Entre esas naves y la operación cárnica del ejército, en lo alto de la roca, se encuentra lo que Bobby Shaftoe toma por la ciudad de Argel. Para el ojo discriminatorio de ese nativo de Wisconsin no parece haber sido ?construida? sino más bien arrastrada hasta la colina por la marea. Se ha dedicado mucho espacio a mantener al sol fuera así que, desde arriba, tiene un aspecto cerrado; muchas baldosas rojas, decoradas con flores y arabescos. Un par de estructuras modernas de cemento (por ejemplo, ese mismo congelador) parecen haber sido abandonadas allí por los franceses en el curso de alguna vigorosa ofensiva de limpieza de los barrios bajos. Aún así, quedan todavía muchas zonas por limpiar: y el objetivo número uno es esa colmena humana u hormiguero justo a la izquierda de Shaftoe, la Casbah, la llaman. Quizá sea un barrio. Quizá sea un único edificio mal organizado. Hay que verlo para creerlo. Los árabes están apretujados allí como los miembros de una fraternidad en una cabina telefónica.
Shaftoe se da la vuelta y contempla de nuevo el congelador, que allí se encuentra peligrosamente expuesto a los ataques aéreos del enemigo, pero a nadie le importa un cojón, porque ?qué más da si los teutones vuelan un montón de carne?
El teniente Ethridge, casi tan desesperadamente quemado por el sol como Bobby Shaftoe, entrecierra los ojos.
—Rubio-dice Shaftoe.
—Vale.
—Ojos azules.
—Bien.
—Oso hormiguero… no champi?ón.
—?Eh?
—No está circuncidado, ?se?or!
—?Excelente! ?Qué hay de lo otro?
—Un tatuaje, ?se?or!
Shaftoe está disfrutando de la lenta escalada de tensión en la voz de Ethridge:
—?Describa el tatuaje, sargento!
—?Se?or! Es un dise?o militar muy común, ?se?or! Consistente en un corazón inscrito con un nombre de mujer.
—?Cuál es el nombre, sargento? —Ethridge está a punto de mearse en los pantalones.
—?Se?or! El nombre inscrito en el tatuaje es el siguiente nombre: Griselda. ?Se?or!
—?Aaaah! —El teniente Ethridge deja salir el aire desde el mismo diafragma. Varias mujeres con velo se dan la vuelta para mirarles. En la Casbah, cabezas con turbante de aspecto famélico y que piden a gritos un afeitado se asoman desde torres larguiruchas desentonando la llamada a la oración.
Ethridge calla y se contenta con apretar los pu?os hasta que se le ponen blancos. Luego vuelve a hablar, con una voz te?ida de emoción.
—?Hay batallas que han dependido de golpes de suerte menos importantes que éste, sargento!
—?Me lo cuenta a mí? —dice Shaftoe—. Cuanto estaba en Guadalcanal, se?or, quedamos atrapados en una peque?a cala…
—?No quiero oír la historia del lagarto, sargento!
—?Se?or! ?Sí, se?or!
En una ocasión, cuando Bobby Shaftoe seguía en Oconomowoc, tuvo que ayudar a su hermano a subir un colchón por una escalera y aprendió a respetar la dificultad de manipular objetos pesados pero flexibles. Hott, que Dios tenga piedad de su alma, es un hijo de puta pesado, y por tanto es toda una suerte que esté congelado. Una vez que el sol del Mediterráneo acabe con él, sí que va a estar blando. Y luego incluso algo más.
Todos los hombres de Shaftoe se encuentran en la zona de montaje del destacamento. Se trata de una cueva construida en un acantilado completamente artificial que se eleva sobre el Mediterráneo justo sobre los muelles. La cuevas tienen kilómetros de longitud y hay un bou-levard que discurre sobre todas ellas. Pero incluso los alrededores de esa caverna en particular han sido cubiertos con tiendas y lonas para que nadie, ni siquiera las tropas aliadas, puedan ver a qué se dedican: básicamente, buscar todo equipo que tenga un 2701 pintado, pintar sobre el último dígito y cambiarlo a un 2. La primera operación la realizan hombres con pintura verde y la segunda hombres con pintura blanca o negra.
Shaftoe elige a un hombre de cada grupo de color para que la operación total no se vea afectada. Allí el sol es asombrosamente potente, pero en la cueva, con la fresca brisa marina que sopla en su interior, tampoco se está tan mal. Todas las superficies pintadas desprenden un intenso olor a derivados del petróleo. Para Bobby Shaftoe resulta un olor tranquilizador, porque no te dedicas a pintar cosas cuando estás combatiendo. Pero el olor también le produce un ligero estremecimiento, porque a menudo pintas cosas justo antes de entrar en combate.
Shaftoe está a punto de aleccionar a los tres marines elegidos a dedo sobre lo que va a pasar cuando el soldado con la pintura negra en las manos, Daniels, mira tras él y sonríe.
—?Qué supone que busca ahora el teniente, sargento? —dice.
Shaftoe, el soldado Nathan (pintura verde) y Branph (blanca) miran y ven que Ethridge se ha parado a un lado. Está examinando los cubos de basura, otra vez.
—Todos nos hemos dado cuenta de que el teniente Ethridge parece considerar que su misión en la vida es examinar los cubos de basura —dice el sargento Shaftoe con una voz baja llena de autoridad—. Es un licenciado de Annapolis.
Ethridge se pone recto y, de la forma más acusatoria posible, levanta un montón de láminas de madera de roble perforadas y agujereadas.
—?Sargento! ?Podría identificar este material?
—?Se?or! Son plantillas militares normales, ?se?or!
—?Sargento! ?Cuántas letras hay en el alfabeto?
—?Veintiséis, se?or! —responde Shaftoe inmediatamente.
Los soldados Daniels, Nathan y Branph se silban los unos a los otros… ese sargento Shaftoe es listo como un demonio.
—Bien, ?y cuántos números?
—?Diez, se?or!
—Y de los treinta y seis letras y números, ?cuántos están representados en el cubo de basura por plantillas no utilizadas?
—?Treinta y cinco, se?or! Todos excepto el número 2, que es el único necesario para cumplir la orden, ?se?or!
—?Ha olvidado la segunda parte de mi orden, sargento?
—?Se?or, sí, se?or! —No tiene sentido mentir. En realidad, a los oficiales les gusta cuando te olvidas de las órdenes porque eso les recuerda que son mucho más inteligentes que tú. Les hace sentirse necesarios.
—?La segunda parte de mi orden era tomar medidas estrictas para no dejar ningún rastro del cambio!
—?Se?or, sí, ahora lo recuerdo, se?or!
El teniente Ethridge, que al principio se mostraba algo malhumorado, ya se ha calmado un poco, lo que habla en su favor y por tanto es debidamente anotado en silencio por todos los hombres, que le conocen desde hace menos de seis horas. Ahora habla con calma y en tono de conversación, como un amable profesor de instituto. Lleva las gafas militares negras de grandes monturas que se conocen como GPV, o Gafas para Prevenir Violaciones. Las lleva atadas a las cabeza por un pedazo de elástico negro. Le dan aspecto de retrasado mental.
—Si algún agente enemigo repasase el contenido del contenedor de basura, cosa que sabemos que hacen, ?qué encontraría?
—?Plantillas, se?or!