El bueno, el feo yla bruja

Glenn vaciló y no pude evitar hacer una mueca exasperada. Menudo infeliz.

 

Entramos en fila detrás de Ivy cuando la manada de lobos era conducida hasta su mesa. El restaurante estaba lleno, algo normal en un día entre semana. Piscary's tenía la mejor pizza de Cincinnati y no hacían reservas. El calor y el ruido me relajaron y me quité la chaqueta. Las vigas rústicas de madera parecían rebajar la altura del techo y la rítmica cadencia de Rehumanize Yourself de Sting se filtraba por las anchas escaleras. Más allá había unos amplios ventanales con vistas al negro río y a la ciudad al otro lado. Había un barco de tres pisos, obscenamente caro, atracado en el muelle. Las luces del muelle se reflejaban en el nombre en la proa: Solar. Guapos chicos de edad universitaria se movían diligentemente con sus uniformes escasos de tela, unos más sugerentes que otros. La mayoría eran humanos sometidos, ya que el personal vampiro tradicionalmente se encargaba de la parte de arriba, que estaba menos supervisada.

 

El camarero jefe arqueó las cejas al ver a Glenn. Supe que era el camero jefe porque su camisa estaba solo medio desabrochada y porque lo decía en su chapa.

 

—?Mesa para tres? ?Iluminada o no?

 

—Iluminada —interpuse antes de que Ivy pudiese decir lo contrario. No quería ir arriba. Parecía que había jaleo.

 

—Entonces tardará unos quince minutos. Pueden esperar en el bar si lo desean.

 

Suspiré. Quince minutos. Siempre eran quince minutos. Quince minutitos que se alargaban hasta treinta, luego cuarenta y luego ya no te importaba esperar otros diez con tal de no tener que ir al siguiente restaurante para empezar otra vez de cero.

 

Ivy sonrió ense?ando los dientes. Sus colmillos no eran más grandes que los míos, pero estaban afilados como los de un gato.

 

—Esperaremos aquí, gracias.

 

Casi hipnotizado por la sonrisa de Ivy el camarero asintió. Por la camisa abierta dejaba entrever su pecho cruzado por pálidas cicatrices. No era lo que los camareros llevaban en la cadena de restaurantes para toda la familia Denny's, pero ?quién era yo para quejarme? Poseía un aspecto blando que a mí no me gustaba en los hombres, pero a algunas mujeres sí.

 

—No tardará mucho —dijo clavando sus ojos en los míos al advertir mi atención sobre él. Entreabrió los labios sugerentemente—. ?Quieren pedir ya?

 

Una pizza pasó en una bandeja y separando los ojos de él miré a Ivy y me encogí de hombros. No habíamos venido para cenar pero ?por qué no? Olía estupendamente.

 

—Sí —dijo Ivy—. Una extragrande con todo menos pimiento y cebolla.

 

Glenn apartó su atención de lo que parecía un aquelarre de brujas aplaudiendo la llegada de su comida. Cenar en Piscary's era toda una celebración.

 

—Dijiste que no íbamos a quedarnos.

 

Ivy se volvió hacia él con el negro de los ojos creciendo.

 

—Tengo hambre, ?te parece bien?

 

—Claro —murmuró Glenn. Inmediatamente Ivy recobró la compostura.

 

—A lo mejor podríamos compartir la mesa con alguien. Me muero de hambre —dijo dando golpecitos en el suelo con el pie. Sabía que no se pondría muy vampiresa aquí. Podría desencadenar una reacción en cadena en los vampiros que nos rodeaban y Piscary perdería su calificación A en la LPM.

 

LPM eran las siglas de Licencia Pública Mixta e implicaba una estricta prohibición de derramamientos de sangre en el local, era una norma estándar para la mayoría de los locales que servían alcohol desde la Revelación. Así se creaba una zona de seguridad que necesitábamos nosotros, los pobres para los que muerto significa muerto de verdad. Si había demasiados vampiros juntos y alguno derramaba sangre, el resto tenía tendencia a perder el control. No había problema si todos eran vampiros, pero a la gente no le gustaba cuando una noche de marcha con sus seres queridos se convertía en una eternidad en el cementerio. O algo peor.

 

Existían clubes y locales nocturnos sin LPM, pero no estaban tan concurridos ni generaban tanto dinero. A los humanos les gustaban los locales con LPM en los que podían flirtear con la seguridad de que una mala decisión de alguien no convertiría a su cita en un desalmado sediento de sangre y fuera de control. Al menos hasta que llegasen a la privacidad de su dormitorio, donde podrían sobrevivir. Y a los vampiros también les gustaba… era más fácil romper el hielo cuando tu cita no estaba tensa pensando que podrías rajarle el cuello.

 

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