El bueno, el feo yla bruja

Miré a mi alrededor a la sala de planta semiabierta y solo vi inframundanos entre los clientes. Con LPM o sin ella, estaba claro que Glenn llamaba la atención. La música había cesado y nadie había puesto otra moneda. Aparte de las brujas del rincón y de la manada de lobos al fondo, la planta de abajo estaba llena de vampiros vestidos con varios niveles de sensualidad, desde un estilo informal a los de satén y encaje. Buena parte de la sala estaba ocupada por lo que parecía una fiesta del día de los difuntos.

 

De pronto un cálido aliento en el cuello me hizo dar un respingo y ponerme derecha. únicamente la mirada molesta de Ivy evitó que le diese una torta a quienquiera que fuese. Me giré y mi agria réplica se esfumó. Estupendo. Kisten. Kist era un vampiro vivo amigo de Ivy que no me gustaba nada. En parte porque era el heredero de Piscary, como una extensión del maestro vampiro para hacer sus trabajos diurnos por él. Tampoco ayudaba el hecho de que Piscary me embelesara contra mi voluntad a través de Kist, algo que en aquel momento yo no sabía que fuese posible. Tampoco ayudaba el hecho de que fuese muy, muy guapo, lo que lo convertía en alguien muy, muy peligroso a mi entender.

 

Si Ivy era una diva de la oscuridad, entonces Kist era su consorte y que Dios me perdone, pero le iba muy bien el papel. Tenía el pelo rubio corto, los ojos azules y llevaba una barba de dos días, lo suficiente para darle a sus delicados rasgos un aire más duro, convirtiéndolo en un conjunto sexi y que prometía diversión. Vestía de forma más conservadora que de costumbre. Había reemplazado su cuero de motero y las cadenas por una elegante camisa y pantalones de vestir. Sin embargo su actitud de ?No me importa nada lo que pienses? seguía igual. Sin las botas de motero era solo un pelín más alto que yo con estos tacones y su mirada de vampiro no muerto de edad indeterminada brillaba en el como una promesa por cumplir. Se movía con confianza felina. Tenía suficientes músculos como para disfrutar recorriéndolos con los dedos, pero no tantos como para interponerse en el camino.

 

Ivy y él tenían un pasado juntos del que prefería no saber nada, ya que por aquel entonces ella era una vampiresa muy practicante. Siempre me daba la impresión de que si no podía tenerla a ella, se contentaría con su compa?era de piso. O con la chica de la casa de al lado, o con la mujer que conoció en el autobús por la ma?ana…

 

—Buenas noches, querida —susurró con un falso acento inglés y una expresión divertida en la mirada por haberme sorprendido. Lo aparté empujándolo con un dedo.

 

—Tú acento es malísimo. Vete hasta que te salga bien. —Pero se me había acelerado el pulso y sentía un débil y agradable cosquilleo en la cicatriz del cuello que hizo saltar todas mis alarmas de proximidad. Maldita sea. Se me había olvidado todo esto.

 

Kist miró a Ivy como pidiendo permiso y luego juguetonamente se pasó la lengua por los labios al ver que ella fruncía el ce?o como respuesta. Yo hice lo mismo, pensando que no necesitaba su ayuda para mantenerlo a raya. Al verlo, Ivy soltó un resoplido de exasperación y se llevó a Glenn al bar, tentando a Jenks a unirse a ellos con la promesa de un ponche con miel. El agente de la AFI me miró por encima del hombro al marcharse, sabiendo que había pasado algo entre nosotros tres pero sin saber qué.

 

—Al fin solos. —Kist se acercó para pegarse a mí y miró alrededor de la sala. Olía a cuero aunque no lo llevase puesto, al menos que yo pudiese ver.

 

—?No se te ha ocurrido una frase hecha mejor que esa? —dije arrepintiéndome de haber echado a Ivy.

 

—No era una frase hecha.

 

Sus hombros estaban demasiado cerca de los míos, pero no quería apartarme y hacerle saber que me molestaba. Le eché una mirada furtiva mientras él respiraba con pesada lentitud y observaba a los clientes, incluso mientras olfateaba mi olor para calcular mi estado de inquietud. Unos pendientes de diamantes gemelos brillaban en una de sus orejas y recordé que en la otra tenía solo uno y una cicatriz antigua. Una cadena fabricada con el mismo material que la de Ivy era el único vestigio de su habitual atuendo de chico malo. Me preguntaba qué hacía aquí. Había sitios mejores para un vampiro vivo donde pillar una cita aperitivo.

 

Sus dedos se movieron impacientemente, atrayendo siempre mi atención hacia él. Sabía que estaba emitiendo feromonas de vampiro para calmarme y relajarme —más aun, para comerme, madre mía—; pero mientras más guapos eran, más a la defensiva me ponían. Se me desencajó la cara al darme cuenta de que mi respiración se había acompasado a la suya. Me está embelesando de la forma más sutil, pensé conteniendo la respiración a propósito para romper la sincronización. Entonces lo vi sonreír, agachar la cabeza y pasarse la mano por la barbilla. Normalmente solo los vampiros no muertos podían embelesar a quien no lo deseaba, pero al ser el heredero de Piscary, Kist poseía parte de las habilidades de su maestro, aunque no se atrevería a intentarlo aquí. Al menos no con Ivy observándonos desde la barra con su botella de agua en la mano.

 

De pronto me di cuenta de que se balanceaba, moviendo las caderas con un ritmo constante y sugerente.

 

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