Jenks caminó pavoneándose por la página con las alas rojas por la excitación.
—Podrías obligarles a pagarte y como tendrás el cheque de Edden para pagar el alquiler, podrías comprarte un bonito zapatero de roble o algo así.
—Siií —dije sin más rodeos.
Jenks me miró maliciosamente por debajo de su flequillo rubio.
—A no ser que te dé miedo.
Entorné los ojos.
—?No te ha dicho nunca nadie que eres un verdadero cabroncete?
Se echó a reír y se elevó dejando caer un rastro brillante de polvo pixie.
—Si me diesen una moneda por cada vez que me lo llaman… —musitó. Revoloteó acercándose y aterrizó en mi hombro—. ?Es difícil?
Me incliné sobre el libro y me aparté el pelo hacia el otro lado para que él también pudiese leer.
—No y eso es lo que me preocupa. Hay un ensalmo y necesito un punto focal. Tendré que conectarme con una línea luminosa y hay que hacer un gesto… —Arrugué el ce?o y di un golpecito en el libro. No podía ser tan fácil.
—?Vas a probar?
Me vino a la cabeza la idea de que Algaliarept pudiese enterarse de que estaba conectándome con la línea luminosa, pero siendo de día y teniendo un acuerdo, pensé, estaría a salvo.
—Sí.
Me senté más erguida en la silla y me calmé. Con mi segunda visión busqué la línea luminosa. El sol ocultaba cualquier visión de siempre jamás, pero la línea luminosa se veía lo suficientemente clara en mi mente. Parecía una ráfaga de sangre seca colgada sobre las tumbas. Pensé que era realmente fea y con cuidado alargué el brazo para tocarla. Inspiré por la nariz provocando un silbido y me tensé.
—?Estás bien, Rachel? —me preguntó Jenks tirándose de mi hombro.
Asentí con la cabeza gacha sobre el libro. La energía fluyó a través de mí más rápido que otras veces y las fuerzas se equipararon rápidamente. Era casi como si las veces anteriores hubiesen despejado los canales. Me preocupaba usar demasiada energía e intenté hacer descender parte hacia abajo, para que saliese por los pies. No sirvió de nada, la fuerza entrante simplemente volvía a llenarme por completo.
Me resigné a sufrir la desagradable sensación y mentalmente cerré mi segunda visión y levanté la vista. Jenks me observaba preocupado. Le brindé una sonrisa de ánimo y él hizo un gesto con la cabeza, aparentemente aliviado.
—?Qué te parece esto? —dijo tras volar hasta mi arsenal de bolas rellenas de agua. La esfera roja era tan grande como su cabeza y obviamente pesaba, pero la levantó sin problemas.
—Me vale perfectamente —coincidí—. Lánzame una e intentaré desviarla.
Pensé que esto era más fácil que machacar plantas y hervir agua. Dije el ensalmo y con la mano dibujé una curva descendente en el aire, imaginándome que estaba escribiendo mi nombre con una bengala el cuatro de julio. Dije la última palabra cuando Jenks lanzó la bola.
—?Ay! —grité cuando una corriente de fuerza de la línea luminosa me quemó la mano izquierda. Ofuscada, miré a Jenks que se reía de mí—. ?Qué he hecho mal?
Se acercó volando con la bola roja que había recogido cuando rodó hasta él bajo el brazo.
—Te has olvidado de tu punto focal. Toma, usa esto.
—Ah —dije avergonzada y cogí la bola roja que dejó caer en mi palma—. Probemos de nuevo —dije mientras la acunaba en mi mano recesiva, como decía el libro. Me concentré en su fría y suave superficie, dije el ensalmo y esbocé la figura en el aire con la mano derecha.
Jenks lanzó otra bola con un agudo silbido de las alas que me sobresaltó y dejé escapar un chorro de energía. Esta vez funcionó. Reprimí un grito al notar que la energía de la línea luminosa salía disparada desde mi mano y se dirigía hacia la bola. La alcanzó de lleno y la estrelló contra la pared, dejando una mancha goteante.
—?Sí! —exclamé, devolviéndole la amplia sonrisa a Jenks—. ?Mira eso! ?Ha funcionado!
Jenks voló hasta la encimera para coger otra bola.
—Prueba de nuevo —me soltó, lanzándola impacientemente hacia el techo.
Esta vez me salió más rápido. Descubrí que podía decir el encantamiento y hacer el gesto simultáneamente mientras mantenía la energía de la línea luminosa con la voluntad hasta que decidía liberarla. Así conseguía gran capacidad de control y enseguida logré no golpear la bola con tanta fuerza como para romperla al golpear contra la pared. Mi puntería mejoraba también y pronto el fregadero se llenó de las bolas que había ido rebotando de la ventana. El se?or Pez no parecía muy contento.
Jenks era un compa?ero muy colaborador. Revoloteaba por toda la cocina lanzando las bolas rojas hacia el techo. De pronto abrí los ojos de par en par cuando me lanzo una directamente hacia mí.
—?Eh! —grité lanzando la bola por el agujero para pixies del cristal—. ?A mí no!