El bueno, el feo yla bruja

Bien, pensé sarcásticamente mientras cerraba los ojos para facilitarme la búsqueda de una línea luminosa con mi segunda visión. Ni que tuviese una atravesando el jardín.

 

Busqué con mis pensamientos la roja corriente de siempre jamás. Inspiré con fuerza provocando un silbido y abrí los ojos de golpe para quedarme mirando fijamente a Trent. ?Tenía una maldita línea luminosa atravesando su maldito despacho!

 

 

 

 

 

20.

 

 

Boquiabierta miré a Trent al otro lado de la oficina. Su cara estaba tensa y retraída en su asiento flanqueado por Jonathan. Ninguno de los dos parecía muy contento. Mi pulso se desbocó. Trent sabía que estaba allí. Sabía usar líneas luminosas y eso significaba que o bien era humano o brujo. Los vampiros no podían hacerlo y los humanos que sí podían y más tarde eran infectados por el virus vampírico perdían esa habilidad. No sabía qué me asustaba más, si que Trent usase las líneas luminosas, o que supiese que yo lo sabía. Que Dios me ayudase. Estaba a medio camino de descubrir el secreto más preciado de Trent: qué demonios era.

 

La puerta de la oficina de Trent se abrió de golpe chocando contra la pared. La adrenalina bombeó por mi cuerpo dolorosamente, adopté una postura defensiva y Quen irrumpió en el despacho.

 

—Sa… se?or —gru?ó cambiando a medio camino el apelativo ?Sa'han?. Se detuvo de golpe con los ojos entornados al ver mi postura tensa en la esquina y a Edden sentado en su silla con el teléfono en la oreja, sin mover ni un músculo. Sus ojos verdes se clavaron en los míos. El corazón me dio un vuelco. Ambos relajamos nuestras posturas defensivas y tiré de mi camisa hacia abajo. La puerta se cerró sola justo después de que entrase Jenks a toda velocidad.

 

—?Oye, Rachel! —gritó el pixie con las alas rojas por la emoción—. Alguien ha encontrado una línea luminosa y uno que yo me sé se ha cogido un cabreo monumental. —Se detuvo en seco al percibir la tensión de la sala—. Oh, eres tú —dijo con una amplia sonrisa. Entrechocando las alas aterrizó en mi hombro aunque enseguida me abandonó en dirección a Edden para tener la ocasión de escuchar lo que decía Nick.

 

Trent se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa. Unas gotas de sudor bordeaban su frente. Intenté tragar saliva, pero tenía la boca seca.

 

—La se?orita Morgan está haciéndonos una demostración de sus habilidades con las líneas luminosas —dijo— y estoy muy interesado en verlo.

 

Apuesto a que sí, pensé preguntándome si habría acertado de lleno. Las líneas luminosas se usaban mucho en seguridad y Quen lo había sabido en cuanto la encontr\1.

 

Me sentía incómoda pero aproveché la oportunidad para examinar con mi segunda visión el aura de los que estaban allí. La de Jenks parecía un arco iris, como la de la mayoría de los pixies. La de Edden era de un uniforme tono azul tirando a amarillo sobre su cabeza. La de Quen era de un verde tan oscuro que parecía casi negro, con intensas franjas naranjas por el estómago y las manos, nada bueno. La de Jonathan también era verde, pero mucho más clara y casi resultaba anodina por su uniformidad y tono. La de Trent… titubeé vacilante. La de Trent era amarilla como un rayo de sol con rayas definidas de color rojo. Las líneas carmesí indicaban que una tragedia del pasado empa?aba su alma. El aura estaba más cerca de él de lo normal y estaba bordeada de destellos plateados, como la de Ivy. Aparecieron de la nada y se quedaron flotando a su alrededor cuando se pasó la mano por el pelo para alisarlo. Estaba buscando algo. La forma en la que los destellos se entremezclaban con su aura indicaba que había dedicado toda su vida a esa búsqueda. El dinero, el poder, la determinación, todo al servicio de un objetivo más importante. Me pregunté qué estaría buscando.

 

No podía verme mi propia aura, a no ser que me pusiese sobre un espejo adivinatorio, cosa que no volvería a hacer nunca jamás, pero estaba segura de que Trent la estaba mirando y no me gustaba que pudiese ver mi marca de demonio en mi mu?eca palpitando como una fea mancha negra; ni que mi propia aura pudiese tener las mismas feas rayas rojas, o que aparte de sus destellos, nuestras auras fuesen casi idénticas.

 

Edden nos miraba a ambos con recelo, sabiendo que pasaba algo pero sin saber el qué. Con el ce?o fruncido, se sentó en el borde del asiento para seguir su lacónica conversación en voz baja con Nick.

 

—?Tienes una línea luminosa atravesando tu despacho? —dije despreocupadamente.

 

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