El bueno, el feo yla bruja

Yo me encogí de hombros y me acerqué más los colines de pan.

 

—No le harán da?o. —Me eché hacia atrás y observé a la gente divirtiéndose satisfecha y me acordé de Nick y del tiempo que hacía que no salíamos. Había empezado a comerme el segundo colín cuando apareció un camarero. Permanecimos aún en silencio y expectantes mientras limpiaba la mesa de miguitas y platos usados. El cuello del hombre debajo de la camisa azul de satén era una mara?a de cicatrices. La más reciente aún tenía el borde rojo y parecía dolorosa. Su sonrisa hacia Ivy me pareció demasiado deseosa por complacerla, demasiado parecida a la de un cachorrito. Lo odiaba. Me preguntaba cuáles habrían sido sus sue?os antes de convertirse en el juguetito de alguien.

 

Sentí un hormigueo en la cicatriz del demonio y recorrí con la mirada la sala abarrotada de gente hasta ver al propio Piscary que nos traía la comida. Las cabezas se giraban a su paso, atraídas por el fabuloso aroma que emanaba de los platos en alto. El volumen de las conversaciones bajó considerablemente. Piscary depositó la bandeja frente a nosotros con una complaciente sonrisa. La necesidad de que se reconociese su habilidad culinaria resultaba extra?a en alguien con tanto poder oculto.

 

—Lo llamaré ?Necesidad de temere? —dijo.

 

—?Oh, Dios mío! —dijo claramente Glenn asqueado por encima del silencio—. ?Tiene tomate!

 

Ivy le dio un codazo en el estómago lo suficientemente fuerte como para cortarle la respiración. La sala se quedó completamente en silencio, excepto por el ruido que llegaba de arriba, y me quedé mirando a Glenn.

 

—Uff, ?qué maravilla! —dijo respirando con dificultad.

 

Sin dedicarle a Glenn ni una mirada, Piscary cortó la pizza en porciones con destreza profesional. Se me hizo la boca agua ante el olor del queso fundido y la salsa.

 

—Huele estupendamente —dije con admiración. Mi desconfianza anterior se había desvanecido ante la perspectiva de la comida—. Mis pizzas nunca me salen así.

 

El hombrecito arqueó una de sus finas y casi inexistentes cejas.

 

—?Usas salsa de bote?

 

Asentí y luego me pregunté cómo lo sabía.

 

Ivy miró hacia la cocina.

 

—?Dónde está Jenks? Debería estar aquí para esto.

 

—Mi personal está jugando con él —dijo Piscary animadamente—. Supongo que saldrá pronto. —El vampiro no muerto sirvió la primera porción en el plato de Ivy, luego en el mío y después en el de Glenn. El detective de la AFI apartó el plato con un dedo, asqueado. Los demás clientes murmuraban, expectantes por ver nuestra reacción ante la última creación de Piscary.

 

Ivy y yo cogimos inmediatamente nuestras porciones. El olor a queso era potente, pero no lo suficiente como para ocultar el de las especias y el tomate. Le di un bocado. Cerré los ojos extasiada. Tenía la justa cantidad de salsa de tomate para arropar al queso y el queso suficiente para aguantar el resto de ingredientes. Estaba tan buena que no me importaba si tenía azufre psicotrópico.

 

—Oh, ya podéis quemarme en la hoguera —dije con un gemido mientras masticaba—. Está absolutamente deliciosa.

 

Piscary asintió y la luz se reflejó en su cabeza rapada.

 

—?Y qué te parece a ti, peque?a Ivy?

 

Ivy se limpió la salsa de la barbilla.

 

—Por esto merece la pena volver de entre los muertos.

 

El cocinero suspiró.

 

—Ya puedo descansar tranquilo al amanecer.

 

Mastiqué más despacio y me volví como todos los demás para mirar a Glenn. Estaba sentado inmóvil entre Ivy y yo, con la mandíbula apretada en una mezcla de determinación y náuseas.

 

—Mmm —balbuceó mirando a la pizza. Tragó saliva y parecía que las náuseas iban ganando terreno.

 

La sonrisa de Piscary desapareció e Ivy fulminó a Glenn con la mirada.

 

—Come —le dijo lo suficientemente alto como para que lo oyese todo el restaurante.

 

—Y empieza por la punta, no por la corteza —le advertí. Glenn se pasó la lengua por los labios.

 

—Tiene tomate —dijo y apreté los labios. Esto era exactamente lo que esperaba evitar. Cualquiera diría que le habíamos pedido que comiese larvas vivas.

 

—No seas imbécil —dijo Ivy cáusticamente—. Si de verdad piensas que el virus T4 ángel se ha saltado cuarenta generaciones de tomates y ha vuelto a aparecer en una especie completamente nueva solo para ti, le pediré a Piscary que te muerda antes de irnos. Así no te morirás sino que simplemente te convertirás en vampiro.

 

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