunté. Es decir, yo sabía quién era la gente. Es parte de mi función, supongo. Reconocimiento. Sé quién eres tú.
?“En efecto. Me estás mirando fijamente, Ragüel. No tengo alas, es cierto, pero es que mi función no requiere que deje esta celda. Me quedo aquí y reflexiono. Fanuel me presenta los informes, me trae las cosas nuevas, para que le dé mi opinión. Me trae los problemas y yo pienso en ellos y, de vez en cuando, ayudo un poco haciendo peque?as sugerencias. ésa es mi función. Como la tuya es la venganza.”
?“Sí.”
?“?Estás aquí por la muerte del ángel Carasel?”
?“Sí.”
?“Yo no le maté.”
?Cuando lo dijo, supe que era verdad.
?“?Sabes quién lo hizo?”
?“ésa es tu función, ?no? Descubrir quién mató al pobre desgraciado e infligirle la Venganza del Nombre.”
?“Sí.”
?Asintió con la cabeza.
?“?Qué quieres saber?”
?Hice una pausa y medité sobre lo que había oído aquel día. “?Sabes qué hacía Lucifer en aquella parte de la Ciudad antes de que encontrasen el cuerpo?”
?El viejo ángel me miró. “Puedo aventurar una respuesta”.
?“?Sí?”
?“Estaba paseando por la Oscuridad.”
?Asentí. En aquel momento tenía una forma en la mente. Algo que casi podía captar. Hice la última pregunta:
?“?Qué puedes decirme de Amor?”
?Y me lo dijo. Y pensé que ya lo tenía todo.
?Regresé al lugar en el que había estado el cuerpo de Carasel. Habían sacado los restos, habían limpiado la sangre y habían recogido las plumas sueltas y se habían deshecho de ellas. No había nada en la acera plateada que indicase que había estado allí alguna vez. No obstante, yo sabía dónde había estado.