No lo había pillado.
—Quiero decir que debe de usarla —le solté.
—?Y…? —dijo subiendo las cejas inquisitivamente.
—?Quién puede usar las líneas luminosas? —le repliqué.
Dejó caer la mandíbula al entenderlo de pronto.
—Es un humano o un brujo —dijo muy bajito. Se levantó con un movimiento tan rápido que se me pusieron los pelos de punta. Se acercó al fregadero y apartó las cortinas para cerrar la ventana con un sonido seco—. ?Sabe Trent que la has visto? —me preguntó con los ojos oscuros en la penumbra.
—Oh, yo diría que sí —fui a por otra galleta para disimuladamente poner más espacio entre ambas—, teniendo en cuenta que tuve que usarla para encontrar el cadáver.
Apretó los labios y su lánguida postura se tensó.
—Has vuelto a ponerte en la picota. A ti, a mí, a Jenks y a toda su familia. Trent hará lo que sea para que no se sepa.
—Si estuviese tan preocupado por ello, no se habría arriesgado a poner su oficina en la línea luminosa —protesté, deseando tener razón—. Cualquiera que mire la encontrará. Sigo sin saber si es inframundano o humano. Estamos a salvo, especialmente si no digo nada acerca de la línea luminosa.
—Jenks podría enterarse —insistió—. Ya sabes cómo le gusta cotorrear. No podrá resistirse a llevarse el mérito por haber descubierto qué es Trent.
Cogí una galleta.
—?Qué se supone que debo hacer? Si le digo que mantenga la boca cerrada acerca de lo de la línea luminosa intentará averiguar por qué.
Ivy tamborileó con los dedos sobre la encimera mientras me comía la galleta. Con una espeluznante demostración de fuerza, se apoyó en una mano para sentarse en la encimera. Su rostro había cobrado vida y sus finas cejas se arrugaban ante la oportunidad de resolver un misterio tan antiguo.
—Entonces, ?tú qué crees que es, humano o brujo?
Volviendo hacia el fregadero abrí el grifo del agua caliente sobre la carne congelada.
—Ninguna de las dos cosas —admití llanamente. Ivy se quedó en silencio y cerré el grifo—. No es ninguna de las dos, Ivy. Apostaría mi vida a que no es un brujo y Jenks jura que es algo más que un humano.
?Era por esto por lo que me quedaba?, me pregunté viendo sus ojos chispeantes y a su mente trabajando junto a la mía. Su lógica y mi intuición. A pesar de los problemas, formábamos un buen equipo, siempre lo habíamos hecho.
Ivy sacudió la cabeza. Sus rasgos se desdibujaban bajo la penumbra de la luz azul tamizada por las cortinas, pero podía notar que su tensión aumentaba.
—Son las únicas dos opciones que nos quedan. Cuando lo descartas todo, lo que quede, por poco probable que sea, es la respuesta correcta.
No me sorprendía que citase a Sherlock Holmes. La neurosis y la naturaleza hosca del detective de ficción encajaban bien con la personalidad de Ivy.
—Bueno, si quieres contemplar también lo improbable —musité—, puedes a?adir a los demonios a las posibilidades.
—?Demonios? —dijo Ivy deteniendo su tamborileo.
Negué con la cabeza fastidiada.
—Trent no es un demonio. Solo lo he dicho porque los demonios vienen de siempre jamás y también pueden manipular las líneas luminosas.
—Se me había olvidado eso —dijo en voz muy baja y el suave susurro me provocó un escalofrío por la columna vertebral. Pero estaba abstraída en sus pensamientos y no tenía ni idea de lo espeluznante que se estaba poniendo—. Que las brujas y los demonios estabais relacionados, quiero decir. —Eso me ofendió y solté un resoplido. Ivy se encogió de hombros—. Lo siento, no sabía que ese era un tema sensible.