El bueno, el feo yla bruja

—Tengo algunas preguntas —dijo Nick con un tono más valiente de lo que expresaba su lenguaje corporal.

 

Nick contuvo la respiración cuando el perro se levantó y echó a andar silenciosamente por el pasillo, casi rozando con los hombros las paredes. Me quedé mirándolo fijamente, horrorizada, mientras lamía el suelo junto al círculo, poniéndolo a prueba. La película de realidad de siempre jamás chisporroteó cuando pasó la lengua por la barrera invisible. De ella surgió un humo que olía a ámbar quemado. Observé, como a través de un cristal, la lengua de Algaliarept chamuscándose y quemándose. Nick se tensó y creí oírlo musitar una oración o un juramento. Con un gru?ido de fastidio la silueta del demonio se hizo difusa.

 

El corazón me martilleaba en el pecho al ver la figura del perro alargarse y convertirse en su habitual representación de un caballero británico.

 

—Rachel Mariana Morgan —dijo remarcando cada acento con una elegante precisión—, debo felicitarte, querida, por encontrar aquel cadáver. Ha sido la utilización de las líneas luminosas más astuta que haya visto en doce a?os. —Se inclinó hacia mí. Olía a lavanda—. Has provocado gran revuelo, ?lo sabías? —susurró—. Me han invitado a todas las fiestas. El hechizo de mi bruja ha dado el campanazo. Todo el mundo pudo disfrutarlo, aunque no tanto como yo. —Cerró los ojos y se estremeció. Su silueta se onduló al perder la concentración.

 

Tragué saliva.

 

—Yo no soy tu bruja —dije.

 

Nick me apretó con más fuerza el codo.

 

—Quédate con esa forma —dijo con voz firme— y deja de molestar a Rachel. Tengo preguntas y quiero saber el precio antes de formularlas.

 

—Tu desconfianza acabará por matarte, si no lo hace antes tu descaro.

 

Algaliarept se giró con un rápido movimiento haciendo ondear tras de sí los faldones de su chaqueta de camino al salón. Desde donde yo estaba lo vi abrir la librería de puertas de cristal de Nick. Alargó sus enguantados dedos blancos para sacar un libro.

 

—Oh, me preguntaba dónde habría ido a parar este —dijo dándonos la espalda—. Cómo me alegra que lo tengas. Lo leeremos la próxima vez.

 

Nick me miró.

 

—Eso es lo que hacemos normalmente —susurró—. El descifra el latín por mí y se le escapan muchas cosas.

 

—?Y tú confías en él? —Arrugué el ce?o, nerviosa—. Pregúntale.

 

Algaliarept había vuelto a colocar el tomo y había sacado otro. Pareció animarse y emitió unos ruiditos de satisfacción, como si hubiese encontrado un viejo amigo.

 

—Algaliarept —dijo Nick pronunciando su nombre lentamente. El demonio se giró con el nuevo libro en las manos—. Me gustaría saber si fuiste tú el demonio que atacó a Trent Kalamack la primavera pasada.

 

El demonio no levantó la vista del nuevo libro que acunaba entre las manos. Me mareé al ver que había alargado sus dedos para sujetarlo mejor.

 

—Eso entra dentro de nuestro acuerdo —dijo con tono de preocupación—, teniendo en cuenta que Rachel Mariana Morgan ya sabe la respuesta. —Levantó la mirada asomando sus ojos naranjas y rojos por encima de sus gafas ahumadas—. Oh, sí, probé esa noche a Trenton Aloysius Kalamack y a ti. Tendría que haberlo matado directamente, pero la novedad era tan interesante que me entretuve hasta que logró meterme en un círculo.

 

—?Por eso sobreviví yo también? —pregunté—. ?Cometiste un error?

 

—?Esa pregunta es de tu parte?

 

Me humedecí los labios.

 

—No.

 

Algaliarept cerró el libro.

 

—Tu sangre es ordinaria, Rachel Mariana Morgan. Sabrosa, con aromas sutiles que no pude entender, pero ordinaria. No jugué contigo, intenté matarte. Si llego a saber que eras capaz de dar el campanazo, habría hecho las cosas de otra forma. —Una sonrisa apareció en sus labios y sentí su mirada derramarse sobre mí como una mancha de aceite—. O puede que no. Tendría que haber sabido que serías como tu padre. él también dio el campanazo. Una vez. Antes de morir. Espero sinceramente que eso no sea una premonición para ti.

 

Se me encogió el estómago y Nick me agarró del brazo antes de que tocase su círculo.

 

—Dijiste que no lo conocías —dije con la voz áspera por la rabia. Me sonrió bobaliconamente.

 

—?Es eso otra pregunta?

 

Con el corazón a punto de salírseme por la boca negué con la cabeza, esperando que me dijese algo más.

 

El demonio se llevó un dedo a la punta de la nariz.

 

—Entonces será mejor que Nicholas Gregory Sparagmos me haga otra pregunta antes de que me llame alguien dispuesto a pagar por mis servicios.

 

—No eres más que un chivato asqueroso, ?Lo sabías? —dije temblorosa.

 

La mirada de Algaliarept se posó en mi cuello, trayéndome a la memoria el suelo de aquel sótano donde la vida se me iba derramando.

 

—Solo cuando tengo un mal día.

 

Nick se irguió.

 

—Quiero saber quién te invocó para matar a Rachel y si es la misma persona que está invocándote ahora para matar a brujos de líneas luminosas.

 

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