El bueno, el feo yla bruja

—Ha cambiado de idea —dije cuando el deseo desapareció totalmente—. No quiere ser tu heredera. Déjala en paz.

 

—Es demasiado tarde y sí que quiere. No ejercí ninguna coacción sobre ella cuando tomó su decisión. No hacía falta. Ha sido criada para el puesto y cuando muera, tendrá la complejidad para ser una compa?era adecuada, con la suficiente variedad y sofisticación de pensamiento para que no me aburra de ella ni ella de mí. ?Sabes, Rachel? No es cierto que la falta de sangre sea lo que provoca que un vampiro se vuelva loco y salga al sol. Es el aburrimiento el que conlleva una falta de apetito que conduce a la locura. Trabajar para moldear a Ivy me ha ayudado a mantenerlo a raya. Ahora que está en el buen camino para desarrollar su potencial, va a evitar que me vuelva loco. —Inclinó la cabeza graciosamente—. Y yo haré lo mismo por ella.

 

Fijó su atención por encima de mi hombro y se me erizó el pelo de la nuca. Era Kisten. El rumor de sus pasos me rozó y reprimí un estremecimiento. El vampiro amoratado y maltratado dejó en silencio frente a mí una taza con su platito y se marchó. No me miró a los ojos en ningún momento. Sus gestos ocultaban un dolor interno. El vapor ascendía un palmo desde la porcelana antes de que la brisa artificial lo disipase. No toqué la taza. El cansancio hacía mella y la adrenalina me hacía sentirme mal. Me acordé de los amuletos en mi bolso. ?Por qué estaba Piscary esperando tanto?

 

—?Kist? —dijo el vampiro no muerto en voz baja—. Dámelo.

 

Piscary extendió la mano y Kisten dejo caer en ella un papel arrugado. Me quedé desencajada por el pánico. Era mi nota para Nick.

 

—?Ha llamado a alguien? —le preguntó Piscary a Kist, y el joven vampiro agachó la cabeza.

 

—Ha llamado a la AFI. Le colgaron.

 

Conmocionada miré a Kisten. Me había estado espiando todo el tiempo. Se había escondido entre las sombras mientras le sujetaba el pelo a Ivy cada vez que vomitaba, me había observado preparándole el cacao y nos había escuchado cuando estaba sentada en la cama de Ivy mientras ella revivía su pesadilla. Había tardado una eternidad en llegar hasta aquí en autobús y mientras tanto, Kisten había arrancado mi salvación de la puerta. Nadie iba a venir. Nadie en absoluto.

 

Sin mirarme a los ojos, Kist se marchó. Se oyó el lejano sonido de una puerta al cerrarse. Miré a Piscary y se me cortó de golpe la respiración. Sus ojos estaban completamente negros. Mierda.

 

Sus ojos como obsidianas no parpadeaban y me empezaron a sudar las palmas de las manos. Con la tensión contenida de un depredador, se reclinó frente a mí envuelto en su bata azul noche. La falsa brisa movía los pelillos de sus brazos, de aspecto saludable y bronceado. El dobladillo de la bata se sacudía con sus sutiles movimientos. Su pecho ascendía y descendía al respirar, esforzándose por tranquilizar mi subconsciente. Entonces, sentada frente a él, la enormidad de lo que iba a suceder cayó de pronto sobre mí.

 

Me faltaba la respiración y la contuve. Al ver que adivinaba mi muerte, Piscary parpadeó lentamente y me sonrió con un brillo que me indicaba que ya lo sabía. No sucedería todavía, pero pronto. Cuando ya no pudiese esperar más.

 

—Es divertido saber que te preocupas tanto por ella —dijo. El poder que rezumaba su voz se aferraba a mi corazón—. Te ha traicionado totalmente. Mi preciosa y peligrosa filiola custos. La envié hace cuatro a?os para vigilarte y entró en la SI. Compré una iglesia, le dije que se mudase allí y lo hizo. Le pedí que montase una cocina para una bruja y la abasteciese de los libros adecuados. Ella fue más allá y creó un jardín que fuese irresistible.

 

Me quedé pálida y me temblaban las piernas. ?Su amistad había sido una mentira? ?Una farsa para vigilarme? No podía creerlo. Recordé el sonido perdido de su voz pidiéndome que evitase que el sol la matase… No podía creer que su amistad hubiese sido una mentira.

 

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