—No lo es —dije en tensión, aunque sí que lo fuese. Había habido una oleada de controversia hacía más o menos una década cuando una humana metió las narices en la genealogía de los inframundanos y consiguió los pocos mapas genéticos que habían sobrevivido a la Revelación. Su teoría era que, como los brujos podían manipular las líneas luminosas, nuestro origen estaba en siempre jamás, junto con el de los demonios. Los brujos no están emparentados con los demonios, pero para vergüenza nuestra, la ciencia nos obligó a admitir en público que habíamos evolucionado en paralelo en siempre jamás. Encontró financiación para ese desagradable chismorreo y la mujer fue entonces más allá de su teoría original, usando las tasas de mutación del ARN para datar exactamente el momento de nuestra migración en masa hacia este lado de las líneas luminosas hacía unos cinco mil a?os. La mitología de los brujos afirmaba que el alzamiento de los brujos había forzado la migración, dejando a los elfos luchando en una guerra perdida ya que estos eran incapaces de abandonar sus amados campos y bosques para que fuesen despojados de sus recursos naturales y contaminados. Parecía una teoría viable y para cuando los elfos se rindieron y siguieron su ejemplo hacía apenas dos mil a?os, ya habían perdido toda su historia.
El hecho de que los humanos desarrollasen la capacidad de realizar magia de líneas luminosas en esa época se atribuyó a la costumbre de los elfos de usar su magia para mezclarse con los humanos y evitar la extinción que habían comenzado los demonios y que terminó por ellos la Revelación.
Pensé en Nick y me hundí. Menos mal que los brujos eran tan diferentes de los humanos que ni siquiera la magia podía salvar las distancias. ?Quién sabe qué podría hacer un ignorante híbrido entre brujo y humano con capacidad para usar las líneas luminosas? Ya era baslante malo que los elfos hubiesen metido a los humanos en la familia de la magia de líneas luminosas. La destreza de los elfos para la magia de líneas luminosas había pasado al genoma humano como si fuese propia, eso bastaba para dejarte sorprendido.
?Elfos?, pensé de repente quedándome helada. La respuesta había estado frente a mis narices todo el tiempo.
—Ay, Dios mío —susurré.
Ivy levantó la cabeza y dejó de mover las piernas al ver mi expresión.
—?Es un elfo! —susurré y la emoción por el descubrimiento me salía a borbotones acelerándome el pulso—. No se extinguieron tras la Revelación. Es un elfo. ?Trent es un pu?etero elfo!
—Eh, espera un momento —me advirtió Ivy—. Han desaparecido y si alguno estuviese vivo, Jenks lo sabría. Lo habría olido.
Negué con la cabeza a la vez que me acercaba al pasillo en busca de cotillas alados.
—No si los elfos se escondieron durante toda una generación de pixies y hadas. La Revelación casi acabó con ellos y no creo que a los supervivientes les costase mucho ocultarse hasta que el último pixie o hada que sabía a qué olían muriese. Solo viven unos veinte a?os, más o menos, me refiero a los pixies. —Mis palabras se atropellaban entre sí, aceleradas por salir—. Y ya sabes que a Trent no les gustan ni los pixies ni las hadas. Es casi una fobia, ?todo encaja! ?No me lo puedo creer! ?Lo hemos descubierto!
—Rachel —dijo Ivy con tono paternalista revolviéndose sobre la encimera—, no seas estúpida. No es un elfo.
Me crucé de brazos y apreté los labios en un gesto de frustración.
—Duerme hasta mediodía y a medianoche —dije— y está más activo al amanecer y al anochecer, igual que los elfos. Posee unos reflejos casi de vampiro. Le gusta la soledad, pero es muy bueno manipulando a la gente. Dios mío, Ivy, ?ese hombre intentó darme caza a lomos de un caballo bajo la luna llena como si fuese una presa! —Gesticulaba con los brazos al hablar—. Tú has visto sus jardines y ese bosque artificial que tiene. ?Es un elfo! Y también lo son Quen y Jonathan.
Ivy negó con la cabeza.
—Murieron, todos. Y ?de qué les serviría dejar que todo el mundo, incluidos los inframundanos, piense que han desaparecido cuando no lo han hecho? Ya sabes el dineral que se dedica a las especies en peligro de extinción, especialmente si son inteligentes.
—No lo sé —dije exasperada por su incredulidad—. A los humanos nunca les gustó su costumbre de robar ni?os para sustituirlos por los suyos con malformaciones. Eso bastaría para que yo mantuviese la boca cerrada y la cabeza gacha hasta que todo el mundo pensase que estaba muerta.
Ivy emitió un sonido gutural de incredulidad, pero notaba que sus dudas empezaban a flaquear.
—Sabe manipular las líneas luminosas —insistí—, tú misma lo has dicho. Si eliminamos lo imposible, lo que nos queda, por muy improbable que sea, es la verdad. No es ni humano ni brujo. —Cerré los ojos y recordé haber mordido a ambos, a Jonathan y a Trent cuando era un visón e intentaba escapar—. No puede ser. Su sangre sabía a canela y a vino.
—Es un elfo —dijo Ivy con un tono sorprendentemente monótono. Abrí los ojos y vi su cara iluminada—. ?Por qué no me habías dicho antes que sabía a canela? —dijo deslizándose del mostrador sin hacer ruido al tocar el suelo con sus botines negros.
El instinto de conservación me hizo dar un paso atrás antes de que se diese cuenta de que me había movido.
—Creía que podría ser por las drogas que me dio para atontarme —dije. No me hacía gracia que la mención de la sangre la hubiese puesto en movimiento. El marrón de sus ojos se hacía cada vez más peque?o en oposición a sus pupilas dilatadas. Estaba segura de que era por haber descubierto la ascendencia de Trent y no por tenerme en su cocina, con el corazón palpitando desbocado y las palmas de las manos sudorosas. Pero aun así… no me gustaba.
La cabeza me daba vueltas y le dediqué una mirada de advertencia a la vez que interponía la isla central entre ambas. Muy bien, ahora sabía el secreto de Trent. Si se lo decía eso me aseguraría sin duda una reunión con él, pero ?cómo se le dice a un asesino en serie que sabes su secreto sin acabar muerta?