Kist entornó los ojos.
—Te ha gustado que te toque la cicatriz, ?verdad? Cuando un vampiro te vincula a él con sangre, solo él puede despertar ese tipo de respuesta. ?Quién te ha mordido y no se ha molestado en reclamarte? —Su expresión se volvió pensativa y me pareció vislumbrar un brillo de lujuria—. ?O es que acaso mataste a quien te atacó para evitar que te vinculase? Eres una ni?a mala.
No dije nada. Le dejé que creyese lo que quisiese y se encogió de hombros.
—Ya que no estás unida a nadie, cualquier vampiro puede despertar ese tipo de reacción. —Arqueó las cejas—. Cualquier vampiro —repitió y un escalofrío me recorrió al pensar que Piscary me estaba esperando—. Vas a tener una ma?ana muy interesante —a?adió.
Su mirada se despejó. Cogió mi bolso de detrás de él y se lo acercó. Los vampiros habían empezado a hablar entre ellos, comentando especulaciones superficiales y enervantes sobre cuánto duraría. Kist sacó primero el cuchillo de carnicero y todos soltaron una carcajada. Recorrí con la vista los destrozos del restaurante mientras Kist dejaba caer sobre la mesa un repiqueteante pu?ado de amuletos.
—?Ivy hizo todo esto? —pregunté intentando encontrar una pizca de mi confianza. Mientras más tiempo los entretuviese hablando, más probabilidades tenía de que Nick trajese a la AFI a tiempo. El vampiro al que había golpeado en la entrepierna adoptó una expresión de desdén.
—En cierto modo. —Miró a Kist y creí ver al vampiro rubio apretar la mandíbula—. Tu compa?era de piso tiene un buen polvo —dijo Samuel engreídamente y Kist empezó a respirar agitadamente y a revolver violentamente en mi bolso.
—Sí —continuó diciendo Samuel con acento sure?o—, Piscary y ella cargaron todo el restaurante de feromonas de vampiro. La cosa acabó con tres peleas y un par de mordiscos. —Se apoyó en una mesa, se cruzó de brazos y sonrió con satisfacción—. Alguien murió y se lo tuvieron que llevar a la cripta temporal de la ciudad. ?Lo ves? Hemos puesto su foto en la pared y ha ganado un vale para una cena gratis. Tuvimos mucha suerte de ver qué estaba pasando y de sacar a tiempo a todos los no vampiros del local antes de que se armase el follón. Que Dios nos ayude si Piscary's llega a perder su LPM y tenemos que volver a solicitarla. La última vez tardó casi un a?o. —Samuel cogió un cacahuete de un cuenco, lo tiró hacia arriba, lo atrapó con la boca al caer y sonrió burlonamente mientras lo masticaba.
La cara de Kist estaba roja de rabia.
—Cállate —dijo cerrando mi bolso.
—?Qué pasa? —dijo Samuel mofándose—. Solo porque tú nunca has provocado tanto a Piscary no quiere decir que la vaya a hacer su heredera.
Kist se tensó. No le había contado a nadie que Piscary ya lo había hecho. Lo miré y su rabia me mantuvo la boca cerrada.
—Te he dicho que te calles —le advirtió Kist. El calor que despedía era casi visible.
Los vampiros a nuestro alrededor se iban retirando poco a poco. Samuel soltó una carcajada, obviamente deseando presionar a Kist todo lo posible.
—Kist está celoso —dijo dirigiéndose a mí con la única intención de irritarlo—. Lo máximo que ha pasado cuando él y Piscary estaban liados ha sido una pelea en el bar. —Sus labios se entreabrieron en una sonrisa maliciosa y miró chulescamente a los otros vampiros—. No te preocupes, tío —le dijo a Kist—, Piscary se cansará de ella en cuanto muera y tú volverás a estar en todo lo alto, o debajo, o en medio si tienes suerte. Quizá te dejen mirar, Ivy podría ense?arte un par de cositas.
Los dedos de Kist temblaron. En el lapso entre un latido y otro se movió, demasiado rápido para seguirlo. Cruzó el círculo, agarró a Samuel por la pechera y lo lanzó contra un grueso poste. La viga de madera crujió y oí como algo chasqueaba en el pecho de Samuel. La cara del hombretón era de sorpresa y conmoción. Tenía los ojos abiertos de par en par y la boca crispada por el dolor que aún no había tenido tiempo de sentir.
—Cállate —dijo Kist en voz baja. Apretó la mandíbula y movió un ojo nerviosamente. Dejó caer a Samuel y le dio un empujón, retorciéndole el brazo en un ángulo antinatural hasta que el vampiro más grande cayó de rodillas. Contuve la respiración cuando oí el chasquido de su hombro al dislocarse.
Los ojos de Samuel parecían salirse de sus cuencas. Abrió la boca con un grito silencioso y se arrodilló con el brazo aún doblado tras de si Kist no le había soltado la mu?eca en ningún momento hasta entonces y Samuel boqueó intentando respirar.
Me quedé allí de pie, incapaz de moverme, aterrorizada por lo rápido que había sucedido todo.