El bueno, el feo yla bruja

—Tengo que hacer una llamada —dije aturdida deteniéndome en seco en medio del salón.

 

—?Trent? —preguntó innecesariamente a la vez que me acercaba el teléfono inalámbrico.

 

Después de marcar el número cerré el pu?o para disimular que me temblaban los dedos. Contestó Jonathan con tono airado y desagradable. Me puse muy pesada hasta que accedió a dejarme hablar directamente con Trent. Finalmente oí el clic de un teléfono supletorio y oí la voz suave como un río de Trent con un profesional: ?Buenas noches, se?orita Morgan?.

 

—Es Piscary —dije a modo de saludo. Se produjo un silencio que duró cinco latidos y me pregunté si habría colgado.

 

—?Te ha dicho que Piscary lo ha enviado a matar a mis brujos? —preguntó finalmente Trent a la vez que chasqueaba los dedos. Luego oí el distintivo sonido de un bolígrafo sobre el papel y me pregunté si Quen estaría con él. La indiferencia de su voz no ocultaba su preocupación.

 

—Le pregunté si lo habían enviado para matarte la primavera pasada y quién lo había invocado —dije con el estómago revuelto y dando vueltas por la habitación—. Te sugiero que te quedes en terreno consagrado después del anochecer. Puedes entrar en terreno consagrado, ?no? —le pregunté sin saber con seguridad cómo les afectaban a los elfos esos asuntos.

 

—No seas grosera —dijo—, tengo un alma igual que tú. Y gracias, en cuanto confirmes la información te enviaré un mensajero con el resto de tu remuneración.

 

Di un respingo y miré a Nick.

 

—?Confirmarlo? —dije—. ?Qué quieres decir con que lo confirme? —No pude evitar que me temblase la mano.

 

—Lo que me acabas de decir es un consejo —dijo Trent—. Solo le pago por eso a mi agente de bolsa. Consígueme pruebas y Jonathan te enviará un cheque.

 

—?Acabo de darte la prueba! —exclamé levantándome con el corazón agitado—. Acabo de hablar con ese maldito demonio y me ha dicho que está matando a tus brujos. ?Qué más pruebas necesitas?

 

—Más de una persona puede invocar al mismo demonio, se?orita Morgan. Si no le has preguntado directamente si ha sido Piscary el que lo ha invocado para asesinar a esos brujos, solo son especulaciones.

 

Me quedé sin respiración y le di la espalda a Nick.

 

—Esa pregunta era demasiado cara —dije bajando la voz y pasándome la mano por la trenza—, pero nos atacó a ambos siguiendo las órdenes de Piscary y ha admitido que ha matado a los brujos.

 

—No es suficiente. Necesito pruebas antes de ir clavando estacas en un maestro vampiro. Y te sugiero que las consigas rápido.

 

—?Me vas a timar! —le grité girándome hacia la ventana sintiendo que mi miedo se tornaba en frustración—. Claro, ?por qué no? Lo Howlers lo han hecho, la AFI también, ?por qué ibas a ser diferente?

 

—No te estoy timando —dijo pasando de una voz suave como la seda a una fría como el hierro por la rabia—, pero no pienso pagarte por un trabajo chapucero. Como dijiste, te pago por resultados, no jugada a jugada… ni por especulaciones.

 

—?A mí me parece que no me quieres pagar nada! ?Te estoy diciendo que ha sido Piscary y unos míseros veinte mil dólares no son suficientes para que entre alegremente en la guarida de un vampiro de más de cuatrocientos a?os y le pregunte si ha estado enviando a un demonio a asesinar a los ciudadanos de Cincinnati!

 

—Si no quieres hacer el trabajo espero que me devuelvas la fianza.

 

Le colgué.

 

El teléfono ardía en mi mano y lo dejé con cuidado sobre el mostrador de la cocina de Nick antes de estamparlo contra algo.

 

—?Puedes llevarme a casa, por favor? —le pregunté cargada de tensión.

 

Nick estaba mirando su estantería, repasando con el dedo los títulos.

 

—Nick —dije más alto, enfadada y frustrada—, de verdad quiero irme a casa ya.

 

—Un momento —masculló concentrado en sus libros.

 

—?Nick! —exclamé cruzándome de brazos—. Ya elegirás el libro que vas a leer esta noche luego. ?Quiero irme a casa ya!

 

Se volvió hacia mí con una mirada enfermiza en su alargado rostro.

 

—Se lo ha llevado.

 

—?El qué?

 

—Creí que hablaba del libro que tenía en las manos, pero se ha llevado el que usaste para convertirme en tu familiar. Arrugué los labios.

 

—?Al escribió el libro para convertir a los humanos en familiares? Por mí puede quedárselo.

 

—No —dijo demacrado y pálido—, si lo tiene él, ?cómo vamos a romper el hechizo?

 

—Oh —dije con la cara desencajada. No había pensado en eso.

 

 

 

 

 

25.

 

 

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