El bueno, el feo yla bruja

Me arrastré hacia atrás. Mis pies chirriaban sobre el suelo de baldosas. Toqué la moqueta con los dedos y me aferré a ella para rodar por el suelo y levantarme. Se me escapó un chillido cuando tiró de mí por la mu?eca.

 

Aterrorizada le clavé las u?as. No se inmutó. Con la expresión imperturbable, dibujó con su u?a el recorrido de una vena azul en mi brazo derecho. El fuego siguió su trazo, abriendo mi piel, y luego no sentí nada. En silencio y salvajemente luché para soltarme mientras él seguía sujetándome por la mu?eca, inmóvil como un árbol. Mi sangre manaba y noté una burbuja de locura creciendo dentro de mí. Otra vez no, ?no podía ser atacada por un vampiro otra vez!

 

Miró mi sangre y luego me miró a los ojos. Con su mano libre me golpeó en el brazo.

 

—?No! —grité.

 

Me soltó la mu?eca y caí a la moqueta. Mi respiración era un áspero jadeo y retrocedí arrastrándome. Me puse en pie y me dirigí hacia el ascensor bombeando grandes cantidades de adrenalina.

 

Piscary tiró de mí hacia atrás.

 

—?Hijo de puta! —grité—. ?Déjame en paz!

 

Me soltó un manotazo en la cara que me hizo ver las estrellas.

 

Caí hecha un ovillo a sus pies. Sobre mí, Piscary sostenía un amuleto en la mano. Lo manchó con mi sangre y se encendió en rojo. Toda su mano lucía roja cuando empujó mi silla, sacándola del círculo de baldosas azules y empujándola hacia la moqueta. Levanté la cabeza y miré a través del pelo para comprobar que las baldosas formaban un círculo perfecto alrededor de una piedra blanca de mármol. Piscary estaba invocando un círculo.

 

—Que Dios me ayude —susurré sabiendo qué iba a pasar cuando Piscary arrojase el amuleto al centro del círculo. Observé la bola de energía de siempre jamás expandirse hasta formar una burbuja protectora. La piel me hormigueaba por la energía de otro brujo, traído a la vida con mi sangre. Piscary se preparaba para invocar a su demonio.

 

 

 

 

 

28.

 

 

Piscary se llevó la mano a la boca para lamer el resto de mi sangre y apartó la cara con asco.

 

—?Agua bendita? —dijo con expresión desapasionada mostrando su desagrado. Se limpió mi sangre con el borde de la bata, dejando en su palma solo un velo rojo—. Necesitas más que eso para lograr algo más que molestarme. Y no te hagas ilusiones. No pensaba morderte. Ni siquiera me gustas, pero seguro que tú lo disfrutarías. En lugar de eso vas a morir lenta y dolorosamente.

 

—Adelante… —dije sin aliento, hundida a sus pies cuando mis ojos recordaron cómo fijar la vista.

 

Se alejó esos odiados dos metros y medio y se colocó entre el ascensor y yo. Empezó a pronunciar cuidadosamente en latín. Reconocí algunas de las palabras de la invocación de Nick. Se me aceleró el pulso y miré frenéticamente a mi alrededor por la espaciosa habitación blanca, en busca de cualquier cosa que me ayudase. Estábamos a demasiada profundidad como para conectar con una línea luminosa. Algaliarept estaba llegando. Piscary iba a entregarme a él.

 

Me quedé helada cuando Piscary pronunció su nombre. El sabor a ámbar quemado me cubrió la lengua y una neblina roja de siempre jamás apareció dentro del círculo.

 

—Oh, mira, un demonio —susurré arrastrándome hacia la mesa tirada en el suelo y apoyándome en ella para levantarme—. Esto se pone cada vez mejor.

 

Tambaleándome, observé como crecía hasta convertirse en una figura de un metro ochenta. La neblina roja de siempre jamás se concentró, fusionándose en un cuerpo atlético de piel ambarina y vestido con un taparrabos decorado con piedras y cintas de colores. Algaliarept presentaba las piernas musculosas y desnudas, una delgada cintura imposible y unos pectorales magníficamente esculpidos que harían llorar a Schwarzenegger. Y sobre los hombros tenía una cabeza de chacal, con orejas puntiagudas y un alargado y salvaje hocico.

 

Me quedé boquiabierta mirando la representación del dios egipcio de la muerte y a Piscary, viendo los rasgos del vampiro con otros ojos. ?Piscary era egipcio?

 

El vampiro se puso tenso.

 

—Te dije que no volvieses a aparecer ante mí así —dijo tajantemente.

 

La máscara de la muerte sonrió. Era fascinante ver que estaba viva y que formaba parte de su cuerpo.

 

—Lo olvidé —dijo lentamente con una voz increíblemente grave que pareció resonar en mis entra?as. Una fina lengua roja apareció entre los dientes del chacal para lamerse el hocico con un chasquido de dientes y labios.

 

El corazón me latió aun más fuerte y como si lo oyese, Algaliarept se volvió lentamente hacia mí.

 

—Rachel Mariana Morgan —dijo levantando las orejas—. Eres una peque?a azotacalles.

 

—Cállate —dijo Piscary y Algaliarept entornó los ojos dejando solo una rendija—. ?Qué pides a cambio de obligarla a decirme lo que sabe sobre los avances de Kalamack?

 

—Seis segundos contigo fuera del círculo. —El ardiente deseo de matar a Piscary, patente en su voz, cayó como un hielo por mi espalda.

 

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