Jenks se posó en la baja lámpara de ara?a y la luz que atravesaba sus alas reflejaba puntos verdes y dorados sobre la mesa. Glenn lo iba asimilando todo en silencio y claramente intentaba no parecer desconcertado ante la visión de los camareros con cicatrices y buena presencia. Tanto los chicos como las chicas eran todos jóvenes, con unas caras sonrientes y complacientes que me estaban poniendo los nervios de punta.
Ivy no dijo nada más acerca de Kist, por lo que le estuve agradecida. Era vergonzoso comprobar lo rápido que actuaban las feromonas de vampiro sobre mí, haciéndome pasar de un ?piérdete? a un ?ven aquí?. Por culpa de la gran cantidad de saliva de vampiro que el demonio me inyectó mientras intentaba matarme, mi resistencia a las feromonas de vampiro era casi nula.
Glenn apoyó los codos con cuidado sobre la mesa.
—No me has contado cómo te fue la clase —me dijo.
Jenks se rió.
—Fue un infierno. Dos horas de críticas y reproches sin descanso.
Me dejó boquiabierta.
—?Y tú cómo lo sabes?
—Me volví a colar. ?Qué le hiciste a esa mujer, Rachel? ?Mataste a su gato?
Me ardía la cara. Saber que Jenks lo había presenciado todo empeoraba más las cosas.
—La tía es una arpía —dije—. Glenn, si quieres lincharla por haber matado a esa gente, adelante. Ya sabe que es sospechosa. La SI estaba allí y casi le da un ataque de nervios. Pero yo no he encontrado nada que se pareciese ni remotamente a un motivo ni a un sentimiento de culpabilidad.
Glenn retiró los brazos de la mesa y se apoyó en el respaldo.
—?Nada?
Negué con la cabeza.
—Solo que Dan tuvo una entrevista el viernes después de clase. Creo que esa era la gran noticia que iba a contarle a Sara Jane.
—Dejó todas sus clases el viernes por la noche —dijo Jenks—. Pidió el reembolso de toda la matrícula. Debió hacerlo por correo electrónico.
Miré con los ojos entornados al pixie sentado junto a las bombillas.
—?Cómo lo sabes?
Agitó las alas convirtiéndolas en un borrón y sonrió de oreja a oreja.
—Visité la oficina de secretaría durante el descanso de la clase. ?Te creías que la única razón por la que te acompa?aba era para hacer bonito en tu hombro?
Ivy tamborileó en la mesa con las u?as.
—No pensaréis estar toda la noche hablando de trabajo, ?verdad?
—?Peque?a Ivy! —exclamó una voz fuerte y todos levantamos la vista. Un hombre bajito y enjuto con delantal de cocinero se acercaba zigzagueando hasta nosotros desde el otro lado del restaurante, sorteando con soltura las mesas—. ?Mi querida Ivy! —gritó por encima del ruido—. Qué pronto has vuelto, ?y con amigos!
Miré a Ivy sorprendida al ver un ligero color sonrosado en sus pálidas mejillas. ??Peque?a Ivy??.
—??Peque?a Ivy?? —dijo Jenks desde lo alto—. ?A qué viene eso?
Ivy se levantó para darle un embarazoso abrazo al hombre cuando este se detuvo frente a nosotros. La imagen resultaba extra?a, ya que él era unos quince centímetros más bajito que ella. El le devolvió el abrazo con una palmadita paternalista en la espalda. Arqueé las cejas sorprendida. ?Ivy lo había abrazado?
Los ojos negros del cocinero tenían un brillo que parecía de placer. El olor a salsa de tomate y sangre llegó hasta mí. Obviamente era un vampiro practicante. Pero aún no sabría decir si estaba muerto o no.
—Hola, Piscary —dijo Ivy al sentarse, y Jenks y yo intercambiamos una mirada. ?Este era Piscary? ?Uno de los vampiros más poderosos de Cincinnati? Nunca había visto a un vampiro con aspecto más inofensivo.
Piscary era de hecho unos tres o cuatro centímetros más bajito que yo y parecía llevar sus menudas proporciones con soltura. Tenía la nariz estrecha, los ojos almendrados separados y unos labios finos que contribuían a darle un aspecto exótico. Sus ojos eran muy oscuros y le brillaban al quitarse el gorro de cocinero y metérselo por el lazo del delantal. Tenía la cabeza rapada al cero y su piel color miel ambarina centelleaba bajo la luz de la lámpara sobre la mesa. La camiseta y los pantalones de color claro que llevaba podrían ser de cualquier tienda, pero lo dudaba. Le daban un aspecto de clase media acomodada y su sonrisa entusiasta reforzaba esa idea en mi mente. Piscary controlaba gran parte de los bajos fondos de Cincinnati, pero al verlo, me pregunté cómo lo hacía.
Mi habitual desconfianza sana hacia los vampiros no muertos se redujo a una cauta prudencia.
—?Piscary? —pregunté—, ?el mismo de Pizza Piscary's?
El vampiro sonrió ense?ando los dientes. Eran más largos que los de Ivy (era un auténtico no muerto) y parecían muy blancos en contraste con su piel morena.
—Sí, soy el due?o de Pizza Piscary's. —Su voz sonó profunda para un marco tan peque?o y parecía arrastrar la fuerza de la arena y el viento. Los sutiles restos de un acento extranjero me hicieron preguntarme cuánto tiempo hacía que hablaba nuestro idioma.
Ivy se aclaró la garganta, apartando mi atención de sus rápidos ojos oscuros. Por algún motivo la visión de sus dientes no había hecho saltar mi habitual alarma de rodillas temblorosas.
—Piscary —dijo Ivy—, esta es Rachel Morgan y él es Jenks; son mis socios.