El bueno, el feo yla bruja

 

Necesité más valor del que me gustaría admitir para salir del servicio de se?oras. Me preguntaba si todo el mundo sabría que me había derrumbado. Rose había sido inesperadamente amable y comprensiva, pero estaba segura de que los agentes de la AFI lo usarían en mi contra. ?La brujita mona es demasiado blanda para jugar con los mayores? Glenn me lo recordaría de por vida.

 

Eché un vistazo rápido y nervioso por encima de las oficinas abiertas. Con pasos vacilantes avancé por la oficina y no vi caras de burlas, sino mesas vacías. Todo el mundo estaba de pie fuera del despacho de Glenn, curioseando dentro desde donde se oían grandes voces.

 

—Perdón —murmuré apretándome el bolso contra mí y abriéndome paso a empujones entre los agentes uniformados. Me detuve justo en el umbral de la puerta y me encontré con la habitación llena de gente con armas y esposas discutiendo.

 

—Morgan. —El hombre que había estado comiendo patatas fritas me agarró del brazo y tiró de mí hacia dentro—. ?Estás mejor?

 

Me llevé una mano al pecho, tropezando por la abrupta entrada.

 

—Sí —dije titubeante.

 

—Me alegro. He llamado al último por ti. —Dunlop me miró a los ojos. Los suyos eran marrones y parecía que podía ver a través de su alma de lo sinceros que eran—. Espero que no te importe. Me moría de curiosidad. —Se pasó la mano por el bigote limpiándolo de grasa mientras sus ojos se posaban en los seis informes clavados sobre las notas de Glenn. Recorrí la habitación con la mirada. Cada uno de los hombres y mujeres me devolvió la mirada al notar que yo los miraba a ellos. Me reconocieron y volvieron a sus conversaciones. Todos sabían que había echado la papilla, pero ante la ausencia de comentarios, parecía que había roto el hielo de una forma un poco retorcida. Quizás al desmoronarme les había demostrado que era tan humana como ellos, más o menos.

 

Glenn estaba sentado junio a su escritorio, con los brazos cruzados y sin decir nada, escuchando los distintos argumentos. Me dedicó una mirada irónica con las cejas arqueadas. Al parecer, la mitad de la habitación quería arrestar a Trent, pero la otra mitad se sentía demasiado intimidada por su poder político y querían más pruebas. Había menos tensión en la habitación de lo que yo creía al oírlos gritarse los unos a los otros. Daba la impresión de que a los humanos les gustaba hacer las cosas en reuniones escandalosas.

 

Puse el bolso en el suelo, junto a la mesa, y me senté para leer el último informe. El periódico había dicho que la última víctima era un antiguo nadador olímpico. Había muerto en su ba?era, ahogado. Trabajaba para una cadena de televisión local como el hombre del tiempo estrella, pero había asistido a clases de manipulación de líneas luminosas. La nota que tenía pegada decía que su hermano no sabía si había hablado con Trent o no. Quité el informe del tablón y me obligué a revisarlo, prestando más atención a las conversaciones a mi alrededor que a lo que leía.

 

—Se está riendo de nosotros —dijo una mujer morena curtida en la calle que discutía con un agente delgado y nervioso. Todo el mundo excepto Glenn y yo estaba de pie y me sentía como si estuviese en el fondo de un pozo.

 

—El se?or Kalamack no es el cazador de brujos —protestó el hombre con una voz nasal—. Regala más a Cincinnati que Papá Noel.

 

—Eso encaja con el perfil —lo interrumpió Dunlop—. Has visto los informes. Quienquiera que haya hecho esto está loco. Doble personalidad, probablemente esquizofrénico.

 

Hubo un suave murmullo en las oficinas adyacentes, aunque las discusiones se arremolinaban solo en esta. Por poco que mi opinión contase, yo estaba de acuerdo con Dunlop. Quienquiera que fuese estaba un poquitín esquizoide. Trent encajaba con esa descripción perfectamente.

 

El hombre nervioso se irguió y recorrió la habitación con la mirada en busca de apoyo.

 

—Vale, el asesino está loco, sí —admitió con un tonito irritante—, pero yo conozco al se?or Kalamack y ese hombre no es más asesino que mi madre.

 

Pasé la página hasta el informe del forense para leer que nuestro nadador olímpico efectivamente había muerto en su ba?era, pero esta estaba llena de sangre de brujo. Un mal presentimiento comenzó a abrirse paso entre el horror. Se necesita mucha sangre para llenar una ba?era. Mucha más de la que posee una persona, más bien harían falta dos docenas de personas. ?De dónde había salido? Un vampiro no la habría desaprovechado así.

 

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