Glenn bajó los prismáticos y me miró con la expresión desencajada.
—Palabra de honor —le dije levantando la mano sarcásticamente.
Su mirada se quedó perdida, pensativamente.
—Ya no es tu misión, sal de aquí antes de que te mande arrestar.
—Al menos podrían haberme dejado asistir al interrogatorio de Trent en la AFI ayer —le dije dando un paso hacia delante agresivamente—. ?Por qué les has dejado echarme? ?Era mi misión!
Apoyó la mano sobre su transmisor en la cadera, junto a su arma. Sus ojos marrones tenían una expresión de enfado por un incidente del pasado que no tenía nada que ver conmigo.
—Estabas echando a perder el caso que estaba instruyendo contra él. Te dije que no entrases y no me hiciste caso.
—Te he dicho que lo siento. Y no tendrías ningún caso si no llega a ser por mí —le recriminé. Frustrada me puse una mano en la cadera y levanté la otra con un gesto de rabia que detuve en seco cuando entró alguien. Era un hombre de aspecto desali?ado con un abrigo desali?ado. Se detuvo unos segundos y miró a Glenn de arriba abajo y a su caro traje negro, de pie sobre el váter y luego a mí con mis pantalones y mi chaqueta de cuero.
—Eh, volveré luego —dijo y salió apresuradamente.
Me volví hacia Glenn y tuve que inclinar la cabeza en un ángulo extra?o para mirarlo a la cara.
—Ya no puedo seguir trabajando para la AFI gracias a ti. Te informo de mi reunión con Trent por cortesía de un profesional a otro, así que mantente al margen y no te entrometas.
—Rachel…
Entorné los ojos.
—No juegues conmigo, Glenn. Ha sido Trent quien me ha llamado.
Las finas arrugas alrededor de sus ojos se hicieron más profundas. Podía ver cómo sus pensamientos pugnaban entre ellos. No tenía por qué haberme molestado en contarle nada, salvo porque probablemente habría llamado a todo el mundo desde a su padre hasta a los artificieros al verme acercarme a Trent.
—?Te ha quedado claro? —le pregunté beligerantemente y se bajó del váter.
—Si descubro que me has mentido…
—Sí, sí, sí —dije girándome para marcharme.
Glenn alargó la mano para tocarme. Noté que su mano se acercaba y me aparté rápidamente, dándome la vuelta. Moví la cabeza en un gesto de advertencia. Sus ojos estaban abiertos como platos por lo rápido que me había movido.
—Creo que no lo entiendes, ?verdad? —dije—. No soy humana. Este es un asunto inframundano que te viene demasiado grande. —Le dejé ese pensamiento para que no durmiese por las noches y me marché caminando despacio hacia la calle soleada, confiando en que me vigilase sin entrometerse.
Caminé balanceando los brazos en un intento por diluir el resto de la adrenalina. Noté una especie de picor al sentir los ojos de Jonathan clavados en mí. Lo ignoré e intenté detenerme donde Quen se había ocultado al girar hacia el puente de cemento. Al otro lado de los estanques gemelos estaba Trent, sentado sobre su manta. Seguía con el libro entre las manos, pero sabía que yo estaba allí. Me iba a hacer esperar, cosa que no me importaba nada. No estaba lista para encontrarme con él todavía.
En las profundas sombras bajo el puente corría una ancha lengua de aguas rápidas que conectaba ambos estanques. Puse un pie en el puente y un remolino morado entre la corriente se estremeció.
—Hola, holita —dije deteniéndome justo antes de la mitad del puente. Sí, sonaba ridículo, pero era el saludo tradicional de los troles. Si tenía suerte, Sharps seguiría siendo el due?o del puente.
—Hola, holita —contestó el oscuro remolino de agua, elevándose con una serie de ondas hasta dibujar una cara arrugada y empapada. En su rostro azulado crecían algas y tenía las u?as blancas por el mortero que ara?aba de la base del puente para complementar su dieta.
—Sharps —dije sinceramente encantada al reconocerlo por su ojo blanco consecuencia de una antigua pelea—, ?cómo van esas corrientes de agua?
—Agente Morgan —dijo con tono cansado—, ?no podría esperar hasta el anochecer? Le prometo que me iré esta noche, pero ahora el sol brilla demasiado.
Le sonreí.
—Llámame Rachel, dejé la SI y por mí no te muevas de donde estás.
—?Ah, sí? —El remolino de agua se hundió hasta que solo sobresalía la boca y su ojo bueno—. Me alegro. Es una buena chica, no como el hechicero que tienen ahora que viene a mediodía con porras eléctricas y campanas.
Hice un gesto de lástima. Los troles tenían una piel extremadamente sensible que los obligaba a ocultarse del sol la mayor parte del tiempo. Solían destruir cualquier puente bajo el que se instalaban, por lo que la SI continuamente los echaba, pero era una batalla perdida. En cuanto uno se iba, otro ocupaba su lugar y entonces surgían peleas cuando el trol anterior quería recuperar su hogar.
—Oye, Sharps —dije—, quizá podrías ayudarme.
—Cualquier cosa que esté en mi mano. —Un bracito morado surgió del agua para coger un granito de mortero de debajo del puente.