—Este ya no te da miedo —dijo alterando su voz para hacerla más grave y volver a cargarla de acento inglés—. Es una pena. Me gustaba mucho sentirme joven y cargado de testosterona, pero ya sé lo que te da miedo. Pero mantengamos el secreto, ?eh? No hace falta que Nick Sparagmos lo sepa. Todavía no. Puede que quiera comprarme la información más adelante.
La respiración de Nick sonaba áspera junto a mí mientras el demonio se quitaba la gorra de motorista, que inmediatamente desapareció en la bruma de siempre jamás y volvió a cambiar, retomando su anterior forma de aristócrata británico con encajes y terciopelo verde. Me sonrió por encima de sus redondas gafas ahumadas.
—Este me servirá mientras tanto —dijo.
Di un respingo cuando Nick me tocó.
—?Por qué estás aquí? —le preguntó—. Nadie te ha llamado.
El demonio no dijo nada y contempló la cocina con manifiesta curiosidad. Demostrando una agilidad de depredador, comenzó a rodear la iluminada habitación. Sus brillantes botas de hebilla no hacían ruido sobre el linóleo.
—Sé que eres nueva en todo esto —reflexionó en voz alta mientras le daba golpecitos a la copa de brandy del se?or pez sobre el alféizar y el este se estremeció—, pero normalmente el que invoca está fuera del círculo y el invocado dentro. —Se giró sobre un talón y la cola de su chaqueta revoloteó tras él—. Te ofrezco eso gratis, Rachel Mariana Morgan, por haberme hecho reír. No me reía desde la Revelación. Todos nos reímos entonces.
Mi pulso se había normalizado, pero me notaba las rodillas flojas. Quería sentarme, pero no me atrevía.
—?Cómo puedes estar aquí? —le pregunté—. Este es suelo consagrado.
La personificación de la gracia británica abrió mi nevera. Haciendo un ruidito de desaprobación, hurgó entre las sobras y sacó una fiambrera medio vacía de glaseado de caramelo.
—Oh, sí, me gusta esta modalidad. Estar fuera es siempre mucho más interesante. Creo que te contestaré a esa pregunta gratis también. —Derrochando encanto del viejo continente, tiró de la tapa del glaseado. La tapa de plástico azul desapareció en una mancha de siempre jamás y el demonio introdujo en la fiambrera la cuchara dorada que había ocupado su lugar—. Esto no es suelo consagrado —dijo plantado en mi cocina con su traje de caballero mientras se comía el glaseado—. La cocina fue a?adida después de que el santuario fuese bendecido. Podríais santificar todo el edificio, pero entonces conectarías tu dormitorio con la línea luminosa del cementerio. Ooohh, ?no sería eso maravilloso?
Una sensación de repugnancia me revolvió el estómago por lo que eso pudiese significar. Con las cejas arqueadas me miró por encima de sus gafas ahumadas, arrojando repentinamente una tremenda cantidad de rabia por sus ojos rojos.
—Será mejor que tengas algo que merezca la pena ser oído o voy a estar bien cabreado.
Me erguí al comprenderlo. El demonio creía que yo lo había invocado con una oferta de información para pagar mi deuda con él. Se me disparó de nuevo el pulso a toda velocidad cuando la fiambrera con el glaseado desapareció de la mano del demonio y este se acercó al círculo.
—?No lo hagas! —le solté cuando dio un golpecito en la lámina de siempre jamás que nos separaba. La cara del demonio perdió la gracia y con una expresión terriblemente seria dirigió su atención a la unión de la lámina con el suelo. Me aferré al brazo de Nick mientras el demonio mascullaba algo acerca de descuartizar a los invocadores miembro a miembro y sobre lo poco considerado que era interrumpir a alguien durante la cena o una velada de tele. La adrenalina se me disparó cuando el demonio se disolvió en una bruma rojiza y se coló a través de las tablas del suelo. Me apreté más contra Nick y mis rodillas amenazaron con ceder.
—Está comprobando si hay alguna tubería —dije—. No hay ninguna tubería. He mirado. —El miedo me provocaba dolor en los hombros mientras esperaba a que el demonio ascendiese a través del suelo junto a mis pies y me matase—. ?He mirado! —afirmé, intentando convencerme a mí misma. Sabía que el círculo atravesaba rocas y raíces y que la parte de arriba llegaba hasta el desván, pero mientras no hubiese un conducto abierto, como un cable de teléfono o una tubería de gas, el círculo sería seguro. Incluso un ordenador portátil podría romper el círculo si estuviese conectado a la red y entrase un Correo electrónico.
—Oh, Dios, ha vuelto —dijo Nick en voz baja cuando el demonio reapareció fuera del círculo y contuve una risita, sabiendo que sonaría histérica. ?Qué tipo de vida llevaba para que ver a un demonio me pareciese algo gracioso?
El demonio se plantó delante de nosotros y sacó de un diminuto bolsillo del chaleco una cajita de algo que probablemente no fuese rapé y esnifó un pellizco de un polvo negro por ambas ventanas de la nariz.
—Has hecho un buen círculo —dijo entre refinados estornudos—. Tan bueno como los de tu padre.
Abrí los ojos de par en par y me acerqué hasta el borde del círculo.