El bueno, el feo yla bruja

—Sí, se?ora.

 

Oooh, pensé, va a ser una tarde muy divertida. Molesta, agarré las hojas de verbasco, las puse en mi mortero manchado de verde y las machaqué usando más fuerza de la necesaria. Dejé que la pasta absorbiese el líquido un momento. ?Por qué me molestaba en hacerle un amuleto? No iba a usarlo.

 

La poción estaba hirviendo, bajé el fuego y programé el temporizador tres minutos. Tenía forma de vaca y me encantaba. Glenn seguía callado mientras me observaba con cautelosa desconfianza mientras apoyaba la espalda en la encimera.

 

—Te estoy preparando algo para que deje de picarte —le dije—. Válgame Dios, te compadezco.

 

Su cara se endureció.

 

—El capitán Edden me obliga a venir contigo, pero no necesito tu ayuda.

 

Enfadada cogí aire para responderle que podía tirarse de cabeza desde una escoba voladora, pero cerré la boca. ?No necesito tu ayuda? era antes mi mantra. Pero los amigos hacen que las cosas sean mucho más fáciles. Arrugue el ce?o pensativamente. ?Qué fue lo que hizo Jenks para convencerme? Ah, sí. Maldecir y decirme que era una estúpida.

 

—Por lo que a mí respecta te puedes ir al cuerno —dije con tono simpático—, pero Jenks te echó polvos pixie y me dijo que eras alérgico. Se te está extendiendo por todo el sistema linfático. ?Quieres que te siga picando toda la semana simplemente porque eres demasiado arrogante como para usar un simple hechizo contra el picor? Esto es para ni?os. —Le di un capirotazo con la u?a al perol y sonó metálico—. Como una aspirina, baratísimo. —En realidad no lo era, pero Glenn probablemente no lo aceptaría si supiese lo que costaba en una tienda de conjuros. Era un hechizo medicinal de tipo dos. Probablemente tendría que haberme metido en un círculo para hacerlo, pero para cerrarlo tendría que conectar con siempre jamás y verme bajo la influencia de una línea luminosa probablemente le daría un susto de muerte a Glenn.

 

El detective no quería mirarme a los ojos. Retorcía los pies como si estuviese luchando para no rascarse la pierna por encima de los pantalones. El temporizador sonó, o más bien mugió, y dejándolo para que se decidiese, a?adí los capullos de alegrías y dientes de león, aplastándolos después contra las paredes del perol y removiendo en el sentido de las agujas del reloj, nunca al contrario. Soy una bruja blanca, al fin y al cabo.

 

Glenn abandonó cualquier esfuerzo por no rascarse y lentamente se frotó el brazo por encima de la manga de la camisa.

 

—?Nadie se enteraría de que he sido hechizado?

 

—No a menos que te hiciesen una prueba de hechizos. —Estaba un poco decepcionada. Lo que temía era admitir abiertamente que usaba magia. Estos prejuicios no eran raros, pero después de haber probado una aspirina en una ocasión, prefiero sufrir el dolor a tragarme otra. Supongo que no soy la más indicada para hablar de esto.

 

—Bueno, vale. —Era una admisión muy reacia.

 

—Muy bien. —A?adí a la poción un poco de raíz rallada de sello de oro y subí el fuego para que hirviese a borbotones. Cuando las burbujas se volvieron amarillentas y olían a alcanfor, apagué el fuego. Estaba casi listo.

 

Con este hechizo salían las habituales siete porciones y me pregunté si me pediría que malgastase una en mi antes de confiar en que no iba a convertirlo en sapo. Aunque esa no era mala idea. Podría colocarlo en el jardín para mantener a las babosas alejadas de las plantas. Edden no lo echaría en falta al menos en una semana.

 

Los ojos de Glenn estaban fijos en mí mientras sacaba siete discos de secuoya limpios del tama?o de una moneda de diez centavos y los iba colocando en la encimera donde él pudiese verlos.

 

—Casi he terminado —dije con forzada jovialidad.

 

—?Eso es todo? —preguntó con sus ojos marrones abiertos como platos.

 

—Esto es todo.

 

—?No hay que encender velas, ni dibujar círculos, ni decir las palabras mágicas?

 

Negué con la cabeza.

 

—Estás hablando de magia de líneas luminosas y es latín, no palabras mágicas. Las brujas de líneas luminosas toman su poder directamente de la línea y necesitan toda esa pompa ceremonial para controlarlas. Yo soy una bruja terrenal. —Gracias a Dios—. Mi magia también proviene de las líneas luminosas, pero se filtra de forma natural a través de las plantas. Si fuese una bruja negra, la mayoría provendría de los animales.

 

Me sentía como si estuviese haciendo de nuevo mi examen de laboratorio. Rebusqué en el cajón de la cubertería una aguja de punción digital. Apenas noté la afilada punta en la yema de mi dedo y apreté para conseguir las tres gotas necesarias para la poción. El olor a secuoya y a moho ascendió espeso, cubriendo el olor a alcanfor. Me había salido bien. Sabía que sí.

 

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