No pude evitar una sonrisa.
—Noooo —resumí sin querer confesarle que Piscary me daba un miedo de muerte, me provocaba un cosquilleo en la cicatriz de demonio y era el tío de mi compa?era de piso, a falta de mejores argumentos—. Nick es humano —dije—, sería un poco incómodo.
—?Sales con un humano! —susurró Janine abruptamente—. Oye, ?es verdad lo que dicen?
La miré de reojo cuando Paula terminó con la doctora Anders y se reunió con nosotras.
—?El qué? —le pregunté mientras Paula metía a su poco colaborador gato en una jaula plegable entre maullidos y bufidos. Me quedé mirando, espantada, mientras cerraba la cremallera.
—Ya sabes… —dijo Janine dándome un codazo—. ?Tienen…? Eh… ?de verdad son…?
Aparté la vista de la jaula que no paraba de sacudirse y sonreí abiertamente.
—Sí, lo son. De verdad lo son.
—?Vaya! —exclamó Janine agarrándose al brazo de Paula—. Tengo que conseguirme a un humano antes de que me haga demasiado vieja para apreciarlo.
Paula se puso colorada. Se la veía especialmente roja en contraste con su pelo rubio.
—?Calla! —susurró lanzando una mirada hacia la doctora Anders.
—?Qué? —dijo Janine sin sonrojarse lo más mínimo a la vez que abría su trasportín y su gato entraba voluntariamente en él para acurrucarse y ronronear—. No me casaría con uno de ellos, pero ?qué hay de malo en enrollarte con un humano mientras esperas al hombre perfecto? La primera esposa de mi padre era humana.
Nuestra conversación se cortó en seco cuando la doctora Anders se aclaró la garganta. Janine cogió su bolso y se deslizó del taburete del laboratorio. Sonreí débilmente a ambas mujeres, agarré de mala gana el bote de mantequilla de cacahuete con Bob dentro y me acerqué al frente. Llevaba los pentagramas de Nick bajo el brazo. La doctora Anders no levantó la vista cuando coloqué el recipiente en el espacio libre de su mesa. Estaba deseando acabar con esto y largarme de allí. Nick iba a llevarme en coche a la AFI esta noche después de comer para que pudiese hablar con Sara Jane. Glenn le había pedido que viniese para hacerse una idea de los hábitos diarios de Dan y yo quería preguntarle acerca de los movimientos de Trent durante los últimos días. Glenn no estaba muy contento con mi enfoque de la investigación, pero también era mi caso, maldita sea.
Nerviosa, me esforcé por apoyarme contra el respaldo de la silla junto a la mesa de la doctora Anders, preguntándome si Jenks tendría razón y que Sara Jane viniese a la AFI era una estratagema de Trent para echarme la zarpa. Una cosa estaba clara, la doctora Anders no era el cazador de brujos. Era mala, pero no era una asesina.
Las dos mujeres vacilaron en la puerta hacia el pasillo. Los trasportines con los gatos las hacían perder el equilibrio.
—Nos vemos el lunes, Rachel —dijo Janine.
Me despedí con la mano y la doctora Anders profirió un ruido de fastidio desde lo más profundo de su garganta. La tensa mujer colocó un formulario en blanco sobre el montón de papeles y escribió mi nombre con grandes letras de imprenta.
—?Tortuga? —aventuró la doctora Anders mirando el recipiente.
—Pez —dije sintiéndome como una idiota.
—Al menos conoce sus límites —dijo—. Siendo una bruja terrenal no será capaz de controlar ni la cantidad suficiente de siempre jamás para vincular a una rata, mucho menos para el gato que estoy segura que hubiese deseado.
Su voz sonaba casi condescendiente y tuve que aflojar las manos que apretaba con fuerza.
—?Sabe, se?orita Morgan? —dijo la doctora Anders levantando la tapa y echando una ojeada dentro—, mientras más cantidad de poder deba canalizar, más inteligente debe ser el familiar. Mi familiar es un loro gris de cola roja. —Me miró a los ojos—. ?Estos son sus deberes?
Ahogué una oleada de fastidio y le entregué una carpeta rosa llena de redacciones cortas. Debajo estaban los pentagramas salpicados de agua de Nick sobre un papel negro arrugado y rizado.
Los labios de la doctora Anders estaban tan apretados que se habían quedado sin circulación.
—Gracias —dijo dejando a un lado los dibujos de Nick sin tan siquiera mirarlos—. Se ha librado por ahora, se?orita Morgan; pero usted no debería estar en esta clase y la expulsaré en cuanto se presente la primera oportunidad.
Mantuve la respiración controlada. Sabía que no habría dicho eso si hubiese alguien más en la clase.
Bueno —murmuró como si estuviese cansada—, veamos cuánta cantidad de aura ha sido capaz de aceptar su pez.