El bueno, el feo yla bruja

—Sé que no es por mi comida —dijo—, ?qué te pasa? Apenas has dicho una palabra desde que… llegaste al museo.

 

Oculté una sonrisita con la servilleta y me limpié la comisura de la boca. Lo había pillado echándose una siesta, sentado con sus larguiruchas piernas en alto y con los pies sobre la mesa de trabajo. El pa?o del siglo dieciocho que se supone que debía estar restaurando reposaba sobre sus ojos. Si no era un libro, en realidad no le interesaba nada.

 

—?Tanto se me nota? —dije antes de meterme el tenedor en la boca.

 

Una media sonrisa familiar se dibujó en su boca.

 

—No es propio de ti estar tan callada. ?Es porque no han arrestado a Kalamack después de que encontrases ese… ese cadáver?

 

Aparté el plato sonrojándome con un sentimiento de culpabilidad. No le había contado a Nick todavía que me había cambiado de bando en el asunto de ?A por Trent?. En realidad no lo había hecho, y eso era lo que me fastidiaba. Trent era repugnante.

 

—Encontraste el cadáver —dijo Nick inclinándose sobre la mesa y agarrándome una mano—, el resto vendrá solo.

 

Sentí vergüenza y me preocupó que Nick pensase que me había dejado comprar. Debió notar mi angustia, porque me apretó la mano hasta que levanté la mirada.

 

—?Qué te pasa, Ray-ray?

 

Me miraba con ternura y ánimos. La profundidad marrón de sus ojos atrapaba los destellos de la fea lámpara que colgaba del techo de la diminuta cocina comedor. Me fijé en el peque?o mostrador a la altura del pecho que la separaba del salón mientras intentaba decidir cómo abordar el tema. Llevaba meses insistiéndole en que debía dejar tranquilos a los demonios durmientes y ahora, aquí estaba, con la intención de pedirle que invocase a Algaliarept por mí. Estaba segura de que la respuesta iba a costarle más que lo incluido en su ?contrato de prueba?, y no quería que se arriesgase a tener que pagarlo por mí. Nick tenía una vena caballerosa tan ancha como el río Ohio.

 

—Dime —insistió agachando la cabeza para intentar mirarme a los ojos.

 

Me pasé la lengua por los labios y lo miré a los ojos.

 

—Es por el Gran Al. —No quería arriesgarme a que Algaliarept pensase convenientemente que lo estaba llamando cada vez que dijese su nombre, así que había empezado a referirme al demonio por el apodo relativamente insultante. Nick creía que era divertido; que me preocupase que apareciera sin haberlo invocado, no que lo llamase Al.

 

Nick deslizó los dedos soltándome la mano y se apartó para coger su copa de vino.

 

—No empieces —dijo arrugando las cejas con los primeros signos de enfado—. Sé lo que hago y pienso seguir haciéndolo tanto si te gusta como si no.

 

—En realidad —le interrumpí—, quería saber si podrías preguntarle algo por mí.

 

La alargada cara de Nick se quedó lívida.

 

—?Cómo dices?

 

Hice una mueca.

 

—Si no te cuesta nada. Si te va a costar algo, olvídalo. Lo averiguaré de otra forma.

 

Dejó la copa en la mesa y se inclinó hacia delante.

 

—?Quieres que lo llame?

 

—Es que he hablado con Trent hoy —dije rápidamente para que no me interrumpiese— y hemos llegado a la conclusión de que el demonio que nos atacó la primavera pasada es el mismo que está cometiendo los asesinatos… y que se supone que yo tenía que haber sido la primera víctima del cazador de brujos, pero como rechace la oferta de trabajo de Trent, me dejó escapar. Si descubro quién lo envió para matarnos, entonces tendremos al asesino.

 

Nick se me quedó mirando boquiabierto. Casi podía ver sus pensamientos ordenándose en su mente: Trent era inocente y ahora estaba trabajando para él para encontrar al verdadero asesino y limpiar su nombre de cualquier sospecha. Me sentí incómoda y jugueteé con el tenedor en el plato.

 

—?Cuánto te ha pagado? —preguntó finalmente sin indicarme ninguna pista de sus pensamientos por su tono de voz.

 

—Un adelanto de dos mil —dije sintiendo el ligero peso del sobre en mi bolsillo ya que aún no había ido a casa—. Dieciocho mil más cuando le diga quién es el cazador de brujos. —?Eh, podré pagar el alquiler! ?Yupi!

 

—?Veinte mil dólares? —dijo abriendo los ojos como platos bajo la luz fluorescente—. ?Te va a dar veinte mil dólares por un nombre? ?No tienes que atraparlo ni nada?

 

Asentí preguntándome si pensaba que me había vendido. Yo me sentía como si lo hubiera hecho.

 

Nick se quedó inmóvil durante unos instantes, luego se levantó ara?ando el suelo de linóleo con la silla.

 

—Averigüemos cuánto cuesta eso —dijo saliendo de la habitación.

 

Me quedé parpadeando mirando su silla de estructura metálica y de plástico. El corazón me latía con fuerza.

 

—?Nick? —dije al levantarme y detenerme un momento para poner los platos en el fregadero—. ?No te molesta que trabaje para Trent? A mí sí.

 

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