El bueno, el feo yla bruja

—Siéntate, Glenn —le advertí, y cuando no lo hizo me acerqué para interponerme entre él y el arco abierto hacia el pasillo.

 

—?Agg! —oí la voz amortiguada de Ivy—. Hay un pez en mi ba?era. ?Es el de los Howlers? ?Cuándo vienen a recogerlo? —Hubo una pausa y esbocé una enfermiza sonrisa hacia Glenn—. ?Rachel? —me llamó Ivy ahora desde más cerca—. ?Estás aquí? Oye, podríamos ir al centro comercial esta noche, Ba?o y Burbujas ha vuelto a lanzar un antiguo perfume con base cítrica. Tenemos que conseguir las muestras, ver si funciona, ya sabes, para celebrar que te has ganado el alquiler. ?Cuál es el que llevas puesto ahora?, ?el de canela? Ese me gusta, pero solo dura tres horas.

 

Habría estado bien saberlo antes.

 

—Estoy en la cocina —dije en voz alta.

 

La alta silueta de Ivy vestida completamente de negro pasó por delante del arco dando grandes zancadas. Llevaba una bolsa de lona cargada de comida colgada al hombro. Su guardapolvo de seda negra ondeaba alrededor de los tacones de sus botas y la oí rebuscar algo en la salita.

 

—No creí que fueses capaz de solucionar lo del pez —dijo. Hubo un titubeo en su voz—. ?Dónde demonios está el teléfono?

 

—Aquí —dije cruzándome de brazos y sintiéndome cada vez más incómoda.

 

Ivy se detuvo en seco en el arco al ver a Glenn. Su rostro ligeramente oriental se quedó en blanco por la sorpresa. Casi pude ver cómo se le desmoronaba un muro interior cuando se dio cuenta de que no estábamos solas. La piel alrededor de los ojos se le tensó. Su peque?a nariz aleteó, olfateando su olor, catalogando su miedo y mi preocupación en un instante. Con los labios apretados dejó la bolsa de lona sobre la encimera y se apartó el pelo de los ojos. La melena le cayó hasta la mitad de la espalda en una suave onda negra y supe que se había metido el pelo tras la oreja por desagrado y no por nervios.

 

Ivy había sido rica, y todavía se vestía como tal, pero toda su herencia había ido a parar a la si para finiquitar su contrato cuando les abandonó a la vez que yo. En resumen, parecía una modelo espeluznante: ágil y pálida, pero increíblemente fuerte. Al contrario que yo, no llevaba las u?as pintadas, ni joyas, aparte de su tobillera de cadena doble negra con un crucifijo en un pie y llevaba muy poco maquillaje. No lo necesitaba. Pero al igual que yo, estaba prácticamente arruinada, al menos hasta que su madre se muriese del todo y el resto del patrimonio de los Tamwood fuese para ella. Yo imaginaba que eso no sería hasta dentro de unos doscientos a?os… como mínimo.

 

Las finas cejas de Ivy se arquearon al mirar a Glenn de arriba abajo.

 

—?Te has vuelto a traer el trabajo a casa, Rachel?

 

Respiré hondo.

 

—Hola, Ivy. Este es el detective Glenn. Hablaste con él esta tarde, lo enviaste a recogerme. —Mi mirada se volvió mordaz. íbamos a hablar sobre aquello más tarde.

 

Ivy le dio la espalda a Glenn para sacar la comida.

 

—Encantada de conocerle —dijo con tono inexpresivo y luego dirigiéndose a mí murmuró—. Lo siento, me surgió algo.

 

Glenn tragó saliva. Parecía tembloroso, pero mantenía el tipo. Imagino que Edden no le había hablado de Ivy. Edden me caía verdaderamente bien.

 

—Eres una vampiresa —dijo.

 

—Oooh —dijo Ivy—. Tenemos un genio aquí.

 

Jugueteando con los dedos con la cuerda de su nuevo amuleto se sacó una cruz de debajo de la camisa.

 

—Pero el sol no se ha puesto todavía —dijo sonando como si le hubiesen enga?ado.

 

—Vaya, vaya, vaya —dijo Ivy—. ?Pero si también es el hombre del tiempo! —Se giró con una mirada sarcástica—. No estoy muerta todavía, detective Glenn. Solo los verdaderos no muertos tienen restricciones diurnas. Vuelva dentro de sesenta a?os y puede que me preocupen las quemaduras solares. —Al ver su cruz sonrió condescendientemente y sacó de su camisa negra de licra su propio y extravagante crucifijo—. Eso solo funciona con los vampiros no muertos —dijo y se giró hacia la encimera—. ?De dónde has sacado tus estudios? ?De las películas de serie B?

 

Glenn retrocedió un paso.

 

—El capitán Edden nunca me dijo que trabajabas con una vampiresa —tartamudeó el agente de la AFI.

 

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