El bueno, el feo yla bruja

—Se?ora Morgan —dijo Nick sonriendo y ofreciéndole la mano.

 

Ella se la estrechó y no pude evitar una mueca al ver que tiraba de él para darle un abrazo. Era bastante más bajita que él y tras un primer momento de sobresalto, Nick me sonrió por encima de su cabeza.

 

—Me alegro muchísimo de conocerte —dijo mi madre soltándolo y girándose hacia Jenks. El pixie había volado hasta el techo.

 

—Hola, se?ora Morgan. Está muy guapa esta noche —dijo con cautela a la vez que descendía ligeramente.

 

—Gracias. —Sonrió y sus escasas arrugas se hicieron más profundas. La casa olía a salsa para espaguetis y me preguntaba si tenía que haber advertido a mi madre de que Nick era humano—. Bueno, pasad adentro. ?Os quedáis a comer? Estoy haciendo espaguetis y no es ningún problema a?adir un poco más.

 

No pude evitar suspirar mientras nos conducía a la cocina. Lentamente comencé a relajarme. Parecía que mi madre estaba controlando su lengua más que de costumbre. Entramos en la cocina iluminada por la lámpara del techo y respiré más tranquila. Todo parecía normal, normal para un humano. Mi madre ya no hacía muchos hechizos y únicamente la cubeta de disoluciones con agua salada junto a la nevera y el caldero de cobre en la hornilla daban algunas pistas. Había asistido al instituto durante la Revelación y su generación era muy discreta.

 

—Solo hemos venido a recoger mi material de líneas luminosas —dije sabiendo que mi intención de entrar y salir pitando era una causa perdida al ver que el caldero estaba lleno de agua hirviendo para la pasta.

 

—No es ninguna molestia —dijo y a?adió un pu?ado de espaguetis, miró a Nick de arriba abajo y a?adió otro—. Son más de las siete. Tendréis hambre, ?verdad, Nick?

 

—Sí, se?ora Morgan —dijo, a pesar de mi mirada suplicante.

 

Mi madre le dio la espalda a la hornilla, satisfecha.

 

—Y para ti, Jenks, no tengo gran cosa en el jardín, pero sírvete lo que encuentres. O si quieres puedo mezclarte un poco de azúcar con agua.

 

Jenks se entusiasmó.

 

—Gracias, se?ora —dijo revoloteando tan cerca que le levantó las puntas de su pelo rojo—. Echaré un vistazo en el jardín. ?Le importa si recojo el polen de su croco? A mis ni?os les vendría divinamente a estas alturas de la temporada.

 

Mi madre sonrió ampliamente.

 

—Por supuesto, sírvete tú mismo. Esas malditas hadas han acabado con todo buscando ara?as. —Arqueó las cejas y me quedé helada durante un momento de pánico. Se le había ocurrido algo y no había forma de saber qué era—. ?Es posible que alguno de tus ni?os estuviera interesado en un trabajo de verano? —le preguntó y solté el aire aliviada.

 

Jenks aterrizó en la mano que ella le ofrecía con las alas brillando en un tono rosa de satisfacción.

 

—Sí, se?ora, mi hijo Jax estaría encantado de trabajar en su jardín. él y mis dos hijas mayores mantendrán a esas hadas alejadas. Se los mandaré ma?ana, antes del amanecer si lo desea. Para cuando se tome su primera taza de café, no quedará ni un hada a la vista.

 

—?Maravilloso! —exclamó mi madre—. Esas malditas cabronas llevan en mi jardín todo el verano. Me sacan de quicio.

 

Nick se sobresaltó al oír una palabrota en boca de una se?ora tan afable y me encogí de hombros.

 

Jenks salió volando describiendo un arco desde la puerta trasera hasta mí, indicándome que se la abriese.

 

—Si no le importa —dijo suspendido en el aire sobre el pomo—, solo voy a echar un vistazo. No quiero que se tope con algo inesperado. No es más que un ni?o y quiero asegurarme de que sabe con qué tiene que tener cuidado.

 

—Excelente idea —dijo mi madre taconeando sobre el suelo de linóleo. Encendió la luz trasera y lo dejó salir—. ?Bueno! —dijo al volverse mirando a Nick—. Por favor, siéntate. ?Quieres algo de beber? ?Agua? ?Café? Creo que tengo una cerveza en algún sitio.

 

—Un café sería estupendo, se?ora Morgan —dijo Nick sacando una silla de debajo de la mesa y sentándose en ella. Abrí la nevera para sacar el café y mi madre me quitó el paquete de las manos, protestando con quejas maternas en voz baja hasta que me senté junto a Nick. Arrastré la silla y deseé que no armase tanto alboroto. Nick sonrió, obviamente disfrutando de verme tan inquieta.

 

—Café —dijo revoloteando por la cocina—, admiro a los hombres a los que les gusta el café con la comida. No tienes ni idea de lo contenta que estoy de conocerte, Nick. Hace mucho tiempo desde la última vez que Rachel trajo a un chico a casa. Incluso en el instituto no estaba muy por labor de salir con chicos. Empezaba a preguntarme si iba a inclinarse hacia la otra acera, ya sabes a qué me refiero.

 

—?Mamá! —exclamé y sentí que se me ponía la cara tan roja como el pelo.

 

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