Bajé la cabeza con una mueca al pensar en mi patético mobiliario, parte del cual seguía en el almacén. Ivy tenía unos muebles preciosos, de líneas suaves y sólidas. Los cajones nunca se atascaban y los cierres metálicos encajaban perfectamente al cerrarse. Yo quería algo así. Algo duradero. Algo que me trajesen a casa ya montado. Algo que soportase un ba?o de agua salada si alguna vez volvían a echarme una maldición mortal.
Pero eso no sucedería jamás, pensé apartando el catálogo. Lo de comprar muebles bonitos, no lo de la maldición mortal. Mis ojos se deslizaron del brillante papel hasta mi libro de clase de líneas luminosas. Me quedé mirándolo pensativa. Era capaz de canalizar más poder que la mayoría y mi padre no quería que lo supiese. La doctora Anders pensaba que yo era idiota. Solo había una cosa que pudiese hacer.
Cogí aire y me acerqué el libro. Pasé las páginas hasta el final y busqué los apéndices, deteniéndome en el ensalmo para vincular a un familiar. Era todo ritualístico, con notas que hacían referencia a técnicas que no me sonaban de nada. El ensalmo no estaba en latín y no había que hacer ninguna poción ni usar ninguna planta. Me resultaba tan ajeno como la geometría y no me gustaba sentirme estúpida.
Las páginas hicieron un agradable sonido al pasarlas rápidamente hacia el principio para buscar algo que entendiese. Detuve las páginas metiendo el pulgar al encontrar un ensalmo para cambiar la dirección de objetos en movimiento. Guay, pensé. Era exactamente para lo que había querido comprar una varita.
Me senté derecha en la silla, me crucé de piernas y me incliné sobre el libro. Se suponía que había que usar la energía almacenada de la línea luminosa para manipular objetos peque?os y conectarse directamente con una línea para objetos más grandes o que se movían con rapidez. El único objeto físico que necesitaba era algo que sirviese de punto focal.
Levanté la vista cuando Jenks entró revoloteando por la ventana abierta de la cocina.
—Hola, Rachel —dijo alegremente—, ?qué haces?
Alcancé el catálogo de muebles y lo superpuse sigilosamente sobre mi libro.
—Nada —dije mirando hacia abajo—. Pareces de buen humor.
—Acabo de venir de casa de tu madre. Ya sabes, es estupenda. —Voló hasta la encimera de la isla central y aterrizó en ella para quedar casi a la altura de mis ojos—. Jax lo está haciendo muy bien. Si a tu madre le parece maja la idea, voy a dejar que pruebe a hacerse un jardín que le permita vivir de él.
—??Maja?? —pregunté pasando la página de unas preciosas mesitas para el teléfono. ?Cómo algo tan peque?o podía costar tanto?
—Sí, ya sabes… guay, ok, que si le gusta, si da el visto bueno.
—Ya sé lo que significa —dije reconociendo que era una de las expresiones favoritas de mi madre y pensando que era raro que se la hubiese pegado a Jenks.
—?Has hablado ya con Ivy? —me preguntó.
—No.
Mi frustración quedó patente en una sola palabra. Jenks titubeó y luego, entrechocando las alas, voló en picado hasta posarse en mi hombro.
—Lo siento.
Me esforcé por dedicarle una expresión agradable al echar la cabeza hacia atrás y meterme un rizo detrás de la oreja.
—Sí, yo también.
Jenks produjo de pronto un ruido airado con sus alas.
—Y bieeeen, ?qué escondes debajo del catálogo? ?Estás mirando las tiendas de ropa de cuero de Ivy?
Apreté la mandíbula.
—No es nada —dije en voz baja.
—?Estás pensando en comprar muebles? —dijo burlonamente—. No fastidies.
Picada, lo espanté con la mano.
—Sí. Quiero muebles que no sean de contrachapado, perdón, laminado. Al lado de las cosas de Ivy, las mías parecen muebles de camping.
Jenks se rió y el aire de sus alas me echó el pelo hacia la cara.
—Pues cómprate algo bonito la próxima vez que tengas dinero.
—Como si eso fuese a pasar alguna vez —mascullé.
Jenks voló rápidamente bajo la mesa. Como no me fiaba de él, me agaché para ver qué estaba haciendo.
—?Oye, para! —grité moviendo el pie a la vez al notar que me tiraba del zapato. Salió disparado y cuando volví a incorporarme tras volver a atarme el cordón del zapato, vi que había tirado del catálogo de encima del libro y estaba leyéndolo con los brazos en jarras.
—?Jenks! —me quejé.
—Creía que no te gustaban las líneas luminosas —dijo ascendiendo para volver a caer donde estaba—. Especialmente ahora que no puedes usarlas sin poner en peligro a Nick.
—Y no me gustan —dije deseando no haberle contado que accidentalmente había convertido a Nick en mi familiar—, pero mira, esta parte es fácil.
Jenks se quedó en silencio y sus alas decayeron mientras leía el encantamiento.
—?Vas a probarlo?
—No —dije enseguida.
—No le pasará nada a Nick si extraes la energía directamente de la línea. No se enterará nunca. —Jenks se puso de lado para poder vernos a mí y al libro a la vez—. Aquí dice que no tienes por qué usar energía almacenada si puedes extraerla de una línea, ?lo ves?
—Sí —dije lentamente sin mucho convencimiento.
Jenks sonrió abiertamente.
—Si aprendes a hacer esto podrás vengarte de los Howlers. Todavía tienes las entradas para el partido del domingo, ?no?
—Si —dije con cautela.