—?Rachel es dominante?
Percibí la incredulidad en su voz y frenéticamente recé para que se fuesen antes de que Ivy terminase de ahogarme. El zumbido de las alas de Jenks sonaba tan fuerte como la circulación de mi sangre en mis oídos.
—?Cómo si no crees que Rachel consiguió que Ivy te dejase? ?Te crees que una bruja podría hacer eso si no estuviese al mando? Sal de aquí como nos ha dicho.
No sabía si dominante era la palabra adecuada, pero si no se iban, sería irrelevante. Sinceramente la verdad era que de alguna forma retorcida, Ivy me necesitaba más de lo que yo la necesitaba a ella. Pero la ?guía para ligar? que Ivy me había dado la primavera pasada para que así dejase de estimular sus instintos de vampiro no tenía un capítulo titulado ??Qué hacer si descubres que eres la dominante??. Estaba en territorio desconocido.
—Salid… de aquí —dije ahogada a la vez que los contornos de mi visión se volvían negros.
Oí que Glenn ponía de nuevo el seguro al arma y a rega?adientes la enfundaba. Mientras Jenks revoloteaba desde allí hasta la puerta trasera y de vuelta, el agente de la AFI se retiró con aspecto enfadado y frustrado. Me quedé mirando al techo y vi las estrellas bordeando mi campo de visión hasta que oí el chirriar de la puerta al cerrarse.
—Ivy —dije con voz ronca mirándola a los ojos. Me puse rígida frente a su negro terror. Me veía a mí misma en sus profundidades, con el pelo revuelto y la cara hinchada. De repente, mi cuello palpitó con fuerza bajo sus dedos, justo donde presionaban la marca del mordisco del demonio. Que Dios me perdone, pero empezaba a sentirme bien al recordar la euforia que me había invadido cuando el demonio que enviaron la pasada primavera para matarme me rajó el cuello y me llenó de saliva de vampiro.
—Ivy, abre los dedos un poco para que pueda respirar —logré decir, con la saliva resbalándome por la barbilla. El calor que despedía Ivy incrementaba el olor de la canela.
—Me dijiste que lo soltara —gru?ó ense?ando los dientes y apretando la mano hasta que casi me estallan los ojos—. ?Lo deseaba y me obligaste a soltarlo!
Mis pulmones intentaban funcionar, moviéndose con breves convulsiones respondiendo a mis esfuerzos por respirar. Su mano se aflojó. Tomé una agradecida bocanada de aire y luego otra. Su expresión era siniestra, a la espera. Morir a manos de un vampiro era fácil. Vivir con uno requería mayor astucia.
Me dolía la mandíbula donde se apoyaban sus dedos.
—Si lo quieres —susurré—, ve a por él, pero no rompas tu ayuno por rabia. —Respiré de nuevo, rezando porque no fuese la última vez—. A menos que sea por pasión, no merecería la pena, Ivy.
Boqueó como si la hubiese golpeado. Con la expresión atónita, soltó mi cuello sin previo aviso. Caí hecha un ovillo contra la pared. Recuperé el aliento, me encorvé y di arcadas para respirar. Notaba mi garganta y estómago hechos un nudo y en mi cuello el mordisco del demonio seguía produciendo un placentero cosquilleo. Tenía las piernas retorcidas y lentamente las puse derechas. Me senté con las rodillas pegadas al pecho y agité mi pulsera con los amuletos para recolocarla en mi mu?eca, me limpié la saliva y levanté la vista. Me sorprendí al descubrir que Ivy seguía allí. Normalmente cuando perdía el control de esta manera se iba corriendo a Piscary's. Pero la verdad es que nunca antes había perdido el control tanto como hoy. Tenía miedo. Me había dejado clavada a la pared porque había sentido miedo. ?Miedo de qué? ?De mí por decirle que no podía rajarle la garganta a Glenn? Por muy amigas que seamos me iría de aquí si la veo morder a alguien en mi cocina. La sangre me produciría pesadillas para toda la vida.
—?Estás bien? —pregunté con voz ronca encorvándome cuando me sobrevino un ataque de tos. Ella ni se movió. Seguía en la mesa, dándome la espalda con la cabeza hundida entre las manos. Comprendí al poco de mudarnos a vivir juntas que a Ivy no le gustaba ser quien era. Odiaba la violencia a pesar de instigarla ella misma. Luchaba por abstenerse de beber sangre aunque la ansiase. Pero era una vampiresa. No tenía elección. El virus estaba instalado en lo más profundo de su ADN y no se iba a ir a ninguna parte. Era lo que era. El hecho de perder el control y dejar que sus instintos la dominasen significaba un fracaso para ella.
—?Ivy? —Me puse en pie ligeramente escorada y me dirigí tambaleantemente hacia ella. Seguía notando la presión de sus dedos alrededor de mi cuello. Había sido fuerte, pero nada comparado con la vez que me inmovilizó contra el sillón en una nube de deseo y hambre. Me eché el lazo negro hacia atrás, donde debía estar.
—?Estás bien? —Alargué la mano para luego retirarla antes de tocarla.