El bueno, el feo yla bruja

—Vale… —Se quedó en silencio y el tictac del reloj pareció sonar más fuerte. Siguió leyendo—. Ahora tienes que ponerte de pie sobre tu espejo adivinatorio y empujar tu aura hacia abajo, hacia tu reflejo. —Arrugó los ojos con gesto de preocupación al cruzarse nuestras miradas—. ?Sabes hacer eso?

 

—En teoría. Por eso he sido tan escrupulosa con el círculo. Hasta que recupere mi aura, seré vulnerable a cualquier cosa. —Nick asintió y se quedó con la mirada perdida, pensativo—. ?Me observas para decirme si funciona? No puedo ver mi propia aura.

 

—Claro. No te va a doler, ?verdad?

 

Negué con la cabeza y cogí el espejo adivinatorio para dejarlo en el suelo. Miré hacia abajo para ver su oscura superficie y me recordó por qué me había esforzado tanto para evitar la magia de líneas luminosas. Su perfecta negrura pareció absorber toda la luz, pero al mismo tiempo seguía brillando. No podía verme reflejada en él y me dio repelús.

 

—Descalza —a?adió Nick y me quité las zapatillas. Respiré hondo y me puse sobre el espejo. Estaba tan frío como negro y tuve que reprimir un escalofrío. Sentí como si fuese a colarme por él, como si fuese un pozo.

 

—Aahh —exclamé poniendo cara rara ante la sensación de absorción bajo los pies.

 

Nick se quedó mirando y se levantó para mirar a mis pies por encima de la encimera.

 

—Funciona —dijo quedándose pálido de repente.

 

Tragué saliva y me pasé las manos por la cabeza como si me escurriese agua. Me dolía la cabeza con palpitaciones.

 

—Oh, sí —dijo Nick con tono asqueado—, así sale mucho más rápido.

 

—Es una sensación horrible —mascullé sin dejar de empujar mi aura hacia los pies. Sabía que estaba yéndose por el suave dolor que su ausencia dejaba. Tenía un regusto metálico en la lengua y miré a la superficie negra para quedarme boquiabierta al ver en ella mi reflejo por primera vez. Me caía el pelo rojo por la cara, exactamente como habría esperado, pero mis rasgos se perdían en una mancha color ámbar.

 

—?Mi aura es marrón? —pregunté.

 

—Es color oro brillante —dijo Nick mientras arrastraba el taburete hasta mi lado de la encimera—. En su mayoría. Creo que ya está toda. ?Seguimos?

 

Noté cierta incomodidad en su voz y lo miré a los ojos.

 

—Por favor.

 

—Bien. —Se sentó y se colocó el libro en el regazo. Con la cabeza gacha leyó el siguiente pasaje—. Vale, pon el espejo en el medio de transferencia, con cuidado de que los dedos no toquen el medio o tu aura se volverá a ti y tendrás que empezar de nuevo.

 

Me negué a mirar al espejo. Me preocupaba verme atrapada en él. Con los hombros tensos volví a ponerme las zapatillas. Me dolían los pies y la cabeza me palpitaba, anunciando una migra?a. Si no acababa pronto, ma?ana iba a tener que encerrarme en una habitación oscura con un pa?o en la cabeza todo el día. Levanté el espejo y con mucho cuidado lo dejé caer en el medio. Las manchas del geranio salvaje desaparecieron al instante, disueltas por mi aura. Ponían los pelos de punta, incluso a mí y no pude evitar un ?ooohhh? de asombro.

 

—?Qué viene ahora? —pregunté deseando terminar para poder recuperar mi aura.

 

La cabeza de Nick se volvió a inclinar sobre el libro.

 

—Ahora tienes que ungir a tu familiar con el medio de transferencia, pero tienes que tener cuidado de no tocar el medio tú. —Levantó la vista—. ?Cómo se unge a un pez?

 

Noté que se me quedaba la expresión desencajada.

 

—No lo sé. ?Quizá baste con deslizarlo en el caldero junto con el espejo? —Alargué la mano para coger el libro de su regazo y pasé la página—. ?No dice nada de cómo convertir a un pez en tu familiar? —pregunté—. Todo lo demás está ahí.

 

Nick apartó mis manos de las páginas cuando rasgué una.

 

—No. Prueba a meter a tu pez en el caldero de hechizos. Si no funciona, probaremos otra cosa.

 

Se me agrió el humor.

 

—No quiero que mi aura huela a pescado —dije mientras metía la mano en el recipiente de Bob y Nick se reía por lo bajo.

 

Bob no quería entrar en el caldero de hechizos. Intentar atrapar su escurridizo cuerpo en un recipiente redondo era casi imposible. Había sido fácil sacarlo de la ba?era. Simplemente la vacié hasta que se quedó varado. Pero ahora, tras un momento de frustrantes capturas fallidas, estaba dispuesta a vaciar el recipiente por el suelo. Finalmente lo atrapé. Salpicando agua por la encimera lo eché en el caldero. Miré dentro y vi cómo sus agallas bombeaban el líquido color ámbar.

 

—Vale —dije deseando que estuviese bien—. Ya está ungido. ?Y ahora?

 

—Solo un ensalmo. Y cuando el medio de transferencia se haga transparente, ya puedes recuperar el aura que te haya dejado tu familiar.

 

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