El bueno, el feo yla bruja

—Un ensalmo —dije pensando que la magia de líneas luminosas era una estupidez. La magia terrenal no necesitaba ensalmos. La magia terrenal era precisa y bella por su simplicidad. Miré de reojo las velas que parecían no estar allí y reprimí un escalofrío.

 

—Aquí está. Lo leeré por ti. —Nick se levantó con el libro y le hice un hueco junto a Bob. Me acerqué a él, inclinándome sobre el libro. Olía bien, masculinamente bien. Choqué intencionadamente contra él y noté una corriente cálida que probablemente fuese su aura. Estaba demasiado concentrado, descifrando el texto como para darse cuenta. Suspiré y puse toda mi atención en el libro. Nick se aclaró la garganta. Sus cejas se juntaron y sus labios se movían al susurrar las palabras que sonaban oscuras y peligrosas. Pillaba una de cada tres. Cuando acabó me dedicó una de sus medias sonrisas.

 

—Fíjate —dijo—, rima.

 

Suspiré dejando caer los hombros.

 

—?Tengo que decirlo en latín?

 

—Creo que no. El único motivo por el que estas cosas riman es para que el brujo las recuerde. Lo que cuenta es la intención de las palabras, más que las palabras en sí. —Se volvió a inclinar sobre el libro—. Déjame un momento para traducirlo. Creo que puedo hacerlo manteniendo la rima. El latín es muy libre en su interpretación.

 

—Vale. —Nerviosa y temblorosa me recogí el pelo detrás de la oreja y miré al caldero de hechizos. No parecía muy contento.

 

—?Pars tibi, totum mihi. Vinctus vinculis, prece factis? —Nick levantó la vista—. Ah, ?Parte para ti, y para mí todo. Unidos por un vínculo, ese es mi ruego?.

 

Lo repetí obedientemente, sintiéndome idiota. Ensalmos, ?existía algo más manido? Lo siguiente sería ponerme a la pata coja con un pu?ado de plumas bajo la luna llena.

 

El dedo de Nick seguía el texto.

 

—?Luna servato, luxsanata. Chaos statutum, pejes minutum? —Arrugó el ce?o—. Yo diría: ?Bajo la seguridad de la luna, la luz sana. Caos decretado, en vano sea nombrado?.

 

Repetí sus palabras pensando que las brujas de líneas luminosas tenían una importante falta de imaginación.

 

—?Mentem tegens, malum ferens. Semper servís, dum duret mundus?. Ah, yo diría: ?Reclamo protección, portador de valor. Vinculados antes de que las palabras renazcan?.

 

—Oh, Nick —me quejé—, ?estás seguro de que lo estás traduciendo bien? Suena fatal.

 

Suspiró.

 

—A ver ahora. —Se lo pensó un momento—. También podría traducirlo como: ?Al abrigo de la mente, portador de dolor. Cautivos hasta que las palabras mueran?.

 

Podía vivir con eso y lo dije, sin sentir nada. Ambos miramos a Bob y esperamos a que el líquido ambarino se volviese transparente. Me palpitaba la sien, pero, aparte de eso, no pasó nada.

 

—Creo que lo he hecho mal —dije raspando el suelo con la zapatilla.

 

—Oh, mierda —dijo Nick y levanté la vista para encontrármelo mirando por encima de mi hombro hacia la puerta de la cocina. Tragó saliva y su nuez subió arriba y abajo.

 

Se me erizó el pelo de la nuca y la cicatriz de demonio palpitó. Se me cortó la respiración y me giré, pensando que Ivy debía de haber llegado a casa. Pero no era Ivy. Era un demonio.

 

 

 

 

 

16.

 

 

—?Nick! —grité dando un traspié hacia atrás. El demonio sonrió burlonamente. Parecía un aristócrata británico, pero lo reconocí. Era el que bajo la apariencia de Ivy me había rajado la garganta la primavera pasada. Choqué de espaldas contra la encimera. Tenía que salir corriendo. ?Tenía que salir de allí! ?Me mataría! Corrí frenéticamente para interponer la encimera entre nosotros y golpeé el caldero con el hechizo.

 

—?Cuidado con la poción! —gritó Nick alargando el brazo hacia el caldero, que se volcó.

 

Di un grito ahogado sin decir nada y aparté la vista del demonio lo suficiente como para ver que el líquido salpicaba. El agua con mi aura se derramó sobre la encimera, formando un charco color ámbar. Bob se salió del recipiente dando coletazos.

 

—?Rachel! —exclamó Nick—. ?Coge el pez! Tiene tu aura y puede romper el círculo.

 

Estoy dentro de un círculo, pensé, intentando controlar mi pánico. El demonio no. No puede hacerme da?o.

 

—?Rachel!

 

El grito de Nick me hizo apartar la vista del sonriente demonio. Nick estaba intentando desesperadamente atrapar a Bob, que se retorcía en la encimera, a la vez que intentaba evitar que el agua derramada llegase al borde. Me quedé helada. Apostaría a que el agua con el aura bastaría para romper el círculo. Me lancé a por el rollo de papel de cocina. Mientras Nick intentaba atrapar torpemente a Bob, corrí como loca alrededor de la encimera soltando metros de papel blanco para que absorbiese los riachuelos antes de que formasen charcos en el suelo que pudiesen llegar hasta el círculo. El corazón me latía como loco mientras frenéticamente intentaba alternar mi atención entre el agua y el demonio, que seguía de pie en la puerta, mirándonos con expresión desconcertada y divertida.

 

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