El bueno, el feo yla bruja

En su voz se apreciaba el tono de la verdad que había estado esperando y un rayo de entusiasmo me cortó la respiración. Ahí estaba, ya lo tenía. Ya nunca podría volver a mentirme. Repasé nuestras conversaciones anteriores con una nueva luz y me di cuenta de que, aparte del motivo por el que estaba en el campamento de su padre, nunca lo había hecho. Nunca.

 

—Sara Jane no lo conocía, ?verdad? —le pregunté.

 

—Tuvieron unas pocas citas para conseguir la foto, pero no. Tenía la certeza de que sería asesinado después de aceptar trabajar para mí, aunque intenté protegerlo. Quen está muy disgustado —dijo sin darle mucha importancia y fijando la atención en las ondas que producía Sharps—. El hecho de que el se?or Smather apareciese en mis establos significa que el asesino se está volviendo arrogante.

 

Cerré los ojos un instante por la frustración y me esforcé por reordenar mis pensamientos. Trent no había matado a los brujos, lo había hecho otra persona. Podía aceptar el dinero y ayudarle a resolver su peque?o problema de recursos humanos, o no hacerlo y resolvérselo gratis. Mejor quedarme con el dinero.

 

—Eres un cabrón, ?lo sabías?

 

Al ver que había cambiado de idea, Trent sonrió. Era lo único que podía hacer para no escupirle a la cara. Sus alargadas manos colgaban por el borde de la barandilla. El sol le daba un cálido tono dorado a su bronceado que casi brillaba en contraste con su camisa blanca, mientras que su cara permanecía en la sombra. La brisa movía los mechones de su pelo, haciendo que casi se rozasen con mis propios caprichosos mechones.

 

Con un movimiento natural, metió la mano en el bolsillo de su camisa y me pasó el sobre, ocultando la acción a los ojos de Glenn con nuestros cuerpos. Me sentí sucia al aceptarlo. Lo oculté fuera de la vista en mi chaqueta y me lo metí por la cintura del pantalón.

 

—Excelente —dijo con tono cálido y sincero—, me alegro de que trabajemos juntos.

 

—Vete al infierno, Kalamack.

 

—Estoy razonablemente convencido de que es un maestro vampiro —dijo apartándose de mí.

 

—?Cuál de ellos? —pregunté, asqueada conmigo misma. ?Por qué estaba haciendo esto?

 

—No lo sé —admitió tirando al agua un trocito de mortero de la barandilla—. Si lo supiese, ya me habría encargado de él.

 

—No me cabe la menor duda —dije amargamente—. ?Por qué no acabas con todos y te lo quitas de encima de una vez?

 

—No puedo ir por ahí clavando estacas a vampiros aleatoriamente, se?orita Morgan —dijo preocupándome al tomarse mi pregunta en serio en lugar de con el sarcasmo con el que la había hecho—. Eso es ilegal, por no mencionar que iniciaría una guerra con los vampiros. Puede que Cincinnati no sobreviviese a algo así. Y además, mis negocios sufrirían entretanto.

 

Me reí por lo bajo.

 

—Oh, claro, y no podemos permitir que eso pase, ?verdad?

 

Trent suspiró.

 

—Usar el sarcasmo para ocultar tu miedo te hace parecer muy joven.

 

—Y darle vueltas al bolígrafo entre los dedos te hace parecer nervioso. —Le devolví el golpe. Estaba bien poder discutir con alguien que no iba a morderme si perdía los nervios.

 

Movió los ojos con un tic y con los labios apretados hasta dejarlos sin sangre se giró hacia el gran estanque frente a nosotros.

 

—Te agradecería que mantuvieses a la AFI alejada de esto. Es un asunto inframundano, no humano y no estoy seguro de que la SI sea de fiar tampoco.

 

Me pareció interesante lo rápido que había caído en el discurso del ?ellos? y el ?nosotros?. Aparentemente yo no era la única que conocía los orígenes de Trent y no me gustaba el grado de intimidad en el que eso nos situaba.

 

—Creo que se trata de un clan emergente de vampiros que intenta afianzarse eliminándome —dijo—. Es mucho menos arriesgado que acabar con uno de los clanes menos importantes.

 

No era un alarde, simplemente un dato sin más. Arrugué los labios al pensar que acababa de aceptar dinero de un hombre que jugaba con los bajos fondos como si fuesen un tablero de ajedrez. Por primera vez en mi vida me alegraba de que mi padre estuviese muerto y no pudiese preguntarme por qué lo hacía. La foto de nuestros padres de pie delante del autobús del campamento surgió en mi mente y me recordé a mí misma que no podía confiar en Trent. Mi padre lo hizo y eso le mató.

 

Trent dejó escapar un suspiro que sonó apesadumbrado y cansado a la vez.

 

—Los bajos fondos de Cincinnati son muy fluidos. Todos mis contactos habituales han dejado de hablar o están muertos. Estoy dejando de estar al tanto de lo que está pasando. —Me echó una mirada—. Alguien está intentando evitar que aumente mi influencia y sin un brujo de líneas luminosas a mi disposición, he llegado a un punto muerto.

 

—Pobrecito —me mofé de él—. ?Por qué no haces magia tú mismo? ?Acaso tu linaje está demasiado contaminado con pobres genes humanos como para controlar la magia dura?

 

Los nudillos de sus dedos palidecieron al apretar la barandilla y luego se relajaron.

 

—Conseguiré un brujo de líneas luminosas. Prefiero contratar a alguien dispuesto a ello que secuestrarlo, pero si todos los brujos con los que hablo acaban muertos, tendré que retener a alguien.

 

—Sí —dije alargando la palabra cáusticamente—, vosotros los elfos sois famosos por eso, ?no es así?

 

Apretó la mandíbula.

 

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