—Sólo tengo ganas de asesinar al tío que nos la vendió —dice.
El campo de aviación, a once millas de la ciudad, se usa más de lo previsto durante su construcción. Se trata de un buen terreno para las uvas y las aceitunas, pero hacia el interior pueden verse monta?as rocosas, y detrás de ellas hay una franja de arena del tama?o de Estados Unidos, que en su mayoría parece estar en el aire y en dirección hacia el campo de aviación. Incontables aeroplanos —en su mayoría cargueros Dakota, también conocidos como Gooney Birds— levantan enormes nubes de polvo que se te meten en la boca y la nariz. Shaftoe tarda un buen rato en pensar que la sequedad de sus ojos y boca podría no ser debida únicamente al polvo en el aire. Su saliva tiene la consistencia del pegamento.
El destacamento es tan secreto que nadie en el campo de aviación conoce su existencia. Allí hay muchos británicos y, en el desierto, los británicos llevan pantalones cortos, lo que hace que Shaftoe desee pegarles un pu?etazo en la nariz.
Controla el impulso. Pero su evidente hostilidad hacia los hombres con pantalones cortos combinada con el hecho de que exige que se le indique la dirección de una unidad tan secreta que no puede especificar su nombre o siquiera describirla, produce mucha perplejidad, mucha incredulidad y en general hace que la alianza anglo-americana empiece con muy mal pie.
Sin embargo, el sargento Shaftoe comprende a estas alturas que cualquier cosa relacionada con su destacamento es muy probable que esté muy apartada, envuelta en lonas y toldos negros. Como cualquier otra unidad militar, el Destacamento 2702 posee mucho de ciertos suministros y muy poco de otros, pero parece controlar como el cincuenta por ciento de la producción total de lona de los Estados Unidos durante el a?o pasado. En cuando Shaftoe comenta ese hecho y lo describe durante un buen rato, algunos de los hombres le dirigen miradas algo extra?as. Es Enoch Root el que debe decir:
—Entre lagartos gigantes y lonas negras algunas personas podrían opinar que se está volviendo un poco paranoico.
—Déjeme que le cuente algo sobre paranoia —responde Shaftoe, y así lo hace, sin olvidar mencionar al teniente Ethridge y sus contenedores de desechos. Para cuando ha terminado, todo el destacamento se ha acurrucado en el extremo opuesto de esas lonas, y todos se portan bien y están tensos, exceptuando su recluta más reciente que, percibe Shaftoe con aprobación, está empezando a relajarse. Tendido sobre la superficie del camión con su traje de submarinista, se ?amolda? más que salta cuando pillan un bache.
Aun así, sigue lo suficientemente rígido como para simplificar el problema de sacarlo del camión y meterlo en el Gooney Bird que tiene asignado: una variante del DC—3, militarizado y (a los ojos escépti-cos de Shaftoe) cuya aerodinámica ha quedado reducida por un par de inmensas puertas de carga a un lado que casi cortan la estructura por la mitad. Ese Dakota en particular lleva tanto tiempo volando por el jo-dido desierto que la arena ha eliminado la pintura de las hélices, de la cubierta del motor y del borde de las alas, dejando a la vista un metal pulido que producirá un incitador destello plateado para cualquier piloto de la Luftwaffe a trescientas millas. Peor aún: varias antenas surgen de la piel del fuselaje, la mayoría sobre la carlinga. No sólo antenas de barra, sino también enormes parrillas de barbacoa que hacen que Shaftoe desee tener una sierra. Se parecen muchísimo a las que Shaftoe bajó por la escalera de la Estación Alfa en Shanghai: un recuerdo que de alguna forma se ha entremezclado con otros en su cabeza. Cuando intenta recuperarlo, todo lo que ve es un Jesucristo ensangrentando portando una dipolo de doble banda y alta frecuencia por una escalera de piedra en Manila, y sabe que eso no puede ser.
Aunque se encuentran en las instalaciones de un campo de aviación muy activo, Ethridge se niega a proseguir la operación mientras haya un solo avión en el cielo. Al fin dice:
—Vale, ?AHORA!
En el camión levantan el cuerpo, justo a tiempo para oír cómo Ethridge grita:
—No, ?ESPERAD! —Y lo vuelven a dejar en el suelo.
Mucho después de que la situación haya dejado de ser ligeramente divertida, cubren a Gerald Hott con una lona y lo llevan a bordo, y muy poco después están en el aire. El Destacamento 2702 va al encuentro de Rommel.
Ciclos