El bueno, el feo yla bruja

Piscary negó con la cabeza, sin inmutarse.

 

—Te doy a la bruja. No me importa lo que hagas con ella con tal de que no vuelva a este lado de las líneas luminosas nunca más. A cambio, la obligarás a decirme antes de que te la lleves cuánto ha avanzado Trent Kalamack en sus investigaciones. ?De acuerdo?

 

A siempre jamás no, con Algaliarept no…

 

El demonio sonrió con complacencia canina.

 

—?Rachel Mariana Morgan como pago? Mmm, de acuerdo. —El dios egipcio apretó los pu?os y dio un paso al frente, deteniéndose en el borde del círculo. Sus orejas de chacal se levantaron y sus perrunas cejas se arquearon.

 

—?No puedes hacer eso! —protesté con el corazón en la boca. Miré a Piscary—. No puedes hacerlo. Yo no estoy de acuerdo. —Me volví hacia Algaliarept—. él no es el due?o de mi alma, ?no puede dártela!

 

El demonio me dedicó una mirada.

 

—Tiene tu cuerpo. Si controlas el cuerpo, controlas el alma.

 

—?No es justo! —grité sintiéndome ignorada.

 

Piscary se acercó al círculo. Se puso las manos en las caderas y adoptó una mirada agresiva.

 

—No intentarás matarme ni tocarme de ninguna manera —entonó—. Y cuando yo lo diga, te irás y volverás directamente a siempre jamás.

 

—De acuerdo —dijo la cabeza de chacal. Una gota de saliva cayó de su colmillo, silbando al caer por la lámina de siempre jamás que los separaba.

 

Sin dejar de mirarlo a los ojos, Piscary traspasó el círculo con el dedo gordo del pie. Algaliarept salió en estampida del círculo.

 

Retrocedí con un grito ahogado. Una poderosa mano se abalanzó sobre mí y me agarró por la garganta.

 

—?Para! —gritó Piscary.

 

Me ahogaba y me aferré a sus dorados dedos. Tenía tres anillos con piedras azules, todos ellos clavados en mi piel. Me revolví para darle una patada y Algaliarept me subió más alto para evitar el golpe. Emití un sonido húmedo.

 

—?Suéltala! —exigió Piscary—. ?No puedes matarla hasta que consigas lo que quiero!

 

—Conseguiré la información de otra forma —dijo el chacal y el rugido de sus palabras se unió al rumor del sonido de mi sangre. Sentía la cabeza a punto de explotar.

 

—Te he invocado para obtener la información de ella —dijo Piscary—. Si la matas ahora, violarás tu invocación. Quiero saberlo ahora, no la semana que viene ni el a?o que viene.

 

Los dedos alrededor de mi cuello se evaporaron. Caí a la moqueta, boqueando. Sus sandalias estaban hechas de cuero y gruesas cintas. Lentamente levanté la cabeza, palpándome la garganta.

 

—Es solo un aplazamiento, Rachel Mariana Morgan —dijo la cabeza de chacal, moviendo la lengua sorprendentemente mientras hablaba—. Esta noche me calentarás la cama.

 

Me puse de rodillas frente a él, tragando aire mientras intentaba no imaginarme cómo iba a calentarle la cama si estaba muerta.

 

—?Sabes? —dije resollando—, la verdad es que me estoy cansando de esto. —Con el corazón latiéndome con fuerza, me puse en pie. El demonio había aceptado una tarea, pero era susceptible de ser invocado de nuevo—. Algaliarept —dije con voz clara—, te invoco, a ti, cara de chacal, hijo de perra asesino.

 

La expresión de Piscary se quedó desencajada por la sorpresa y juro que Algaliarept me gui?ó un ojo.

 

—Oh, ?me dejas que sea el que va vestido de cuero? —dijo la cabeza de chacal—. Ten miedo de él. Me gusta ser él.

 

—Claro, lo que tú digas —dije con las rodillas temblorosas.

 

Unos guantes de cuero de motero aparecieron de la nada sobre sus manos de piel ambarina y la figura del dios egipcio con cabeza de chacal pasó de estar tan rígido como un palo a una postura encorvada, seguro de sí mismo. Kisten tomó forma, vestido de pies a cabeza de cuero y con botas negras de gruesos tacones. Sonó el tintineo de una cadena y olía a gasolina.

 

—Esto me gusta —dijo el demonio ense?ando la punta de un colmillo mientras se pasaba la mano por su pelo rubio, dejándolo mojado y con olor a champú.

 

A mí también me gustaba, desgraciadamente.

 

La imagen de Kist exhaló lentamente, se mordió el labio inferior para enrojecerlo y se pasó la lengua por los labios, dejando un brillo húmedo en su boca. Me recorrió un escalofrío al recordar lo suaves que eran los labios de Kist.

 

Como si leyese mi mente, el demonio suspiró. Sus fuertes dedos se deslizaron por sus pantalones de cuero para atraer mi atención hacia él. Apareció un ara?azo bajo su ojo, imitando la nueva herida de Kist.

 

—Malditas feromonas de vampiro —susurré apartando de mi mente el recuerdo del ascensor.

 

—Ahora no —dijo Algaliarept con una sonrisita.

 

Piscary, confuso, lo miraba fijamente.

 

—Te he invocado yo. ?Harás lo que yo te diga!

 

La imagen de Kisten se volvió hacia Piscary, y agresivamente le sacó el dedo.

 

—Y Rachel Mariana Morgan también me ha invocado. La bruja y yo tenemos una deuda preexistente que saldar. Y si demuestra la suficiente astucia como para invocarme sin círculo, tengo que mantenerla.

 

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