—?Trae aquí! —exclamé arrebatándole el reloj. Lo arrojé sobre la encimera y descolgué el martillo para la carne del soporte sobre la isla y lo levanté.
—?No! —gritó Nick al ver salir volando las piezas del reloj por todas partes—. ?Todavía teníamos tres minutos!
Hice caso omiso y volví á golpearlo.
—?Lo ves! —exclamé dejando caer el martillo una y otra vez—. ?Ves lo listo que es? —La adrenalina hacía mis movimientos espasmódicos mientras blandía el martillo de madera frente a él—. Sabía que tenías ese reloj, ?solo estaba esperando! Por eso aceptó concederme una invocación segura. —Con un grito de frustración le arrojé el martillo al demonio y golpeó contra la invisible barrera del círculo, rebotando a mis pies con un repiqueteo. No había quedado mucho del reloj de Nick salvo una tapa abollada y fragmentos de cuarzo.
Nick se dejó caer contra la encimera con los dedos de una mano apretados contra la frente y la cabeza gacha.
—Creía que quería ense?arme —susurró—. Todas las veces lo único que intentaba era quedarse allí hasta que se rompiese el círculo.
Dio un respingo cuando lo toqué en el hombro y se me quedó mirando con ojos asustados. Finalmente sentía miedo.
—?Lo entiendes ahora? —le dije con amargura—. Te va a matar. Te va a matar y a quedarse con tu alma. Dime que no lo volverás a llamar, por favor.
Nick inspiró brevemente y me miró a los ojos sacudiendo la cabeza.
—Tendré más cuidado —susurró.
Frustrada me giré hacia el demonio.
—?Lárgate de aquí como te he dicho! —le grité.
Con una gracia sobrenatural, el demonio se puso en pie. La visión de un caballero británico se tomo un instante para ajustarse el encaje de su cuello y luego el de los pu?os con movimientos lentos y meditados, volvió a colocar la silla bajo la mesa. Inclinó la cabeza hacia mí y me miró con sus ojos rojos por encima de las gafas.
—Enhorabuena por vincular a tu familiar, Rachel Mariana Morgan —dijo—. Puedes invocarme con el nombre de Algaliarept. Si le dices a alguien mi nombre, serás mía por defecto. Y no creas que porque no tengas que estar en un círculo para invocarme estarás a salvo. Eres mía. Ni siquiera tu alma vale tu libertad.
Y con esas palabras desapareció en una nube roja de siempre jamás, dejando un aroma a grasa y a patatas fritas.
17.
Me senté en el taburete de laboratorio y di golpecitos con el tobillo contra el travesa?o.
—?Cuánto tiempo más crees que alargará esto? —le pregunté a Janine, haciendo un gesto con la cabeza hacia la doctora Anders. La mujer estaba sentada en su mesa delante de la pizarra, examinando a uno de los estudiantes.
Janine hizo una pompa con su chicle y enroscó el dedo en su envidiable pelo liso. El miedo que sentía antes por mi marca de demonio se había transformado en una osadía rebelde desde que le expliqué que era fruto de mi pasado en la SI. Sí, era un noventa por ciento mentira, pero no podía soportar su desconfianza hacia mí.
—La evaluación de los familiares es eterna —coincidió conmigo la joven, Con los dedos de la otra mano acariciaba el pelo entre las orejas de su gato. El manx blanco tenía los ojos cerrados y obviamente disfrutaba de sus atenciones. Miré a Bob. Lo había puesto en uno de esos enormes botes de mantequilla de cacahuete con tapadera para traerlo hasta aquí. Janine se había entusiasmado al verlo, pero sabía que lo hacía por lástima. Casi todos los demás tenían gatos. Uno tenía un hurón, lo que me pareció muy guay y el hombre que lo tenía decía que eran los mejores familiares.
Bob y yo éramos los únicos que quedábamos por evaluar y la sala estaba casi vacía. Janine estaba esperando a Paula, la alumna que estaba ahora con la doctora Anders. Estaba nerviosa y me acerqué al recipiente de Bob. Miré por la ventana hacia las luces que se encendían ahora sobre el aparcamiento.
Esperaba poder ver a Ivy esa noche. No nos habíamos cruzado desde que Nick la había dejado inconsciente. Sabía que había estado en casa. Había café en la jarra por la tarde y había borrado los mensajes. Se había levantado antes que yo. Eso no era propio de Ivy, pero no quería forzar una conversación antes de que ella estuviese lista.
—Oye —dijo Janine llamando mi atención—. Paula y yo vamos a comer en Piscary's antes de que se ponga el sol y el restaurante se llene de vampiros no muertos. ?Quieres venir? Te esperamos.
Su invitación me agradó más de lo que estaba dispuesta a admitir, pero negué con la cabeza.
—No, gracias. Ya he hecho planes con mi novio. —Nick estaba trabajando en el edificio contiguo y como terminaba sobre la misma hora a la que se suponía que acababa mi clase, íbamos él a cenar y yo a almorzar a Mickyd's.
—Dile que se venga —insistió Janine. La raya azul del ojo no pegaba con el resto de su aspecto refinado—. Tener un chico en una mesa de chicas siempre atrae a los solteros guapos.