—Le dije que te siguiese cuando abandonaste la SI —dijo Piscary. El negro de sus ojos reflejaba la tensión de una pasión al recordarlo—. Fue nuestra primera discusión y pensé que había encontrado el momento para convertirla en mi heredera. Algo en lo que podría demostrarme su fortaleza y oponerse a mí. Pero se rindió. Durante un tiempo creí que podía haber cometido un error y que carecía de fuerza de voluntad para sobrevivir durante toda la eternidad junto a mí y que tendría que esperar otra generación e intentarlo con una hija nacida de ella y Kisten. Estaba tan decepcionado. Imagina mi satisfacción cuando descubrí que tenía su propio plan y que me estaba utilizando. —Sonrió mostrando una franja de dientes un poco más ancha durante un poco de tiempo más—. Se había aferrado a ti como una forma de escapar al futuro que había preparado para ella. Creyó que encontrarías la forma de mantener su alma cuando muriese. —Negó con la cabeza con un movimiento controlado, reflejando la luz en su lisa calva—. Es imposible, pero ella no quiere creerlo.
Tragué saliva y apreté los pu?os conforme la sensación de traición fluctuaba. Había estado utilizándolo, no siguiendo sus instrucciones.
—?Sabe que fuiste tú quien asesinó a esos brujos? —susurré sintiéndome angustiada al pensar que quizá lo sabía y no me lo había dicho.
—No —dijo Piscary—. Estoy seguro de que sospecha, pero mi interés por ti radica en un motivo más antiguo. No tiene nada que ver con la cruzada que ha emprendido Kalamack en busca de un brujo de líneas luminosas.
Aparté la vista de mis manos aferradas sobre la apertura de mi bolso en mi regazo. No podía coger el vial. Si no era por eso, ?por qué quería Piscary verme muerta?
—Debió ser un duro golpe para su orgullo tener que venir a suplicarme clemencia cuando sobreviviste al ataque del demonio. Estaba tan afligida. Es duro ser joven. Entiendo más de lo que ella se cree qué es querer un compa?ero y estuve dispuesto a mimarla aun más cuando entendí que me había estado usando sin que me diese cuenta. Así que te dejé vivir, a condición de que Ivy rompiese su ayuno y te tomase por completo. Que te convirtieses en su sombra era un giro irónico que me gustaba. Me prometió que lo haría, pero sabía que mentía. Aun así, no me importó, siempre que os mantuviese a Kalamack y a ti separados.
—Pero yo no soy una bruja de líneas luminosas —dije con voz baja para que no me temblase. Podría haber susurrado las palabras y él las habría oído igualmente—. ?Por qué?
No había respirado desde que dejó de hablar. Tenía la puntera de los pies apoyada contra el suelo y las pantorrillas tensas. Casi, pensé acercando mis dedos a la apertura de mi bolso. Estaba casi listo. ?A qué estaba esperando?
—Porque eres como tu padre —dijo tensando la piel alrededor de sus ojos—. Y Trent es como su padre. Por separado sois un incordio… juntos tenéis el potencial para convertiros en un problema.
Me quedé con la mirada perdida y luego la fijé cuando nuestras miradas se cruzaron, sabiendo que había puesto una expresión horrorizada. La foto de mi padre y el de Trent delante del autobús amarillo del campamento. Piscary los había matado. Había sido Piscary. La sangre me golpeó con fuerza en las sienes. El cuerpo me pedía que hiciese algo, pero me quedé sentada, sabiendo que si me movía, él también lo haría.
Piscary se encogió de hombros con un movimiento calculado que atrajo mi vista hacia un destello de piel ámbar bajo su bata.
—Se estaban acercando demasiado a la resolución del enigma de los elfos —dijo observando mi reacción.
Mantuve la expresión impasible mientras desvelaba el secreto más preciado de Trent, indicándole así que yo también lo sabía. Aparentemente fue la reacción correcta.
—No pienso dejar que sigas donde ellos lo dejaron —a?adió con tono desafiante.
No contesté nada. Tenía el estómago revuelto. Piscary los había matado. El padre de Trent y el mío eran amigos. Estaban trabajando juntos. Trabajaron juntos contra Piscary.
El vampiro maestro se quedó inmóvil.
—?Ya te ha enviado a siempre jamás?
Mis ojos se clavaron en los suyos con el miedo en las entra?as. Ahí estaba, esa era la respuesta que quería obtener. La ocultaba entre las demás para que no lo advirtiese. En cuanto la respondiese, estaría muerta.
—No tengo por costumbre romper la confidencialidad de mis clientes —dije con la boca seca.
Su fría templanza se quebró al inspirar. Fue sutil, pero real.
—Lo ha hecho. ?Has encontrado alguno? —me preguntó conteniéndose antes de saltar sobre mí por encima de la mesa—. ?Estaba en condiciones para leerlo?
?Alguno? ?Leer el qué? No dije nada e intenté desesperadamente ocultar mis palpitaciones en el cuello, pero, aunque sus ojos estaban negros, no parecía estar interesado en mi sangre. Era casi demasiado aterrador para creerlo. No sabía qué contestar. ?Una respuesta afirmativa me salvaría la vida o me condenaría?
Piscary frunció el ce?o y me estudió durante un largo instante mientras yo me limitaba a escuchar los latidos de mi corazón y notaba que me echaba a sudar.
—No puedo interpretar tu silencio —dijo aparentemente irritado. Respiré.
Piscary se movió.
La adrenalina me hacía da?o. Me aparté de la mesa en un ataque de pánico ciego. La silla se volcó conmigo aún sentada en ella.
Piscary levantó la mesa por los aires y la estrelló a un lado. Mi café, intacto, dejó un dibujo de fantasía sobre la moqueta blanca.