El bueno, el feo yla bruja

Aterrorizada, me quedé allí sentada, rodeándome con los brazos. Soy una cazarrecompensas, no una asesina de demonios.

 

La profesora parecía enfadada y daba golpecitos con su bolígrafo sobre la mesa.

 

—?En qué estaba pensando para invocar a un demonio? Esas cosas son peligrosas.

 

—No lo llamé —le solté—. Tiene que creerme. Apareció por su cuenta. Ve, le debo un favor por llevarme a través de las líneas luminosas después de que alguien lo enviase para matarme. Era la única forma de volver con Ivy antes de que me muriese desangrada. Y debió pensar que intentaba llamarlo para saldar mi deuda por el círculo y los pentagramas que Nick estaba copiando… eh… para mí.

 

Sus ojos se volvieron hacia los dibujos salpicados de agua.

 

—?Los ha hecho su novio?

 

De nuevo asentí, incapaz de mentirle abiertamente.

 

—Iba a volver a hacerlos yo misma después —dije—. No tenía tiempo para hacer los deberes de dos semanas y atrapar a un asesino al mismo tiempo.

 

La doctora Anders se irguió.

 

—Yo no he matado a mis antiguos alumnos.

 

Bajé la vista y noté que empezaba a calmarme.

 

—Lo sé.

 

La doctora inspiró y contuvo la respiración durante un instante antes de volver a espirar. Noté algún tipo de fuerza de líneas luminosas pasar entre ambas y me quedé sentada, mirándola con los ojos muy abiertos y preguntándome qué estaba haciendo.

 

—No cree que los haya matado yo —dijo finalmente y la sensación de estar masticando papel de aluminio cesó—. Entonces, ?por qué está en mi clase?

 

—El capitán Edden de la AFI me inscribió para que demostrase que usted es el cazador de brujos —dije—. No me pagará si no sigo su idea. Usted es detestable, autoritaria y la persona más mezquina que he conocido desde mi profesor de cuarto, pero no es una asesina.

 

La mujer mayor se hundió en la silla cuando la tensión la abandonó.

 

—Gracias —susurró—, no sabe lo bien que sienta oír a alguien decir eso. —Echó la cabeza hacia atrás sorprendiéndome con una ligera sonrisa—. Lo de no ser una asesina —a?adió—. Ignoraré el resto de adjetivos.

 

—No me gustan las líneas luminosas, doctora Anders —le solté al ver en ella un atisbo de humanidad—. ?Dónde está el resto de mi aura?

 

Cogió aire para decir algo, pero se detuvo y su mirada se dirigió por encima de mis hombros hacia la puerta. Me giré en la silla al oír un indeciso golpe en el marco de la puerta. Nick se asomó por la puerta entreabierta y noté que se me encendía la cara.

 

—Lo siento, doctora Anders —dijo mostrando su identificación de trabajador de la universidad que colgaba de una pinza de su camisa—, ?puedo interrumpirla un momento?

 

—Estoy con una alumna —dijo adoptando de nuevo su tono profesional—. Estaré con usted en un momento si puede esperar en el pasillo. ?Podría cerrar la puerta, por favor?

 

Nick hizo una mueca y parecía incómodo allí de pie con sus vaqueros y camisa informal.

 

—Eh, es con Rachel con quien quiero hablar. Siento mucho interrumpir así. Trabajo en el edificio contiguo. —Se giró para mirar por el pasillo y de nuevo hacia la sala—. Quería saber si se encuentra bien y ?podría decirme cuánto tiempo va a tardar?

 

—?Quién es usted? —preguntó la doctora Anders con el rostro carente de expresión.

 

—Es Nick —dije avergonzada—. Mi novio.

 

Encorvado por la vergüenza, Nick se movía nerviosamente.

 

—Ni siquiera sé por qué he venido a molestarla —dijo—. Esperaré fuera.

 

Una fugaz expresión que me pareció de horror cruzó el rostro de la doctora Anders. Nos miró a mí y a Nick alternativamente y luego se puso en pie. Taconeando, tiró de Nick y cerró la puerta tras él.

 

—Quédese aquí —dijo dejándolo desconcertado delante de su mesa. Los pentagramas de Nick reposaban delante de nosotros como pruebas del delito. La doctora Anders se quedó de pie delante de la ventana, mirando hacia el aparcamiento y dándonos la espalda.

 

—?De dónde sacó un hechizo para vincular a un familiar en latín? —preguntó.

 

Nick me puso la mano en el hombro solidariamente y desee no haberlo involucrado en esto jamás.

 

—Mmm, de uno de mis libros antiguos de hechizos —admití pensando que quería tener a Nick allí para corroborarlo—. Fue el único hechizo que pude encontrar en tan poco tiempo. Pero me sé los pentagramas, solo que no tenía tiempo de hacerlos.

 

—Hay un ensalmo de vinculación en el apéndice de su libro de clase —dijo con tono cansado—. Se supone que tenía que usar ese. —No estaba preocupada por los pentagramas y una sensación de frialdad me invadió cuando se dio la vuelta. Las arrugas de su cara parecían más duras con la luz fluorescente—. Dígame exactamente qué es lo que hizo.

 

Nick me hizo un gesto de ánimo con la cabeza.

 

—Eh, primero hice el medio de transferencia —dije—, después cerré el círculo.

 

—Modificado para invocar y proteger —me interrumpió Nick—. Y yo estaba dentro con ella.

 

Kim Harrison's books