El bueno, el feo yla bruja

—Es la marca del demonio, ?no? —dije pasándome los dedos por la mu?eca. Yo no le veía ni rastro de negro, pero tampoco podía verme el aura.

 

—Sí —dijo en voz baja—. ?Te habían dicho que, eh, que se te ve muy distinta mientras canalizas una línea luminosa?

 

Asentí y mi equilibrio flaqueó al chocar ambas realidades. ?Distinta? era mejor que ?horripilante?, que era lo que Ivy me llamó una vez.

 

—?Quieres salir del círculo? No lo he cerrado todavía.

 

—No.

 

De inmediato, me sentí mejor. Un círculo cerrado correctamente no podía ser roto salvo por su creador. No le importaba quedarse atrapado dentro conmigo y su demostración de confianza era gratificante.

 

—Muy bien, entonces. Allá voy. —Respiré hondo para calmarme y mentalmente moví el fino reguero de sal de esta dimensión hasta siempre jamás. Mi círculo dio el salto con la rapidez de una goma elástica disparada contra mi piel. Me sobresalte cuando la sal desapareció de golpe y fue reemplazada por un círculo igual de siempre jamás. Sabía que sentiría un escalofrío en la espalda, pero siempre me sorprendía.

 

—Odio que haga eso —dije mirando a Nick, pero él estaba mirando fijamente el círculo.

 

—Vaya —exclamó impresionado—, mira eso. ?Sabías que iban a hacer eso?

 

Seguí su mirada hacia las velas y me quedé boquiabierta. Se habían vuelto transparentes. Las llamas seguían oscilando, pero la cera verde resplandecía con un aspecto irreal.

 

Nick se bajó deslizándose de su taburete y se acercó cuidadosamente por detrás de la encimera para evitar tocar el círculo. Se agachó junto a una de las velas y casi me entra el pánico cuando extendió un dedo para tocarla.

 

—?No! —grité y él retiró la mano sobresaltado—. Mmm, creo que se han pasado a siempre jamás junto con la sal. No sé qué pasaría si las tocases. Mejor… no lo hagas, ?vale?

 

él asintió y se puso de pie. Con aire intimidado volvió a su taburete y no volvió a tomar la tiza. Iba a quedarse mirando. Le sonreí débilmente y no me gustó sentirme en semejante desventaja con la magia de líneas luminosas; pero si seguía la receta todo saldría bien.

 

Todo el poder, salvo los restos que había extraído de la línea luminosa, recorría ahora mi círculo. Podía sentirlo presionando mi piel. La lámina de siempre jamás era de una molécula de espesor y tenía el aspecto de un líquido rojizo entre el resto del mundo y yo, creando una cúpula justo sobre mi cabeza. Nada podía atravesar las bandas de realidades alternantes. La esfera oblonga también se reflejaba por debajo y si hubiese atravesado alguna tubería o cable eléctrico, el círculo no sería perfecto, sino que sería vulnerable en ese punto.

 

A pesar de que la mayoría de la fuerza de la línea luminosa había servido para sellar el círculo, aún había una acumulación secundaria dentro de mí. Era más lenta, casi insidiosa. Continuaría hasta que rompiese el círculo y me desconectase de la línea luminosa. Las brujas de líneas luminosas sabían cómo almacenar ese poder, pero yo no y si permanecía conectada a la línea luminosa demasiado tiempo, me volvería loca. La hora escasa que necesitaría para terminar no sería ni mucho menos demasiado tiempo.

 

Convencida de que mi círculo era seguro, abandoné por completo mi segunda visión y perdí la visión del aura de Nick.

 

—?Lista para el segundo paso? —me preguntó y asentí.

 

Apartando los pentagramas se acercó más el viejo libro. Arrugó el ce?o mientras recorría con el dedo el texto dejando una marca de tiza.

 

—Ahora debes quitarte todos los amuletos y hechizos que lleves. —Levantó la vista—. Quizá deberías haberte dado un ba?o de sal.

 

—No, los únicos hechizos que llevo son amuletos. —Me quité el que me había prestado mi madre y el cordón se enganchó en mi pelo. Me llevé la mano al cuello y le dediqué a Nick una media sonrisa cuando lo pillé mirándome. Tras un momento de vacilación, me saqué el anillo del me?ique y lo dejé a un lado.

 

—?Lo sabía! —exclamó Nick—. Sabía que tenías pecas. Era por el anillo, ?verdad?

 

Alargó el brazo para cogerlo y se lo di por encima del barullo de cosas que había entre ambos.

 

—Me lo regaló mi padre cuando cumplí trece a?os —dije—. ?Ves la incrustación de madera? Tengo que renovarla cada a?o.

 

Nick me miró por debajo de su flequillo.

 

—Me gustan tus pecas.

 

Avergonzada recuperé mi anillo y lo puse a un lado.

 

—?Qué hago ahora?

 

Miró hacia abajo.

 

—Mmm… prepara el medio de transferencia.

 

—Hecho —dije dándole un golpecito al caldero con el hechizo para escuchar su sonido. No estaba nada mal.

 

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