Jenks salió revoloteando hacia arriba y luego hacia abajo, mirando fijamente a Nick hasta que volvió a poner las manos de nuevo sobre el volante.
—No —dijo el pixie—. Lo digo en serio. Dale un poco más de tiempo. Ha oído tu mensaje y se está calmando. —Jenks salió volando para ir a sentarse en el salpicadero delante de mí—. Tía, ?qué le has hecho? No paraba de repetir que no iba a ser capaz de protegerte y que Piscary se iba a enfadar con ella y que no sabía qué iba a hacer si te marchabas. —Sus diminutas facciones adoptaron una expresión de preocupación—. ?Rachel? Quizá deberías mudarte, este es demasiado incluso para ti.
Sentí frío al oír el nombre del vampiro no muerto. Quizá no fuese yo quien la presionase demasiado, quizá había sido Piscary quien la había empujado a hacerlo. No habría pasado nada si lo hubiese dejado cuando se lo pedí la primera vez. Probablemente Piscary había entendido que Ivy no era la dominante en nuestra extra?a relación y quería que rectificase la situación, el muy cabrón. No era asunto suyo.
Nick metió la marcha y las ruedas crujieron e hicieron saltar la grávida del aparcamiento.
—?A la iglesia? —preguntó.
Miré a Jenks y este negó con la cabeza. Fue el atisbo de miedo en su expresión lo que me obligó a tomar una decisión.
—No —dije. Esperaría, le daría tiempo para recuperarse.
Nick pareció tan aliviado como Jenks. Nos incorporamos al tráfico y nos dirigimos hacia el puente.
—Bueno —dijo Jenks. Al ver que no llevaba los pendientes puestos, saltó hacia arriba para sentarse en el espejo retrovisor—, de todas formas ?qué demonios es lo que ha pasado?
Volví a subir la ventanilla al sentir el frío de la noche en la húmeda brisa.
—La presioné demasiado durante el entrenamiento. Intentó convertirme en… eh…, intentó morderme. Nick la noqueó con mi caldero de hechizos.
—?Intentó morderte?
Aparté la vista de fuera y miré a Jenks. Contemplé cómo sus alas se iluminaban con los faros del coche de atrás y se quedaban inmóviles, luego se convertían en un borrón para volver a quedarse quietas. Jenks miró la cara avergonzada de Nick y luego a mi expresión preocupada.
—Oooohh —dijo abriendo los ojos de par en par—, ahora lo pillo. Quería vincularte a ella para que solo ella pudiese hacer responder tu cicatriz a las feromonas de vampiro. Y tú la rechazaste. Dios mío, debe de estar avergonzada. No me extra?a que esté disgustada.
—Jenks, cállate —le dije, reprimiendo las ganas de agarrarlo y tirarlo por la ventana, aunque nos alcanzaría en el próximo semáforo en rojo.
El pixie revoloteó hasta el hombro de Nick y se quedó observando las luces del salpicadero.
—Bonita furgoneta.
—Gracias.
—?De producción?
—Modificada —contestó Nick cambiando la mirada de las luces traseras del coche de delante a Jenks, cuyas alas se agitaron rápidamente y luego se calmaron.
—?Cuál es la velocidad punta?
—Doscientos cuarenta con el sistema de óxido nitroso.
—?Joder! —juró el pixie admirado, volando de nuevo hasta el retrovisor—. Compruébale los conductos, huelo una fuga.
Los ojos de Nick saltaron a una mugrienta palanca que obviamente no venía de fábrica situada bajo el salpicadero y luego volvió a mirar a la carretera.
—Gracias. Ya me parecía a mí. —Lentamente entreabrió la ventanilla.
—De nada.
Abrí la boca para preguntar, pero luego la cerré. Debían ser cosas de chicos.
—Bueeeeeno —dijo Jenks alargando las vocales—, ?vamos a casa de tu mamá?
Asentí.
—Sí, ?quieres venir?
Jenks se elevó tres centímetros al pasar por un bache y se mantuvo en el aire con las piernas cruzadas.
—Claro, gracias. Su croco debe de estar en flor todavía. ?Crees que le importará que me lleve un poco de polen a casa?
—?Por qué no se lo preguntas a ella?
—Lo haré. —Una sonrisa llenó su cara—. Será mejor que te pongas un poco de maquillaje en ese chupetón.
—?Jenks! —exclamé llevándome la mano al cuello para tapármelo. Se me había olvidado. Me puse roja mientras Jenks y Nick intercambiaban estúpidas miraditas de macho. Que Dios me perdone, pero me parecía haber vuelto a la edad de las cavernas: ?Yo marcar mujer para que Glurg aparte sus peludas manos de ella?.