—Estoy trabajando —dije y noté una vibración en la mano al encontrarlo—, ?qué haces tú aquí?
Se encogió de hombros y su apariencia se estiró transformándose en la familiar imagen de un desgarbado vampiro vestido de cuero con el pelo rubio y una oreja rasgada. Pavoneándose con un nuevo aire de chico malo, se pasó la lengua por sus labios mientras que la cadena que iba del bolsillo trasero hasta su cinturón tintineaba. Empecé a respirar entrecortadamente. Cada vez captaba mejor al Kist de mi mente, lo imitaba a la perfección.
En su mano aparecieron unas gafas redondas de cristales ahumados y abrió las patillas con un rápido movimiento de la mu?eca.
—Te he sentido, querida —dijo a la vez que sus dientes se alargaban hasta el tama?o de los del vampiro y se ponía las gafas para ocultar sus rojos ojos de cabra—. Tenía que venir a ver si venías a vissssitarme. No te importa que tenga este aspecto, ?verdad? Tiene los cojones de un toro.
Que Dios me ayude. Me estremecí y saqué la mano de la línea luminosa a pesar del punzante dolor provocado por el desequilibrio de siempre jamás.
—No pretendía llamar tu atención —susurré—. Vete.
Noté que alguien me tocaba la mano y di un respingo. Olía a café quemado y deseé que Edden dejase de intentar ayudarme.
—?Con quién demonios está hablando? —preguntó en voz baja el capitán de la AFI.
—No lo sé —dijo Jenks—, pero no pienso entrar en esa línea para averiguarlo.
—?Irme? —dijo el demonio sonriendo aun más ampliamente—. No, no, no. No seas tonta. Quiero ver cuánta cantidad de siempre jamás puedes manipular. Vamos, querida, termina tu peque?o encantamiento —me animó.
De fondo podía oír a Trent y a Quen discutiendo acaloradamente. No quería abrir los ojos y arriesgarme a perder de vista al demonio, pero me parecía que Trent iba ganando. Nerviosa, me humedecí los labios y me odié a mí misma cuando la visión de Kisten hizo lo mismo con una burlona lentitud.
—He olvidado la última palabra —admití y luego me erguí al recordarla—. Favilla —solté aliviada y el demonio me aplaudió encantado.
Di un salto cuando una segunda onda de siempre jamás me sacudió. Apreté los brazos alrededor de mi cuerpo, como intentando mantener mi aura intacta. Observé la onda amarilla alejarse a toda velocidad, siguiendo el curso de la primera. Algaliarept gimió, estremeciéndose de placer cuando la onda pasó a través de él. Observé su reacción casi horrorizada. Obviamente le había gustado, pero si hubiese podido hacerse con mi alma, ya lo habría hecho. Creo.
—Algodón de azúcar —dijo cerrando los ojos—. Desuéllame y mátame. Algodón de azúcar y néctar.
Maldición, tenía que salir de allí.
Mientras Algaliarept pasaba la mano sobre la hierba y se lamía de los dedos el resto amarillo de poder que mi encantamiento había dejado, escudri?é el paisaje que me rodeaba. Mis hombros se tensaron por la preocupación. Habían desaparecido todas las marcas brillantes de los cadáveres. Algaliarept parecía contentarse con recoger los restos de mi hechizo, así que eché una mirada rápida a mis espaldas y me quedé paralizada en mi rápido giro. Una de las tumbas de los caballos brillaba con un rojo intenso. No era un caballo, era una persona. Trent la había matado, pensé y de pronto mi atención recayó en una nueva silueta que se materializó dentro de la línea luminosa.
Era Trent, que había entrado para ver lo que yo veía. Su mirada se dirigió hacia la marca roja y se quedó perplejo, pero su sorpresa no fue nada comparada con la que experimentó al ver al demonio que se había transformado en un reflejo de mí misma pero con un aspecto más peligroso, con unas mallas negras de seda.
—Trenton Aloysius Kalamack —dijo poniendo una voz mucho más sexi que la mía. Se lamió el último resto de mi hechizo de los dedos y me pregunté si el demonio me hacía parecer más atractiva de lo que en realidad soy—. Qué dirección más peligrosa han tomado tus pensamientos —dijo el demonio—. Deberías tener más cuidado con a quién invitas a jugar con tu línea luminosa. —Vaciló un instante con la cadera ladeada mientras entornaba los ojos por detrás de sus gafas y comparaba nuestras auras—. Hacéis una pareja muy bonita, como una pareja de caballos en mis establos.
Y entonces desapareció, provocándome un hormigueo y dejándome allí, mirando a Trent en medio del paisaje de siempre jamás.
21.