Me esforcé por ocultar una sonrisita. ?No quería quejas? ?Cuántos documentos podrían ser?
Glenn se levantó y levanté la vista.
—Voy a recogerlo. Quédate aquí hasta que vuelva.
Asentí y él se marchó. Girando mi silla de lado a lado esperé mientras oía las charlas de fondo. Sonreí. No me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos la camaradería de mis colegas cazarrecompensas de la SI. Sabía que si salía del despacho de Glenn, las conversaciones se detendrían y las miradas se volverían frías, pero si me quedaba aquí escuchando, podría fingir que alguien se paraba a decirme hola, o a preguntarme mi opinión sobre un caso difícil o a contarme un chiste verde para verme reír.
Suspiré y me levanté para sacar la rata de Glenn de la bolsa. Dejé al horrible animal con ojos peque?os y brillantes sobre el archivador desde donde vigilaría a Glenn. Un raspeo en la puerta me hizo girarme de golpe.
—Ah, hola —dije al ver que no era Glenn.
—Se?ora. —El fornido agente de la AFI miró primero mi pantalón de cuero y luego mi pase de visitante. Me giré para que pudiese verlo mejor. El pase, no el pantalón.
—Soy Rachel —dije—. Estoy ayudando al detective Glenn. Ha ido a recoger unos listados.
—?Rachel Morgan? —dijo—. Creía que eras una vieja arpía.
Abrí la boca desencajada de rabia y luego la cerré al entenderlo. La última vez que me vio probablemente sí que parecía una vieja arpía.
—Aquello era un disfraz —dije arrugando la bolsa y tirándola—. Así es como soy en realidad.
Volvió a mirarme de arriba abajo.
—Vale. —Se giró y se marchó y entonces respiré aliviada.
Ya se había marchado cuando Glenn entró dando grandes pasos con un aspecto verdaderamente preocupado. Tenía un buen montón de papeles en la mano y admití que al fin y al cabo la recopilación de información de la AFI debía de estar a la par con la de la SI. Se quedó de pie en el centro de la habitación durante un momento y luego empujó los papeles de la mesa alargada contra la pared y hacia la esquina.
—Este es el primer listado —dijo dejando los informes en el espacio que había dejado despejado—. Vuelvo enseguida con los del sótano.
Me detuve a mitad de camino cuando iba a cogerlo. ?El primero? Creía que eso era todo. Tomé aire para preguntarle, pero ya se había ido. El grosor del informe era impresionante. Acerqué rodando la silla a la mesa y me puse a un lado para no darle la espalda a la puerta. Me senté con las piernas cruzadas y me coloqué el tocho de papeles sobre el regazo.
Reconocí la foto de la primera víctima porque la SI la había facilitado a los periódicos. Era una atractiva mujer mayor con una sonrisa maternal. A juzgar por el maquillaje y las joyas se diría que habían sacado la foto de un ambiente profesional, como en una de esas poses de los aniversarios y cosas así. Le faltaban tres meses para jubilarse de una empresa de seguridad que dise?aba cajas fuertes resistentes a la magia. Murió a consecuencia de las ?complicaciones sufridas tras la violación?. Todo esto eran ya noticias sabidas. Pasé al informe del forense y mi mirada recayó en la foto. Se me encogieron las tripas y cerré de golpe el informe. Me entró frío de pronto y tuve que mirar hacia fuera a través de la puerta, hacia la oficina. Sonó un teléfono y alguien lo cogió. Inspiré de nuevo y contuve la respiración. Me obligué a respirar reteniendo el aire un momento para no hiperventilar.
Supongo que de alguna manera poco precisa podría considerarse violación. Las entra?as de la mujer habían sido arrancadas por entre las piernas y le colgaban hasta las rodillas. Me pregunté cuánto tiempo habría permanecido con vida durante ese suplicio y luego desee no haberlo pensado siquiera. Con el estómago del revés, me prometí a mí misma no mirar más fotos.
Con los dedos temblorosos intenté concentrarme en el informe. La AFI había sido sorprendentemente exhaustiva, dejándome únicamente con una pregunta por contestar. Estirándome alcancé el teléfono inalámbrico de encima del escritorio. Mientras marcaba el número de su familiar más cercano, advertí que me dolía la mandíbula por haberla tenido apretada demasiado rato. Contestó un hombre mayor.
—No —le aseguré cuando intentó colgarme—, no llamo de un servicio de citas. Encantamientos Vampíricos es una agencia de cazarrecompensas independiente. Estoy cooperando con la AFI para identificar a la persona que atacó a su mujer. —La imagen de la mujer tirada, retorcida y rota en la mesa de autopsias apareció en mi mente. La aparté de allí para ocultarla donde probablemente se quedaría hasta que intentase dormir. Ojalá su marido no hubiera visto la foto. Recé porque no hubiese sido él quien encontró el cadáver.
—Siento molestarle, se?or Graylin —dije con mi mejor tono profesional—. Tengo solo una pregunta. ?Es posible que su esposa hablase en algún momento antes de su muerte con el se?or Trent Kalamack?