Trent se relajó visiblemente. Se colocó frente a mí al otro lado del estrecho puente. Me había costado mucho esquivar a Jenks esta tarde hasta que finalmente intervino Ivy para llevárselo a una misión inexistente. En realidad creo que iba a por dónuts.
Sharps estaba jugando con los patos. Tiraba de ellos para dejarlos subir de nuevo a la superficie y ver cómo se iban volando y graznando. Trent apartó la vista del trol, se apoyó en la barandilla y cruzó los tobillos, imitando mi postura a la perfección. éramos dos personas que se habían encontrado por casualidad y que compartían unas palabras bajo el sol de la tarde. Sí, claaaaaro.
—Si llega a saberse —dijo posando la vista en los distantes servicios a mis espaldas—, haré públicos los informes sobre el campamento de mi padre. Tú y todos los demás mocosos seréis localizados y tratados como leprosos. Eso si no os incineran directamente por miedo a que algo mute y dé origen a otra Revelación.
Se me quedaron las rodillas flojas y sin fuerzas. Yo tenía razón. El padre de Trent me había hecho algo, había curado lo que fuese que no me funcionaba bien. Y la amenaza de Trent no era banal. En el mejor de los casos supondría un viaje sin retorno a la Antártida. Recorrí el interior de mi boca con la lengua buscando algo de saliva para tragar.
—?Cómo lo has sabido? —le pregunté, pensando que mi secreto era más mortífero que el suyo.
Con los ojos clavados en mí, se subió la manga de la camisa para mostrar un atractivo brazo musculoso. Tenía el vello rubio por el sol y su piel estaba bien bronceada. Una cicatriz afeaba su tersa piel. Levanté los ojos hasta cruzarme con los suyos viendo en ellos un viejo rencor.
—?Eras tú? —tartamudeé—. ?Fuiste tú a quien arrojé contra un árbol?
Con movimientos cortos y abruptos, volvió a bajarse la manga para ocultar la cicatriz.
—Nunca te perdoné que me hicieras llorar delante de mi padre.
En sus ojos vi una cólera encendida de rescoldos que creía apagados hace mucho tiempo.
—Fue culpa tuya. ?Te dije que dejases de molestarla! —exclamé sin importarme que mi voz se elevase por encima del rumor del agua—. Jasmin estaba enferma. Lloró hasta quedarse dormida durante tres semanas por tu culpa.
Trent se irguió con un movimiento brusco.
—?Recuerdas su nombre? —exclamó—. Anótalo, ?rápido!
Me quedé mirándolo con expresión incrédula.
—?Por qué te importa ahora su nombre? Ya lo estaba pasando bastante mal sin que tú te metieses con ella.
—?Su nombre! —dijo Trent palpándose los bolsillos hasta encontrar un bolígrafo—. ?Cómo se llamaba?
Lo miré con el ce?o fruncido y me recogí un rizo detrás de la oreja.
—No voy a decírtelo —dije, avergonzada por haber vuelto a olvidarlo.
Trent apretó los labios y guardó el bolígrafo.
—Lo has olvidado ya, ?verdad?
—De todas formas, ?por qué te importa? Lo único que hiciste fue fastidiarla.
Parecía enfadado y se caló el sombrero más sobre los ojos.
—Yo tenía catorce a?os, unos difíciles catorce a?os, se?orita Morgan. La molestaba porque me gustaba. La próxima vez que recuerdes su nombre, te agradecería que me lo anotases y me lo hicieses llegar. Ponían bloqueadores de la memoria a largo plazo en el agua del campamento y me gustaría saber si…
Su voz se detuvo y aprecié una emoción cruzar sus ojos. Me estaba especializando en interpretarlos.
—Quieres saber si sobrevivió —acabé la frase por él y supe que había acertado cuando miró hacia otro lado—. ?Por qué estabas tú allí? —pregunté casi temiéndome que me lo contase.
—Mi padre era el due?o del campamento. ?En qué otro sitio iba a pasar los veranos?
La cadencia de su voz y la ligera tensión en su frente me indicaban que había algo más. Un estremecimiento de satisfacción me alentó. Había descubierto su gesto revelador de cuando mentía. Ahora solo debía averiguar cuál era cuando decía la verdad y ya nunca podría volver a enga?arme.
—Eres tan repulsivo como tu padre —dije asqueada—. Le haces chantaje a la gente poniéndoles una cura al alcance de su mano para convertirlos en tus marionetas. La fortuna de tus padres, se?or Kalamack, se construyó sobre la miseria de cientos, quizá miles de personas y tú no eres diferente a ellos.
La barbilla de Trent tembló casi imperceptiblemente y creí ver un brillo centelleando a su alrededor, confundiéndome con el recuerdo de su aura. Debía de ser un truco de elfos.
—No tengo por qué justificar mis acciones ante ti —dijo—. Y además, creo que tú misma te has convertido en una experta en el arte del chantaje. No voy a malgastar mi tiempo peleándonos como ni?os por quién hirió los sentimientos de quién hace más de una década. Quiero contratar tus servicios.
—?Contratarme? —dije incapaz de mantener la voz baja y poniéndome las manos en la cadera, con un gesto de incredulidad—. ?Intentaste matarme en las peleas de ratas y crees que ahora voy a trabajar para ti? ?Para qué? ?Para ayudarte a limpiar tu buen nombre? Tú mataste a esos brujos y voy a demostrarlo.
Se rió y su sombrero ocultó su cara al inclinarse hacia delante con una risotada.