El bueno, el feo yla bruja

—?El concejal? —dijo él con un tono de estupefacción—. ?Es sospechoso?

 

—Dios me libre —mentí—. Estoy siguiendo una pista que tenemos acerca de un acosador que pudiera estar abriéndose camino hacia él.

 

—Oh. —Hubo un momento de silencio y luego continuó—. Sí. De hecho hablamos con él.

 

Una descarga de adrenalina me hizo erguirme.

 

—Lo conocimos en una representación la pasada primavera —dijo el hombre—. Lo recuerdo porque era Los Piratas de Penzance y a mí me parecía que el cabecilla de los piratas se parecía al se?or Kalamack. Luego cenamos en la Torre Carew y nos reímos juntos de ello. No estará en peligro, ?verdad?

 

—No —dije con el corazón saltándome en el pecho—. Le rogaría que fuese discreto en cuanto a esta línea de investigación hasta que demostremos que es falsa. Siento mucho lo de su esposa, se?or Graylin, era una mujer encantadora.

 

—Gracias, la echo mucho de menos. —Colgó el teléfono tras un incómodo silencio.

 

Dejé el teléfono en la mesa y esperé tres latidos antes de susurrar un triunfante: ??Sí!?. Cuando me daba una vuelta en la silla giratoria me encontré a Glenn en el marco de la puerta.

 

—?Qué estás haciendo? —me preguntó dejando otro montón de papeles delante de mí.

 

—Nada. —Sonreí abiertamente sin dejar de balancearme atrás y adelante en la silla.

 

Se acercó a su escritorio y pulsó un botón en la base del teléfono. Frunció el ce?o al ver el último número marcado en una diminuta pantalla.

 

—No he dicho que puedas llamar a esa gente. —Se enfadó y se puso rígido—. El pobre hombre está intentando superar esto. Lo último que necesita es que vengas tú a desenterrarlo todo de nuevo.

 

—Solo le hice una pregunta. —Con las piernas cruzadas di vueltas en la silla sin dejar de sonreír.

 

Glenn miró hacia atrás a la oficina.

 

—Eres una invitada aquí —dijo violentamente—, si no eres capaz de jugar con mis reglas… —Se detuvo—. ?Por qué sigues sonriendo?

 

—El se?or y la se?ora Graylin cenaron con Trent un mes antes de que fuese atacada.

 

El detective se irguió en toda su estatura y dio un paso atrás entornando los ojos.

 

—?Te importa si llamo al siguiente? —le pregunte. Miró al teléfono junto a mi mano y hacia atrás, a la oficina central. Con una forzada naturalidad entrecerró la puerta.

 

—Pero habla bajito.

 

Satisfecha conmigo misma, me acerqué más el tocho de papeles. Glenn volvió a sentarse delante del ordenador y se puso a teclear con irritante lentitud.

 

Mi estado de ánimo se templó enseguida al ojear el informe del forense, aunque esta vez me salté la parte de la foto. Aparentemente el hombre había sido devorado vivo, empezando por las extremidades hacia el tronco. Sabían que había permanecido vivo por el patrón de desgarro de las heridas. Y estaban bastante seguros de que había sido devorado por la ausencia de partes del cuerpo.

 

Intenté ignorar la imagen mental que me facilitaba mi imaginación y llamé al número de contacto. No hubo respuesta, ni siquiera un contestador. Entonces llamé a su antiguo puesto de trabajo, pensando que había encontrado un patrón al ver el nombre: Seguridad Seary. La mujer que contestó fue muy amable, pero no sabía nada salvo que la esposa del se?or Seary estaba en un balneario intentando aprender a conciliar el sue?o de nuevo. Sin embargo miró en los archivos, y me dijo que habían sido contratados para instalar una caja fuerte en la mansión Kalamack.

 

—Seguridad… —murmuré mientras pinchaba el informe del se?or Seary al tablón de anuncios encima de las notas adhesivas de Glenn para separarlo del resto—. Oye, Glenn, ?tienes más notas adhesivas de estas?

 

Revolvió en el cajón de su escritorio y me lanzó un paquete seguido de un bolígrafo. Garabateé el nombre de la empresa del se?or Seary y lo pegué a su informe. Tras un momento de reflexión, hice lo mismo con el de la mujer, escribiendo ?dise?adora de cajas fuertes? en la nota. A?adí una segunda nota con ?Habló con T? rodeado por un círculo de tinta negra.

 

Un raspeo en el pasillo me hizo levantar la vista del tercer informe. Esbocé una sonrisa evasiva al reconocer al poli obeso, con una bolsa de patatas fritas en la mano. Respondió a nuestros gestos con la cabeza y se apoyó en el marco de la puerta.

 

—?Glenn te ha puesto a hacerle de secretaria? —preguntó con un acento sure?o muy, muy cerrado.

 

—No —contesté sonriéndole dulcemente—. Trent Kalamack es el asesino de brujos y estoy simplemente dedicando un momento a atar los cabos.

 

Gru?ó y miró a Glenn, quien le devolvió la mirada cansada, acompa?ada de un encogimiento de hombros.

 

—Rachel —dijo—, este es el agente Dunlop. Dunlop, esta es la se?orita Morgan.

 

—Encantada —dije sin ofrecerle la mano por miedo a recuperarla cubierta de aceite de las patatas.

 

Sin pillar la indirecta, el hombre entró dejando caer miguitas en el suelo embaldosado.

 

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