El bueno, el feo yla bruja

El demonio se aclaró la garganta y me aparté de Nick.

 

—Nick Sparagmos es mi mejor estudiante desde Benjamín Franklin —dijo el demonio haciendo que sonase perfectamente razonable con su acento mientras tocaba la pantalla de Ivy para dejarla azul. Sin embargo no me enga?aba. Un demonio no se dejaba influir por la pena, la culpabilidad o los remordimientos. Si hubiese encontrado una forma de entrar en mi círculo, nos habría matado a ambos por osar llamarlo desde siempre jamás… hubiese sido de forma intencionada o no.

 

—Aunque Atila podría haber llegado lejos si hubiese sido capaz de ver más allá de las aplicaciones militares —continuó diciendo mirándose las u?as—. Y es difícil superar a Leonardo di ser Piero da Vinci, por su indiscutible inteligencia.

 

—Engreído —mascullé y el demonio inclinó la cabeza graciosamente. Era más que evidente que si Nick tenía al demonio a su disposición durante tres a?os, haría lo que fuese por mantenerlo allí. Que era precisamente con lo que el demonio contaba.

 

—Mmm, Rachel —dijo Nick agarrándome por el codo—, ya que está aquí, deberías proporcionarle un nombre de invocación para que no aparezca cada vez que cierres un círculo y dibujes un pentagrama. Así es como supo mi nombre, se lo di a cambio de su nombre para invocarlo.

 

—Ya sé tu nombre, Rachel Mariana Morgan —dijo el demonio—. Lo que quiero es un secreto.

 

Se me hizo un nudo en el estómago.

 

—Claro —dije desganadamente buscando algo. Tenía unos pocos secretos. Mis ojos se posaron en la foto de mi padre y el de Trent y en silencio se la mostré a través de la lámina transparente de siempre jamás.

 

—?Qué secreto hay en eso? —se mofó el demonio—. Dos hombres delante de un autobús. —Luego parpadeó. Observé fascinada cómo las rajas horizontales de sus pupilas se ensanchaban hasta que sus ojos se volvieron casi completamente negros. Se levantó y alargó la mano para cogerla. Masculló una maldición cuando sus dedos chocaron contra la barrera. Olía a ámbar quemado.

 

Me dio un vuelco al corazón ante su repentino interés. Quizá fuese suficiente para pagar por completo mi deuda…

 

—?Te interesa? —le tenté—. Cancela mi deuda y te digo quiénes son los dos.

 

El demonio se echó hacia atrás riéndose.

 

—Oh, ?te crees que es tan importante? —se burló. Pero sus ojos siguieron la foto cuando la dejé sobre la encimera detrás de mí. Sin previo aviso, cambió de forma. El borrón rojo de siempre jamás se fundió y fluyó. Me quedé mirándolo fijamente y horrorizada comprobé que adoptaba mi cara. Incluso tenía mis pecas. Era como mirarme al espejo y se me pusieron los pelos de punta al ver cómo mi imagen se movía ajena a mi voluntad. Nick se quedó pálido y con la cara desencajada nos miraba al demonio y a mí.

 

—Sé quiénes son esos dos hombres —dijo el demonio con mi voz—. Uno es tu padre, el otro es el padre de Trenton Aloysius Kalamack. Pero ?el autobús del campamento? —Sus ojos se quedaron fijos en mí con taimado interés—. Rachel Mariana Morgan, la verdad es que me has ofrecido un buen secreto.

 

?Sabía el segundo nombre de Trent? Entonces había sido el mismo demonio el que nos había atacado a ambos. Alguien nos quería ver a los dos muertos. Por un instante estuve tentada de preguntarle al demonio quién había sido, pero luego bajé la vista. Podía averiguarlo por mí misma y así no me jugaría mi alma.

 

—Vale por haberme llevado a través de las líneas luminosas y para dejarme en paz para siempre —dije y el demonio se rió. Me pregunté si mis dientes eran realmente tan grandes cuando abrió mi boca.

 

—Oh, eres un encanto —dijo con mi voz y su acento—. Esa foto es suficiente quizá para comprar un nombre de invocación, pero si quieres cancelar tu deuda necesito algo más. Algo que pudiese suponer tu muerte si se susurra en los oídos adecuados.

 

La idea de poder librarme de él por completo me llenó de una osadía temeraria.

 

—?Y si te digo por qué estaba yo allí, en ese campamento? —Nick se movió nerviosamente junto a mí, pero si me libraba para siempre del demonio, merecería la pena.

 

El demonio se rió por lo bajo.

 

—No te hagas ilusiones, eso no puede valer tu alma.

 

—Entonces, te diré por qué estaba allí si puedo llamarte sin peligro incluso sin un círculo —le solté, pensando que no quería liquidar mi deuda simplemente para poder tener otro cara a cara conmigo más adelante.

 

Ante eso el demonio volvió a reírse, revolviéndome el estómago al transformar su apariencia grotescamente en el caballero inglés sin dejar de regocijarse.

 

—?Una promesa de seguridad sin círculo? —dijo frotándose los ojos cuando pudo hablar de nuevo—. No hay nada en este apestoso mundo de Dios que valga eso.

 

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