El bueno, el feo yla bruja

La visión de Kist se miró la mu?eca y un reloj idéntico al que había machacado con el martillo para la carne apareció en ella.

 

—Un minuto y medio. Me quedé helada.

 

—?Qué pides a cambio de testificar ante un tribunal de la SI o la AFI que Piscary es el asesino en serie de brujos?

 

Algaliarept sonrió.

 

—Me gusta tu forma de pensar, Rachel Mariana Morgan.

 

—?Cuánto? —le grité mirando hacia el sol asomándose por el costado de los edificios.

 

—Mi precio no ha cambiado. Necesito un nuevo familiar y me está costando demasiado tiempo conseguir el alma de Nicholas Gregory Sparagmos.

 

Mi alma. No podía hacerlo, incluso si eso satisficiese a Algaliarept y finalmente evitase que Nick perdiese su alma y fuese arrastrado a siempre jamás para ser el familiar del demonio. Mi expresión estaba desencajada y me quedé mirando a Algaliarept tan fijamente que el demonio parpadeó sorprendido. Tenía una idea. Era descabellada y arriesgada, pero quizá era lo suficientemente disparatada como para funcionar.

 

—Me ofrezco voluntaria para ser tu familiar —susurré sin saber si podría sobrevivir a la energía que fluiría por mí o la que me obligaría a almacenar—. Seré tu familiar voluntariamente, pero manteniendo mi alma. —Quizá si mantenía el alma, no podría arrastrarme hasta siempre jamás. Podría quedarme en este lado de las líneas luminosas. Solo podría usarme cuando se pusiese el sol. Quizá. La cuestión era, ?se tomaría Algaliarept el tiempo de pensárselo?—. Y quiero que testifiques antes de que entre en vigor el contrato —a?adí por si acaso lograba sobrevivir.

 

—?Voluntariamente? —preguntó empezando a emborronarse por los bordes. Incluso Piscary parecía sorprendido—. Esto no funciona así. Nadie se ha ofrecido nunca voluntario para ser un familiar. No sé qué quiere decir eso.

 

—?Significa que soy tu maldito familiar! —le grité, sabiendo que si se lo pensaba, se daría cuenta de que así solo se quedaría con la mitad de mí—. Di que sí ya porque en treinta segundos o Piscary o yo estaremos muertos y te quedarás sin nada. ?Nada! ?Hay trato o no?

 

La visión de Kist se inclinó hacia delante y me agaché. Miró su reloj.

 

—?Voluntariamente? —repitió con ojos abiertos de par en par, maravillado y lleno de avaricia.

 

Atenazada por el pánico asentí. Ya me preocuparía de eso luego, si es que había un luego.

 

—Hecho —dijo el demonio tan rápido que pensé que seguro que había cometido un error. Me sentí aliviada, luego la realidad me golpeó como una bofetada que me sacudió el alma. Que Dios me ayudase, iba a ser el familiar de un demonio.

 

Di un salto hacia atrás cuando el demonio alargó el brazo para tocarme la mu?eca.

 

—Tenemos un trato —dijo agarrándome el brazo con rapidez de vampiro.

 

Le di una patada en pleno estómago. Ni se inmutó, simplemente se balanceó hacia atrás por la transferencia de la inercia, pero aparte de eso no se movió. Solté un grito ahogado cuando me ara?ó una línea cruzando mi marca de demonio. La sangre empezó a fluir. Di un respingo y acallándome inclinó la cabeza sobre mi mu?eca y sopló sobre ella. Intenté soltarme, pero era más fuerte que yo. Estaba harta de la sangre, harta de todo esto. Me soltó y caí de espaldas, resbalándome hasta el suelo por la barrera curva del círculo y notando un hormigueo en la espalda. Inmediatamente me miré la mu?eca. Había dos líneas donde antes había solo una. La nueva parecía tan antigua como la primera.

 

—Esta vez no me ha dolido —dije demasiado agotada mentalmente como para estar conmocionada.

 

—No te habría dolido la primera vez si no te la hubiesen cosido. Lo que te dolió fue el hilo al quemarse. Soy un demonio, no un sádico.

 

—?Algaliarept! —gritó Piscary cuando sellamos nuestro acuerdo.

 

Me caí de culo cuando la barrera desapareció a mis espaldas y chillé cuando Piscary se abalanzó sobre mí. Me preparé apoyándome contra el suelo y levantando las piernas contra él para hacerlo saltar por encima de mí. Me arrastré hacia mi bolso y el vial. Metí la mano hasta el fondo y Piscary tiró de mí.

 

—Bruja —siseó agarrándome por el hombro—, conseguiré lo que quiero y luego morirás.

 

—Vete al infierno, Piscary —le solté a la vez que abría con el pulgar el vial que se destapó con un pop y se lo arrojé a la cara.

 

Piscary gritó y se apartó de mí violentamente. Desde el suelo vi como se sacudía, alejándose y frotándose la cara frenéticamente. Con el corazón en la boca, esperé a que cayese, esperé a que se desmayase. Pero no hizo ninguna de las dos cosas.

 

Se me hizo un nudo en el estómago por el miedo al ver que Piscary se limpiaba la cara y se llevaba los dedos a la nariz.

 

—Kisten —dijo con un tono disgustado mezclado con un tono cansado de decepción—, oh, Kisten, tú no.

 

Tragué saliva.

 

—Es inofensivo, ?verdad?

 

Me miró a los ojos.

 

—No pensarás que he sobrevivido tanto tiempo contándole a mis ni?os lo que de verdad puede matarme, ?verdad?

 

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