El bueno, el feo yla bruja

—Edden me ha obligado a asistir a una clase de líneas luminosas —dije sin querer contarle que estaba trabajando en el caso del asesino de brujos. Todavía no. No quería arruinar el beso con una discusión—. Necesito un familiar o la bruja me suspenderá. Y eso significa que necesito el caldero grande para hechizos.

 

—Oh. —Se quedó callado y me pregunté si se lo imaginaría de todas formas—. Claro —dijo lentamente—, ?te parece bien que te lo traiga esta noche?

 

Cuando asentí a?adió:

 

—Vale, nos vemos entonces.

 

—Gracias, Nick. Adiós.

 

Contenta por haberle sonsacado la promesa de vernos esa noche, empujé la puerta para abrirla y me detuve a medio camino cuando una voz masculina exclamó una protesta. Miré fuera para encontrarme con Glenn en el escalón haciendo malabarismos con tres bolsas de comida rápida y una bandeja de bebidas.

 

—?Glenn! —exclamé alargando la mano para sujetar las bebidas—. Dame. Pasa. Este es Nick, mi novio. Nick, este es el detective Glenn.

 

?Nick, mi novio?; si, me gustaba como sonaba.

 

Cambiándose las bolsas a la otra mano, Glenn extendió la derecha.

 

—Mucho gusto —dijo formalmente aún en la calle. Llevaba un elegante traje gris que hacía parecer la ropa informal de Nick desali?ada. Arqueé las cejas al ver la vacilación de Nick antes de estrecharle la mano a Glenn. Estaba segura de que era por la placa de la AFI de Glenn. Mejor no preguntar.

 

—Encantado de conocerle —dijo Nick para luego volverse hacia mí—. Yo, eh, te veo esta noche, Rachel.

 

—Vale. Adiós. —Incluso a mí me sonó un poco abatido. Nick se balanceó de un pie a otro antes de inclinarse hacia delante para darme un beso en la comisura de la boca. Creo que fue más para demostrar su estatus de novio que por un intento de demostrar cari?o. En fin.

 

Sin hacer ruido con sus zapatillas, Nick bajó apresuradamente los escalones y se dirigió a su furgoneta azul oxidada aparcada junto al bordillo. Me invadió una sensación de preocupación al ver sus hombros hundidos y andares forzados. También Glenn lo observaba, pero su expresión era más bien de curiosidad.

 

—Pasa —le repetí con la mirada fija en las bolsas de comida y le abrí más la puerta. Glenn se quitó las gafas de sol con una mano y se las guardó en el bolsillo interno de la chaqueta. Con su constitución atlética y recortada barba parecía un agente del servicio secreto anterior a la Revelación.

 

—?Ese era Nick Sparagmos? —preguntó cuando Nick se alejó en la furgoneta—. ?El que era una rata?

 

Me enfureció oír cómo lo decía, como si convertirse en una rata o un visón fuese algo moralmente reprobable. Me apoyé una mano en la cadera, inclinándome peligrosamente y a punto de derramar el hielo de los refrescos. Obviamente su padre le había contado más de la historia de lo que Glenn me había dejado entrever.

 

—Llegas tarde.

 

—Me paré para comprar algo de comer para todos —dijo fríamente—. ?Te importa si paso?

 

Me eché hacia atrás y él atravesó el umbral. Enganchó la puerta con el pie y la cerró de un tirón tras él. El olor a patatas fritas se hizo irresistible en la repentina penumbra del vestíbulo.

 

—Bonito conjunto —dijo—. ?Cuánto tiempo has tardado en pintártelo?

 

Ofendida, me miré los pantalones de cuero y la blusa de seda roja remetida por dentro. Siempre me había preocupado llevar cuero antes del anochecer hasta que Ivy me convenció de que la piel de alta calidad que había comprado elevaba el look de ?bruja blanca chusma? a ?bruja blanca con clase?. Ella sabía de lo que hablaba, pero yo seguía siendo muy susceptible al respecto.

 

—Esto es lo que me pongo para trabajar —le solté—. Me ahorra injertos de piel si tengo que salir corriendo y acabo rodando por el asfalto. ?Algún problema?

 

Limitó sus comentarios a un evasivo gru?ido y me siguió hasta la cocina. Ivy levantó la vista del mapa y sin decir nada miró las bolsas de la hamburguesería y las bebidas.

 

—Bueno —dijo socarronamente—, ya veo que has sobrevivido a la pizza. Todavía puedo pedirle a Piscary que te muerda si quieres.

 

Me animé al ver la repentina expresión arisca de Glenn. Emitió un desagradable gru?ido desde lo más profundo de su garganta y me acerqué para guardar los gofres congelados al darme cuenta de que el tostador no estaba enchufado.

 

—Te zampaste la pizza bien rápido anoche. Admítelo, te gustooooó —dije socarronamente.

 

—Me la comí para salvar la vida. —Con un movimiento rápido se sentó a la mesa y se acercó las bolsas. La imagen de un hombre negro alto con un traje caro y una pistolera desenvolviendo comida rápida resultaba rara—. Me fui a casa y estuve de rodillas frente a la taza del váter durante dos horas seguidas —a?adió e Ivy y yo intercambiamos miradas, muertas de risa.

 

Ivy apartó su trabajo a un lado, cogió la hamburguesa que estaba menos aplastada y la bolsa más llena de patatas. Me acomodé en una silla junto a Glenn. El se alejó hasta el fondo de la mesa sin ni siquiera intentar disimular.

 

—Gracias por el desayuno —dije comiéndome una patata antes de desenvolver mi hamburguesa haciendo crepitar el papel.

 

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