El Código Enigma

Tiene que elegir entre las muchas que tiene, que no consigue ocultar ante los guardias. Pero a éstos no parece preocuparles o siquiera llamarles la. atención, lo que los distingue de los otros con los que Waterhouse ha tenido que tratar. Como es natural, esos hombres no se encuentran en la lista Ultra Mega, por lo que sería un grave fallo de seguridad decirles que está allí por un asunto Ultra Mega. Sin embargo, parece que han recibido a muchos otros hombres que no podían manifestar sus razones reales, y ni siquiera pesta?ean cuando Lawrence pretende ser uno de los enlaces de inteligencia naval del Barracón 4 o el Barracón 8.

 

En el Barracón 8 es donde descifran las transmisiones navales de Enigma. El Barracón 4 recibe las decodificaciones del Barracón 8 y las analiza. Si Waterhouse finge ser personal del Barracón 4 el disfraz no durará mucho porque esos tipos tienen que saber algo sobre la Marina. Encaja perfectamente en el perfil de los hombres del Barracón 8, porque éstos no tienen que saber nada más que pura matemática.

 

Uno de los hombres de la RAF examina sus papeles, a continuación se mete en la garita y le da a la manivela del teléfono. Waterhouse permanece de pie, incómodo, admirando el arma colgada del hombro del soldado. No es, por lo que puede ver, nada más que un tubo de acero con un gatillo en un extremo. Una peque?a ventanita cortada sobre el tubo permite ver el muelle que hay dentro. Algunos mangos y accesorios pegados no hacen que el subfusil Sten deje de parecer un proyecto mal ejecutado de un taller de instituto.

 

—?Capitán Waterhouse? Debe dirigirse a la Mansión —dice el guardia que ha hablado por teléfono—. No tiene pérdida.

 

Waterhouse recorre unos quince metros y descubre que la Mansión, trágicamente, no tiene pérdida. La contempla durante un minuto, intentando imaginar en qué pensaba el arquitecto. Es una construcción abigarrada, con un número excesivo de frontones. Sólo le queda suponer que el dise?ador querría construir en realidad una enorme y única morada, pero pretendió camuflarla como una hilera de al menos media docena de chalés urbanos extremadamente diferentes, inexplicablemente unidos, en medio de seiscientos acres de tierra de campo de Buckinghamshire.

 

Parece que el sitio ha sido bien cuidado, pero a medida que se acerca, puede ver lianas negras trepando por los muros de ladrillo. El sistema de raíces que vislumbró en el metro se ha extendido bajo el bosque y el pasto hasta allí mismo y ha empezado a lanzar hacia arriba sus trepadoras de neopreno. Pero no se trata de un organismo fototrópico: no crece hacia la luz, siempre en busca del sol. Es infotrópico. Y se ha extendido hasta ese lugar por la misma razón que ha llevado hasta allí a los humanos infotrópicos como Lawrence Pritchard Waterhouse y el doctor Alan Mathison Turing, porque Bletchley Park tiene aproximadamente la misma situación en el mundo de la información que el sol en el sistema solar. Ejércitos, naciones, primeros ministros, presidentes y genios caen hacia él, no en seguras órbitas planetarias sino en las descontroladas órbitas elípticas e hiperbólicas de los cometas y asteroides perdidos.

 

El doctor Rudolf von Hacklheber no puede ver Bletchley Park, porque es el segundo secreto mejor guardado del mundo, después de Ultra Mega. Pero desde su oficina en Berlín, repasando informes del Beobachtung Dienst, puede observar fragmentos de esas trayectorias, y concebir hipótesis de por qué son así. Si la única hipótesis lógica es que los Aliados han roto Enigma, entonces el Destacamento 2702 habrá fracasado.

 

Lawrence muestra más credenciales y pasa por entre un par de estatuas de grifos deterioradas. La Mansión es mucho más bonita en cuanto no puedes ver su exterior. El dise?o de una falsa red de casas ofrece muchas oportunidades para la disposición de ventanales exteriores que proporcionan una luz muy necesaria. El salón está sostenido por arcos y pilares góticos construidos con un mármol marrón claramente de baja calidad con el aspecto de desechos vitrificados.

 

El lugar es sobrecogedoramente ruidoso; hay un ruido estrepitoso de triquitraque, como aplausos fanáticos, permeando paredes y puertas, trayendo una corriente de aire caliente con un olor penetrante y aceitoso. Es el peculiar olor de los teletipos eléctricos… o teleimpresores, como los llaman los británicos. El ruido y el calor sugieren que debe haber docenas de ellos en las dependencias inferiores de la Mansión.

 

Waterhouse sube por una escalera con artesonado hacia lo que los británicos llaman primer piso y descubre que es más tranquilo y frío. El alto mandamás de Bletchley tiene allí su despacho. Si la organización es dirigida con verdadero espíritu burocrático, Waterhouse no volverá a ver esa parte una vez finalizada la entrevista inicial. Encuentra el camino hasta la oficina del coronel Chattan, quien (a la memoria de Waterhouse le ha ayudado ver el nombre en la puerta) es el tipo situado en lo alto del organigrama del Destacamento 2702.

 

Chattan se pone en pie para darle la mano. Es pelirrojo, de ojos azules y probablemente tendría las mejillas sonrosadas si en ese momento no tuviese un bronceado del desierto tan intenso. Viste un uniforme de gala; los uniformes de los oficiales británicos se confeccionan a mano, la única forma de obtenerlos. Waterhouse no es precisamente un experto en moda, pero aprecia a primera vista que el de Chattan no se lo cosió mamá por la noche frente a la estufa de carbón. No, Chattan tiene su propio sastre como-dios-manda. Sin embargo, al pronunciar el nombre de Waterhouse no dice ?guata jaes? como la gente de los Edificios Broadway. La R resulta dura y chisporroteante, y la parte de ?house? se alarga en algo que suena como ?juus?. Ese Chattan tiene un cierto acento asilvestrado.

 

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