El agente respondió en voz queda y bajó las escaleras en busca de Trent. Lo miré triunfante y luego me puse seria al imaginarme a la doctora Anders muerta en el suelo. A esa imagen superpuse el recuerdo de Trent matando a su investigador jefe de forma limpia y rápida, con una coartada ya lista para ser usada. Esta vez lo había cazado. Me había movido demasiado rápido para que se cubriese las espaldas.
Sara Jane se agarró a Trent. Un miedo verdadero y absoluto dejó pálidas sus mejillas y abrió de par en par sus ojos. Trent no parecía ser consciente de su presencia. Su cara estaba totalmente inexpresiva mientras miraba a Quen. Con las rodillas temblorosas lo vi respirar hondo, como para tranquilizarse.
—?Se?or Kalamack? —dijo la joven agente haciendo un gesto para que la siguiese.
Una rápida emoción cruzó el rostro de Trent cuando la agente de la AFI dijo su nombre. Yo habría dicho que era miedo si creyese que algo podía asustar a ese hombre.
—Se?orita Morgan —dijo Trent a modo de despedida mientras ayudaba a Sara Jane a ponerse en marcha. Edden y Quen se fueron con ellos. La redonda cara del capitán reflejaba un gran alivio. Quizá había arriesgado su reputación más de lo que yo pudiese pensar.
Sara Jane se apartó de Trent y se volvió hacia mí.
—Zorra —dijo con su voz aguda e infantil cargada de miedo y odio—, no tienes ni idea de lo que has hecho.
Conmocionada, no pude decir nada. Trent la cogió por el codo con lo que me pareció un gesto de advertencia. Me empezaron a temblar las manos y se me hizo un nudo en el estómago.
Glenn bajaba ya por las escaleras con una toallita desechable entre las manos. Se iba limpiando los dedos conforme se acercaba hacia mí. Se?aló la furgoneta de criminalística y luego al rectángulo negro que formaba el marco de la puerta. Dos hombres se pusieron en marcha. Con una tensa calma empujaron una maleta negra rígida hacia delante.
Iba a lograr que arrestasen a Trent Kalamack, pensé. ?Lograría sobrevivir después de esto?
—Es un cadáver —me dijo Glenn deteniéndose frente a mí con los ojos entornados mientras seguía limpiándose las manos con otra toallita—, tenías razón. —Me miró a la cara y supe que debía parecer ansiosa cuando siguió mi mirada en dirección a Trent, que ahora estaba junto a Quen y Edden—. No es más que un hombre.
Trent estaba tranquilo y sereno. Era la viva imagen de la cooperación, en contraste con la actitud histérica y rabiosa de Sara Jane.
—?Seguro? —dije con un suspiro.
—Todavía pasará un buen rato hasta que puedas entrar —dijo cogiendo una tercera toallita y pasándosela, por la nuca. Parecía un poco afligido—. Puede que quizá ma?ana. ?Quieres que te lleven a casa?
—Me quedo. —Notaba el estómago ligero. Caí en la cuenta de que debía llamar a Ivy para contarle lo que estaba pasando. Si es que quería hablar conmigo—. ?Está muy mal? —le pregunté. Junto a la puerta los dos hombres charlaban con un tercero mientras sacaban una aspiradora de la traqueteada maleta y se ponían patucos de papel sobre los zapatos.
Glenn no me respondió. Sus ojos miraban a todas partes menos a mí y al negro hueco de la puerta.
—Si te vas a quedar, necesitarás esto —dijo entregándome una identificación de la AFI con la palabra ?temporal? escrita. Unos agentes estaban colocando una cinta amarilla para delimitar el escenario del crimen y parecía que se estaban poniendo cómodos. La radio no cesaba de emitir órdenes claras y concisas y todo el mundo, salvo los perros y yo, parecía contento. Tenía que subir allí arriba. Tenía que ver qué había hecho Trent con la doctora Anders.
—Gracias —susurré y me colgué la identificación al cuello.
—Ve a tomarte un café —me dijo mirando hacia una de las furgonetas que habíamos traído. Ya había varios agentes sin nada que hacer arremolinándose a su alrededor. Asentí y Glenn volvió a las escaleras, subiendo los escalones de dos en dos con sus largas piernas.
Solo una vez más volví a mirar a Trent, que estaba en la sala abierta entre los establos. Estaba hablando con un agente. Al parecer, había rechazado su derecho a un abogado. ?Para dar la impresión de que era inocente?, me pregunté, ?o era que se creía demasiado listo como para necesitarlo?